miércoles, 23 de noviembre de 2011

Una tarde con Daniel e Iván

Al final no pude descansar nada antes de ir a por Daniel a la guardería, así que iba que me caía por las esquinas. ¡Qué sueñoooo!

El peque salió contentísimo de la clase. Yo lo veía un pelín hiperactivo... para mi desgracia. Se subió al patín y exclamó "vadora". "Vaaaaale, vamos a ver la excavadora".

Le llevé a la obra como casi todas las tardes. Cuando se acabe se va a poner muy triste. En cuanto vió el vehículo en cuestión salió disparado hacia él y no paró de seguirlo hacia adelante y hacia atrás mientras cargaba y descargaba losas. Al conductor le hizo tanta gracia que se asomó a saludarle. Daniel le devolvió el saludo, pero, sorprendentemente, le entró la verguenza y se subió al patín con un "amos mamá, amos".

No había andado mucho cuando el chiquitín se me escapó  a un banco de la avenida. Se sentó y vió que en el cestillo estaban las botas de agua (las llevo ahí por si acaso). Enseguida me exigió que se las calzase. Le encantan. Emocionado con sus botitas se dispuso a dar saltos en los pocos charquitos que se encontró.

Dando saltitos llegó a una terraza y se empeñó en sentarse. No era la primera vez que me lo hacía. Las otras veces le había empujado hacia casa enérgicamente, pero esta vez estaba tan cansada que me dije a mi misma que al menos tendría un pequeño descanso. Me senté con él y pedí una cerveza sin alcohol para mí y un cuenco de patatas para el enano. A todo esto Iván seguía tan tranquilo en el carrito sin decir esta boca es mía.

Cada cinco minutos le preguntaba a Daniel si quería ir al baño y el me contestaba que no sin dejar de masticar las preciadas "paatas". Tan pesada fui que una chica de otra mesa se giró y me dijo amablemente "No le digas más al niño si quiere hacer pis", ojoplaplática le pregunté por qué y me contestó que ya se lo había hecho encima. Muerta de la verguenza limpié la silla con toallitas húmedas como pude y senté a Daniel en un empapador (desgraciadamente no se me había ocurrido antes). No estuvimos mucho tiempo en la cafetería. El peque acabó aburriéndose y tuve que abandonar mi maravillosa cervecita sin acabar.

Por fin llegamos a casa, pero no me pude sentar a descansar. Iván se despertó clamando por su comida y yo se la dí sufriendo porque tenía que cambiar a Daniel y aún no había podido. Enchufé al mayor a la tele, terminé con el bebé, saqué al grande llorando del salón para cambiarle.

Ese día, con todo el dolor de mi corazón, decidí que nos saltábamos el baño, así que le puse directamente el pijama y el pañal. Afotunadamente Iván se durmió.

Esta vez cené con Daniel, no estaba dispuesta a que pasar lo mismo que el día anterior y acabar comiendo a las tres de la madrugada. Le metí en la cama y cuando estaba empezando a contarle el cuento oí protestar al otro. "Uy, uy, uy, la que se me avecina" pensé. Corrí a por Iván mientras Daniel berreaba "Cueto, cueto, cuetooooo". Con el bebé en brazos y aramada de un biberón volví a la habitación del mayor y empecé el cuento: "Pues estaba Pablo el bombero en la central, cuando saltó la alrm..." "¿Iván?" me interrumpió el peque (Se lo cuento con la luz apagada para que se vaya adormeciendo) "Sí, cariño. Aquí está Iván". Daniel se estiró todo lo que pudo para acariciarle la cabecita a su hermano. "¿Sigo con el cuento?" inquirí, "Ti, ti, tiiii", "Pues saltaron las alarmas en la central y Pablo corrió hacia su camión ni..." "Iván, Iván" "Que sí, cielo, que sí, aquí está el hermano..." "Iván cuna" sentenció. "Ya me gustaría pero está comiendo" "Ivan cunaaaaaaaaaaaaa". Uf, qué difícil es razonar con un niño de dos años.

Cansado de mi explicaciones decidió que era el momento de hacer pis. Armándome de paciencia dejé al bebé en la cama y agarré al grande para sentarlo en el orinal. Volví a cargarme con el chiquitín y esperé a que Daniel hiciera pis. No me lo puso fácil. Quería cambiar del adaptador al orinal y viceversa todo el rato. Una vez conseguido el objetivo, solté a Iván en la cuna y mientras lo oía protestar metí a Daniel en su cama, lo arrope y le ordené que se durmiera. Cómo quien oye llover. No hacía más que levantarse y encender la luz de su cuarto. Al final metí a Iván en la cuna de nuevo y me tumbé al ladito de Daniel a ver si por fin conseguía que se quedara frito.

No pasó mucho tiempo cuando oí al otro llorar. "Ahora vengo Daniel". Corrí a la cuna, le puse el chupete al bebé, volví con el mayor, al poco me levanté porque se le había vuelto a caer el chupete al pequeñín, vuelta con Daniel que protestaba cuando me iba. Así me pude tirar facilmente una hora y pico. Hasta que por fín Daniel se cansó del juego y se acabó durmiendo. Menos mal. Ahora tocaba mecer al otro hasta que se durmiera o se volviera a hacer la hora de comer.

A eso de las diez y media vino el papá. Llegó cansado y ojeroso del viaje, pero cuando me vió la cara y el humor cogió al bebé y se lo llevó con él al salón hasta las dos de la madrugada para que yo pudiera descansar al menos unas horas. ¡Lo necesitaba!

2 comentarios:

  1. Uff chica!! espero que hayas descansado!! lo del pipí hay que ir poco a poco, en mi clase tengo un peque que es igual que Daniel, le preguntas si quiere pipí y te dice que no, miras el pantalón = regalito. Ahora lo pide mucho mas y no se lo hace tanto encima.

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  2. Pues no creas que he descansado. Con estos dos diablillos no hay manera. Pero son taaaan lindos. Lo del pis ya me hago a la idea. A veces parece que empieza a pedirlo y te llena de felicidad y al segundo siguiente ya tiene el pantalón mojado. Paciencia paciencia. Y para tí también que tienes el problema multiplicado por el númeor de niño de la clase jeje

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