En el colegio de mis hijos hacen un concurso de calabazas todos los años. Los peques derrochan creatividad con una actividad en familia y luego llevan los resultados a la fiesta de Halloween para deleite de todos los asistentes.
La exposición tiene muchísimo éxito entre los asistentes. Ya sólo por eso, y por el rato divertido que se pasa haciéndolas ya vale la pena participar.
Este año, Daniel estuvo buscando ideas muy preocupado. No quería llevar cualquier cosa, según sus palabras. Encontró un proyecto que le encantó. A mí me parecía un rollo porque implicaba pintar las calabazas de negro, pero bueno. Todo sea por la ilusión del niño.
Compré un spray negro y esperé al finde anterior a la fiesta del cole para comprar las calabazas. Si las compras con mucha antelación se pudren, pero tampoco podía comprarlas después porque sólo teníamos ese finde para hacerlas con tranquilidad.
Pues bien, cuando llegué al supermercado la balda de las calabazas estaba casi vacía. Sólo quedaban cuatro con un aspecto no muy saludable y de tamaños similares. Cogí las dos que me parecieron que estaba mejor y pensé en volver a por las cabezas más adelante. Estaba segura que repondrían... pero no. Pasaron los días y de la cabeza no había ni rastro.
Encima, me di cuenta que lo de pintar con spray no era tan fácil y tan bonito cómo había escuchado, sino peligroso y tóxico. Fue dar Daniel un resoplido negro sobre la calabaza y darme cuenta del peligro que corríamos: asfixia, intoxicación, riesgo de redecoración de las paredes y muebles... Un horror.
Así que le quité el spray de las manos y tuvimos una pequeña gran discusión perreta. Estaba muy ilusionado con el tema. Pero se impuso el sentido común y sólo me enfrenté yo a la muerte tóxica. Sólo diré que una y no más santo Tomás. Quedará más cutre, pero el pincel es mucho más saludable. Donde va a parar...
El tema es que los cuerpecito gatunos quedaron pintado. Las colas de pepino quedaron pintadas. Sólo nos quedaba las cabecitas. Iván sugirió naranjas para tal efecto, pero entonces nos quedábamos sin el tema de la calabaza linterna. Un rollo.
Al final, esperamos hasta el último momento y como vimos que a las calabazas ni se las veía ni se las esperaba, hicimos un brainstorming rapidito. En un primer lugar pensamos convertir los cuerpos en cabezas de gato y ponerles las colas directamente, pero quedaba demasiado creepy. Así que al final transformamos el gato en murciélagos. La idea no acababa de cuajar en el mayor. El pequeño estaba feliz con el efecto que hacían las alas de murciélagos al mover la calabaza, pero Daniel estaba muuuy decepcionado.
Así que cuando vi que Goznar las había rebautizado como gatos-vampiro vi la luz y le propuse un cambio de nombre para que fueran más molonas. Le gustó mucho, pero dándole vueltas y más vueltas al final decidió que las calabazas se habían convertido en vampiros (a él eso seguía sin parecerle un gato las miraras por dónde las miraras).
Y finalmente, las calabazas vampiro aterrizaron en el colegio. La de Iván perfecta y la de Daniel casi convertida en zombi. ¡Este niño es incapaz de tener cuidado con nada!
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jueves, 31 de octubre de 2019
miércoles, 30 de octubre de 2019
Postre Halloween: Tierra del cementerio
Este finde he hecho un postre Halloween que ha tenido mucho éxito entre mis churumbeles. Incluso le ha gustado al padre. Y eso que es super sencillo.
Lo único que necesitamos para montarlo es mousse, bizcocho de chocolate y gusanitos de gominola. El mousse lo compré ya hecho, pero el bizcocho sí que lo hice. Eso sí, sin complicarme la vida nada de nada. El típico del yogurt, pero añadiendo colacao para que sea de chocolate y listo. El yogurt era de sabor vainilla porque me encanta el regustillo que deja.
Ya tenemos los tres elementos principales, así que ahora ¡a montarlo!. Cogemos un vaso de cristal transparente e incoloro, echamos el mousse haciendo la primera capa de barrito, luego ponemos trozos de bizcocho a los loco en plan tierra removida.
Y ¿quien remueve la tierra del cementerio? ¡Pues los gusanos! que viene de darse un festín con el último cadáver que han enterrado y ahora huyen despavoridos del fantasma vengativo que viene a reclamarles lo que tienen en sus estomaguitos.
Si es que en halloween es mejor no jugársela en los cementerios gusanitos. Y encima ahora serán devorados por... ¡nosotros!
