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miércoles, 30 de octubre de 2013

Ganadora del sorteo del Creagranizados

Y la feliz afortunada ha sido... Tachán tachán... Redobles de tambor...expectación, emoción, dolor de barriga... ¡Merengaza!

Muchas felicidades y disfruta de los mojitos... eeeeh, digo... el combinado de kiwi y limón jejeje

Mándame tus datos (nombre y dirección postal) a dacilm@yahoo.es :D

¡Muchas gracias a todos por participar!

Concurso de fotografía en La Pedriza

Este domingo nos hemos sumado a una excursión muy bonita organizada por el AMPA del cole de Daniel. El objetivo era captar la imagen más bella del otoño en un paraje increíblemente bello: La Pedriza. No había estado antes y me ha sorprendido maravillosamente.

El autobús recogió a las familias en la puerta del cole y nos llevó en un trayecto corto y muy ameno hasta el lugar elegido. Los monitores nos organizaron a la perfección desde el principio y nos mantuvieron unidos todo el tiempo. Cuando veían que un niño se dejaba llevar por la timidez o que un padre necesitaba ayuda enseguida se encargaban de los niños con mucha simpatía y jovialidad. Sobre todo, una de ellas, que enamoró a Daniel desde el primer momento.

También atendió a Iván de mil maneras, pero el peque no me quitaba el ojo de encima y como viera que me alejaba dos centímetros ponía el grito en el cielo.

Primero dimos un agradable paseo con varias paraditas para sacar fotos o, simplemente, disfrutar de las vistas. Los niños, mas bien disfrutaban de escalar rocas, saltar de piedra en piedra y hacer el cabra. A mitad de camino tomamos un tentempié para retomar fuerzas y enfrentarnos a la divertida Gymkana que nos tenían preparada.

Los juegos implicaban tanto a padres como a hijos y tenía como temática principal el medio ambiente. Cada equipo tuvo que hacer su propia mascota con los materiales que nos brindaba la madre naturaleza, buscar carteles de animales y responder a preguntas sobre ellos, recoger carteles con ilustraciones de basura y meterlo en su bolsa correspondiente, descifrar el mensaje secreto de la botella escondida... ¡incluso adivinar palabras por medio de la mímica! Divertidísimo. Mis niños flaquearon bastante, sobre todo, debido al hambre. Son bastante glotones y el tentempié les había sabido a poco, pero los monitores les animaron a seguir enseguida y pude retomar el juego.

Tras la Gymkana llegó el momento de comer en condiciones. Cada uno se llevó su comida, pero me encantó ver cómo los niños compartían entre sí sin que los adultos les dijéramos nada.

La vuelta hacia el autobús fue a un paso más ligero porque se nos echaba el tiempo encima. Los monitores ponían en marcha juegos como el pilla pilla o una versión del pollito inglés en la que el que se la liga también anda para motivarlos a andar deprisa. Y daba resultado ¡vaya si daba resultado! A Daniel no le veía el pelo de lo que corría. Mientras tanto, Iván se dormía una pequeña siesta en los brazos de papá.

Antes de llegar al lugar acordado hicimos otro parón porque nos esperaba otra sorpresa. Los monitores sacaron unas deliciosas tartas a las que nos invitaron a todos. La primera era de hojaldre, crema y frutas. Realmente deliciosa, pero con poco interés para los niños que no perdieron la oportunidad de subirse a las rocas más altas. Pero al segunda era de chocolate y la cosa cambió. ¡Cómo corría Daniel para que le dieran su trozo!

Por fin, subimos al autobús. Agotados de tantas emociones y con preciosas imágenes en la cámara para presentar al concurso de fotografía.

Por si tenéis curiosidad, las tres últimas fotos son las que hemos presentado al certamen. Las eligió Raúl y les puso nombre, porque los organizadores dijeron que el nombre iba a ser muy importante a la hora de elegir ganador.










martes, 29 de octubre de 2013

Dientesh, dienteeeesh

Es increíble lo muchísimo que le gusta a Iván lavarse los dientes. En cuanto acabamos de comer y señalo el baño sale disparado al grito de "dientesh, dienteeeeesh". Enciende el solito la luz, coge su escalón, se lo arrima la lavabo, se sube, coge el cepillo y me mira con la ilusión brillando en sus ojitos. Le pongo la pasta infantil y comienza a cepillar enérgicamente. Le encanta escupir y limpiar su cepillo.

A veces, me lo encuentro arrimado en el lavabo gritando "dientesh, dientesh". Intento explicarle que es sólo después de comer, pero no atiende a razones y no ceja en sus berridos hasta que le pongo la pasta sabor fresa en el cepillo.

Supongo que tiene los dientes más brillantes de su clase de dos años.

lunes, 28 de octubre de 2013

Pasteles de otoño

"Mira Daniel. Estoy haciendo pasteles" le digo a mi primogénito mientras lleno de arena húmeda un tuper que estamos usando de cubito improvisado. Mi niño acude a mi lado corriendo, muy interesado en mis evoluciones.

En ese momento Iván requiere de mi presencia para subirse al columpio. Me levanto resignada, le subo en su objeto de deseo y lo mezo cada vez más fuerte porque es lo que me pide a voz en grito "Masssh fueeeete, Masssh fueeete".

De repente, el mayor me llama y dirijo mi mirada al arenero. "Mira mami ¡pasteles de otoño!" sonríe orgulloso.

domingo, 27 de octubre de 2013

Cenas de Halloween

Este año, hemos variado un poco de la típica calabaza linterna y el consabido pastel. Vi en Pequerecetas unas recomendaciones muy graciosas y me puse manos a la obra sabiendo que triunfarían entre los más pequeños. ¿Si al final tengo que cocinar igual, que más da que le de una forma u otra a la comida?

Así que una noche me puse a hacer unos monstruos tentaculares graciosísimos a base de pastel de pollo y hojaldre, e invité a los chiquillos a que les pusieran cara a base de aceitunas negras, pimientos, zanahorias y patatas cocidas. A Daniel le encantó la idea. Iván no pilló las instrucciones y en vez de hacer caras se comía los ingredientes. El conflicto llegó cuando el bebé empezó a comerse las caritas que ya había hecho su hermano mayor. Logré convencerle para que no lo hiciera, pero entonces comenzó por las patas tentaculares de hojaldre. Daniel acabó por imitarlo y casi se comen a los monstruos antes de que llegaran a la mesa. Tuvimo que arrancarles de la cocina a la fuerza entre su padre y yo. Hay que ver cómo chillaban y pataleaban.

Por fin, pusimos la mesa y sacamos los monstruos maqueados por nuestro primógénito y casi sin patas.

La fruta también fue una sorpresa agradable: con un cuchillo bien afilado les dibujé caras de calabaza a las mandarinas y de fantasma a los plátanos. Iván atacó una calabaza mandarina enseguida, pero Daniel se quedó mirando el resultado embobado y nos suplicaba que no nos lo comiéramos porque le gustaba mucho. Tuvimos que obligarle a comer su ración por mucha pena que le diera.

Al día siguiente, Daniel se lllevó al cole un sandwich monstruito para almorzar. Le encantó la sorpresa.

Y esa misma noche hice la momia de pastel de carne. Quedó muy graciosa y se la comieron sin protestar a pesar de que las vendas eran de queso y a Daniel no le gusta nada este alimento. Me encantó esta receta porque tiene muchísima verdura. A la hora de la fruta el mayor nos pidió que repitiéramos las calabazas y los fantasmas del día anterior.

Lo cierto es que aún queda mucho para el 1 de noviembre, pero encontré tan originales estas ideas que no pude resistirme. Y mis hijos felices.

sábado, 26 de octubre de 2013

La revisión de los dos años de Iván

Otra vez le tocaba al más pequeño de la casa enfrentarse a las banderillas. Pensé que se iba aponer como un loc cuando nos tocara entrar a la consulta, pero nada más alejado de la realidad. Entró dando saltitos en pos de su hermano. Los dos se dirigieron como flechas al rincón de los juguetes.

Cuando Daniel me vio enfilar hacia ellos, le lanzó una mirada suplicante a la enfermera y le soltó: "Hoy no me toca ¿A que no?". Y tenía razón. No era su turno.

Iván protestó un poco cuando empezamos a desnudarle, pero enseguida se prestó al "juego". Unas cuantas albanzas y le teniamos en el bote: "A ver que piernecitas más bonitas tieeeenes... A ver que barriguita más preciosa tieeeeenes... A ver que piececito más encantador tieeeenes" Y así le fui desnudando.

"Para ver todo lo guapo que eres te tengo que poner aquí y tienes que quedarte muy quietecito", así le pesamos (¡Doce quilazos!). Para medirlo seguimos con el mismo juego y el chiquitín sonreía y sonreía (94 centímetros) ... Hasta que llegó el momento de los pinchazos. Dos para ser exactos: la gripe y la de neumococos.

Se puso tan histérico que de la rabia se arrancó los esparadrapos con algodón que le puso la enfermera. Tras una sesión continua de mimos volvió a sonreir y se entregó a explorar los cajones de los juguetes mientras la facultativa me hacía el interrogatorio y me daba las recomendaciones. ¿Hila más de dos palabras seguidas? Y te canta el cumpleaños feliz si se lo pides. ¿Se lava las manitas o hace el gesto? Y lo dientes también, ¿Maneja cosas pequeñas con la pinza digital? No se imagina las que me arma metiendo cositas pequeñitas donde no debe pacientemente. De la psicomotricidad gruesa ni me preguntó porque al peque sólo le faltó escalar por las cortinas. Las recomendaciones, las de siempre, más omenos: que coma sano, nada de chuches (uy, uy, uy), y mucha, mucha, muchísima vigilancia para evitar accidentes.

Nada más salir el enano tendió su mano como siempre y espetó: "¡¡¡¡Apitos!!!!", un poco colorada por trasgredir tan pronto las normas de la enfermera le di su golosina.

viernes, 25 de octubre de 2013

La llave de Roca Calavera


Una tarde de parque me acerqué donde se encontraban mi hijo con unos amiguitos para averiguar qué estaban tramando. Por experiencia sabía que nada bueno.

Mi hijo no soltó prenda, como siempre, sólo reía maléficamente. Pero uno de sus acompañantes tenía menos malicia y lo soltó todo sin dejarme casi preguntar. Resulta que habían encontrado la llave a Roca Calavera, una piedra que tenía todo el aspecto de ser peligrosísima por su gran tamaño y terminación en punta.

Por lo visto, Roca Calavera es un lugar lleno de caminos siniestros y monstruos que se comen a los niños, pero a nuestros protagonistas de la historia no les da nada de miedo y se mueven por tan tenebroso lugar como Pedro por su casa.

Les alabé la imaginación y seguí cuidando de Iván, no sin antes pedirles que escondieran muy bien la llave para que no se les perdiera... Y no causara ningún destrozo.

Pensé que ahí acabaría todo, pero a la tarde siguiente les sorprendí con la misma piedra entre manos. Curiosamente esas manos siempre eran las de mi hijo mayor. "¡Daniel! Tira esa piedra inmediatamente a la basura" le reñí. "Noooooo, que es la llave de Roca Calavera" Los otros niños hicieron fuerza con mi peque y sólo pude convencerles de que la volvieran a esconder.

"Se les olvidará pronto esta historia", pensé. Pues bien, ya ha pasado más de una semana y no hay tarde de parque que no vea la dichosa piedrecita en manos de los chiquillos. Sintiéndolo mucho por Roca Calavera, a la que ya le empezaba a coger cariño, hoy me he hecho con el arma arrojadiza en cuestión y la he tirado a la papelera cuando no miraban. ¿He sido muy malvada?

jueves, 24 de octubre de 2013

Amasando y pringoseando

Una tarde en la que estaba liada haciendo la cena y sola porque papá estaba en uno de sus viajes de trabajo, mi niño mayor acudió a mi lado con cara de aburrimiento y ojitos de pena.
"¿Juegas conmigo mamiiiii?" casi me suplicó.

Con el delantal y las sartenes al fuego me resultaba imposible prestarle la atención que me requería. Le pedí que me ayudara en la cocina, pero no mostró mucha predisposición.
"Venga Daniel. Vas a ver que bien te lo pasas amasando" le animé. Una lucecita se encendió en su mirada.

Como no tenía tiempo ni ganas de recetas mínimamente elaboradas le puse a hacer tortas de gazpacho manchego, que no son para echar cohetes, pero sí que pueden llegar a ser una buen sustituto del pan en un momento de apuro.

Mezclamos al harina y el agua entre los dos y le dejé amasando a placer mientras yo devolvía me atención a los fogones. Si alguien se pregunta dónde andaba el más pequeño, tenía la nariz pegada a su adorada Dora.

Daniel se emocionó enseguida con la mezcla pringosa. Cuando pensaba que no le estaba mirando ¡se la comía! Y eso que sólo era harina y agua. Se pasó muchísimo tiempo estirando, aplastando, hundiendo dedos, amasando y volviendo a estirar. Se puso fino a harina.

Cuando terminé con la cena, puse una sartén con un poco de aceite al fuego y freí las tortitas. La primera la devoraron a medias mis dos fierecillas como aperitivo.

Cuando puse la comida en la mesa, mis hijos me miraron con cara de "¿Crees que me voy a comer ESO después de haber visto que habían tortitas de gazpacho? ¿Deliras?", así que dejaron de lado el delicioso salmón con patatas y devoraron las tortitas con embutido a modo de bocadillo improvisado.

Al final salió todo bien porque el mayor se lo pasó bomba, surgió una cena improvisada y, lo mejor de todo, a la noche siguiente no tuve que cocinar. ¡Cenamos salmón!

miércoles, 23 de octubre de 2013

Creagranizados: granizados en un minuto y muchas risas

Daniel estaba deseando utilizar ese vaso tan raro que llegó a casa de la mano de Madresfera y su sellos de calidad para Bizak. Se trataba nada más y nada menos que de un Creagranizados. La idea era usarlo cuando el tiempo aún era amable, pero entre unas cosas y otras lo fui postergando.

Ayer, mi primogénito se plantó. "Hoy sí mamá ¡Hoy usamos el vaso raro!". No me podía negar, así que nada más llegar a casa cogí el creagranizados del congelador, recopilé las piezas de plástico duro del escurridor y le di el zumo de frutas a mi hijo para que lo echara dentro.

"Mami, lo estás haciendo mal" me soltó al verme manipular los piezas de plástico. "Que noooo, que lo estoy haciendo bien" le asegure convencida, "Esto es tan fácil que es imposible hacerlo mal" sonreí. Segundos después apretaba el vaso para crear mi granizado frutal y se salía todo el zumo justo encima de las instrucciones. Mi peque se rió a gusto "Ves mami, te lo diiiiije" me soltó con tonillo musical.

En efecto, no había enroscado bien una parte con otra. Quitando el detallito sin importancia de que Daniel tiene una madre extremadamente torpe que solventó el inconveniente en cuestión de segundos, el peque se lo pasaba tan bien apretando el vaso para crear el granizado que me costó horrores que me dejara probarlo. "Todavía no, mami. Yo te aviso" y dale que te pego a estrujar el vaso. Lo cierto es que lo de dentro cada vez era más y más consistente y apetecible.

Al final, tuve que arrebatarle el invento en un descuido y usar todas mis artes ninjas para esquivar sus intentos de recuperarlo.

Estaba bien bueno, aunque con la lluvia que caía fuera me apetecía más un café bien calentito. En verano la experiencia será mucho más completa con el calor apretando. Pero no creáis que el aparatejo va a estar cogiendo polvo hasta entonces porque Daniel ya estaba metiendo un batido de chocolate en la nevera para probar otra vez esa misma noche (aconsejan que la bebida que se use para hacer el granizado esté fría). Una pena que la bolsa interior del vaso no estuviera congelada para entonces.

Hoy seguro que lo primero que hace en cuanto llegue a casa del cole es rescatar el Creagranizados del congelador.

Este post acaba con sorpresa. A través del sello de calidad de Madresfera, Bizak quiere realizar un sorteo entre los lectores de la bloguera que lo haya probado (La marca sólo hace envíos para Península, Islas Canarias y Baleares y Ceuta y Melilla). Lo único que tenéis que hacer es dejar un comentario con el sabor con el que haríais vuestro granizado. Me viene genial porque así también me dais ideas. ¡Suerte!

El plazo para apuntaros finaliza el 30 de octubre a las 12.00 de la mañana.

Para los interesados agrego información del producto: Es una vaso grande de plástico blando que incluye una bolsita con líquido en su interior, tres piezas circulares de plástico duro, una tapa y la cucharilla pajita. Se lava todo bien, se mete el vaso y la bolsita en el congelador, la bebida que se convertirá se granizado en la nevera (zumos, refrescos, batidos...) y se deja hasta que la bolsita se congele. Se saca el vaso y la bolsita, se monta todo. Se introduce la bebida y se estruja el vaso hasta que se forme el granizado. Fácil y muy rápido. Su precio oscila entre 19,99 y 21,99 euros en el mercado.

martes, 22 de octubre de 2013

La coronita de Iván

El jueves de la semana pasada la profesora de Iván le entregó su corona de cumpleaños. Se les había olvidado dársela en su día. No me extraña con tanto trabajo que tienen.

El peque estaba feliz con la corona en la cabeza. Me temo que encima era enorme y llamaba aún más la atención. Muchas de las personas que nos cruzamos, conocidas y desconocidas le felicitaron o cantaron el cumpleaños feliz. Huelga decir que mi hijo estaba encantado.

En el parque se la tuvo que prestar a mucho niños porque la supercorona triunfaba allá donde fuera. La pobre quedó bastante arrugada y estropeada, pero hay que ver lo que jugaron con ella todos.

Cuando llegamos a casa tiré lo que quedaba de ella. El más pequeño de la casa había vivido un nuevo día de cumpleaños improvisado. Tanto fue así que, cuando acabamos de cenar y le dije de lavarse los dientes, me soltó "Dientesssh no, ¡tataaaaa!"

Esa noche no tuvo su tarta, pero tanto insistió que a los pocos días cedimos y le compramos una.

lunes, 21 de octubre de 2013

Un día loco en el Tren de la Fresa

Cuando salimos de casa aún era de noche. Daniel iba dando botes de emoción y el bebé medio dormido. Cogimos el metro tempranito porque el primogénito tenía miedo de que el Tren de la Fresa se fuera sin él. Conseguimos las entradas a través de un emocionante sorteo de Los planes de María. Fuimos ganadores de reserva y... poco después ¡¡las entradas eran nuestras!!

Llegamos mucho antes de la hora fijada. Los pequeños aprovecharon para hacer de las suyas en los charcos y el tren de la entrada. Menos mal que les había llevado las botas de agua por si acaso.

Subimos al tren y los niños alucinaban. Logramos controlarlos un poco con unos cuentos que había llevado mi suegra (Qué buena idea), historias y canciones que nos íbamos inventando sobre la marcha. El mayor no dejaba de preguntar cuándo nos iban a dar las fresas ¡Y eso que no le han gustado nunca!

Cuando por fin apareció la chica vestida de época y le entregó su cajita los devoraba. Ponía caras raras, pero se los comía negándose a compartir. El pequeñajo también se los comió muy a gusto. Al llegar a Aranjuez nos esperaba un autobús para trasladarnos al Palacio Real, dónde se incluía una visita guiada.

Iván, que ya se había levantado con sueño, la empezó a armar parda. Lo metí en el carrito y entramos al palacio rezando porque se portaran bien. Al principio, Daniel alucinaba con als historias que me iba inventando sobre los cuadros y tapices. El más chiquitín señalaba las estatuas y figuras de animales. Pero pronto el bebé se puso a chillar encantado de oir su propia voz, pero sin dejar escuchar a la guía, y el mayor no pudo evitar echar mano a lo prohibido. Así que decidí abandonar el grupo. No fue fácil porque teníamos cortada la retirada y hubo que seguir hacia adelante todo el camino esquivando visitantes.

Por un lado, estuvo bien, proque al menos, lo vi todo, más o menos, pero por otro lado, hasta que salimos tuve que tener mil ojos con Daniel. Acabamos en el patio de armas con los peques corriendo como locos de uno a otro lado. menos mal que los vestí de rojo a uno o verde al otro y se les veía muy bien. Iván se llevó una bronca grandísima por su genial idea de coger piedras del suelo y tirárselas al primero que pasara.

Cuando salió mi suegra de la visita nos dirigimos a los jardines con más calma, los peques se metieron por los setos en forma de laberintos y se pusieron hasta las orejas de barro. Tuvimos un rato de calma viéndolos correr de aquí para allá y admirar a los patos, pero pronto los chiquillos empezaron a clamar por comer.

A base de galletas aguantaron hasta que encontramos un restaurante cercano al lugar donde nos recogería de nuevo el autobús para la visita de la tarde. Los niños comieron muy bien y finalizamos el homenaje con cafés para las mayores y helados para los pequeños. A la hora de subir al autobús hubo que tirar lo poco que les quedaba por comer y hubo otro pequeño drama.

La visita de la tarde nos encantó. Admiramos el Museo de Falúas con sus impresionantes embarcaciones, su cocodrilo disecado, sus minicañones que fascinaron al mayor... Era muy pequeño y tardamos menos de cinco minutos en recorrerlo. Con mis fieras era imposible hacerlo con detenimiento.

Lo mejor fue el jardín botánico, más grande que el retiro, y con muchas sorpresas: impresionantes fuentes, estanques con patos y cisnes, bellísimos rincones llenos de color... Cuando dijimos de ir acercándonos al lugar en el que nos recogería el autobús para llevarnos de nuevo al tren de madera, mi niño mayor nos suplicó para que nos quedáramos más rato en el jardín. Fue imposible escuchar su súplica porque se nos escapaba el autobús.

De nuevo en el tren, pensamos que los chiquillos, agotados, se quedarían sentaditos en sus asientos. No podíamos estar más equivocadas. No pararon de saltar, correr y liarla parda. Acabé tan enfadada que a partir de entonces los tuve castigados hasta que volvimos a casa. Lo que significó llantos, berreos, amenazas, gritos, advertencias, amenazas...

Una vez en el hogar los metí en la bañera de cabeza. Iván lloriqueaba agotado, así que le di un biberón consistenete y lo metí en la cama. Daniel aguantó un poco más, pero al final también se rindió pronto a los brazos de Morfeo.

Confieso que yo no tardé mucho en seguir sus pasos.