Y así les presentamos a los peques un postre delicioso y con historia tremebunda jajajaja
Lo único que necesitamos para montarlo es mousse, bizcocho de chocolate y gusanitos de gominola. El mousse lo compré ya hecho, pero el bizcocho sí que lo hice. Eso sí, sin complicarme la vida nada de nada. El típico del yogurt, pero añadiendo colacao para que sea de chocolate y listo. El yogurt era de sabor vainilla porque me encanta el regustillo que deja.
Ya tenemos los tres elementos principales, así que ahora ¡a montarlo!. Cogemos un vaso de cristal transparente e incoloro, echamos el mousse haciendo la primera capa de barrito, luego ponemos trozos de bizcocho a los loco en plan tierra removida.
Y ¿quien remueve la tierra del cementerio? ¡Pues los gusanos! que viene de darse un festín con el último cadáver que han enterrado y ahora huyen despavoridos del fantasma vengativo que viene a reclamarles lo que tienen en sus estomaguitos.
Si es que en halloween es mejor no jugársela en los cementerios gusanitos. Y encima ahora serán devorados por... ¡nosotros!
Y así les presentamos a los peques un postre delicioso y con historia tremebunda jajajaja
martes, 29 de octubre de 2019
Escuela de Monstruos
El otro día encontré un par de libritos muy simpáticos, ideales para leer en familia este Halloween. Son de la colección La Escuela de los Monstruos y se titulan Al ataque y Flechazo en la escuela.
Nada más abrir el primero nos cuentan que existe un colegio muy especial y escondido en el que se premia el mal comportamiento y los profesores no enseñan mates ni lengua.
Aquí se forman los monstruos del mañana. Perfectamente entrenados para asustar y echarse unas risas por el camino.
Las historias se cuentan en formato mixto entre cómic y libro ilustrado y son muy curiosas. Más la primera que la segunda. En Al ataque, los profesores enseñan a los monstruitos que los humanos también pueden llegar a dar mucho miedo.
Sobre todo por los temibles crobios que portan en su interior y que si se meten en tu cuerpo te hacen estornudar y sentirte muy mal.
En el segundo nos cuentan el inicio de una bonita historia de amor entre un monstruo peludo y otro que tiene más alma de princesa que de engendro enmarcado en una cortina de temibles rayos y truenos.
Los dibujos con muy graciosos, de líneas sencillas y llenos de detalles y las situaciones que se describen muy simpáticas. Está recomendado para edades a partir de seis años, sobre todo porque tiene mucha letra, pero en realidad, son muy cortitos.
En casa hemos recolectado todos los títulos de criaturas de la noche y no muertos para leer estos días, que parece que apetece más. Estos dos títulos han encabezado nuestra selección.
Nada más abrir el primero nos cuentan que existe un colegio muy especial y escondido en el que se premia el mal comportamiento y los profesores no enseñan mates ni lengua.
Aquí se forman los monstruos del mañana. Perfectamente entrenados para asustar y echarse unas risas por el camino.
Las historias se cuentan en formato mixto entre cómic y libro ilustrado y son muy curiosas. Más la primera que la segunda. En Al ataque, los profesores enseñan a los monstruitos que los humanos también pueden llegar a dar mucho miedo.
Sobre todo por los temibles crobios que portan en su interior y que si se meten en tu cuerpo te hacen estornudar y sentirte muy mal.
En el segundo nos cuentan el inicio de una bonita historia de amor entre un monstruo peludo y otro que tiene más alma de princesa que de engendro enmarcado en una cortina de temibles rayos y truenos.
Los dibujos con muy graciosos, de líneas sencillas y llenos de detalles y las situaciones que se describen muy simpáticas. Está recomendado para edades a partir de seis años, sobre todo porque tiene mucha letra, pero en realidad, son muy cortitos.
En casa hemos recolectado todos los títulos de criaturas de la noche y no muertos para leer estos días, que parece que apetece más. Estos dos títulos han encabezado nuestra selección.
lunes, 28 de octubre de 2019
Cena de Halloween: Calabazas, momias y arañas
Quería sorprender a los peques con algo un poco diferente y me puse a pensar que podía cocinar para que ese día la cena fuera terroríficamente divertida. Entonces vinieron a mi mente unas ideas que vi en algún libro de recetas infantil, pero que me temo que va a ser imposible recordar el título. Si alguien lo sabe que me lo diga.
Una de ellas eran unas calabazas hechas con arroz y tomate, sobre todo. Facilísimas, aunque para que el arroz tuviera más consistencia de masa moldeable lo hice al estilo japonés versión rápida. Es decir, en la olla exprés. Hay que tener mucho cuidado porque enseguida se quema. Lo retiré bastante rápido y aún así el que estaba en contacto con la parte de abajo ya se estaba poniendo negro.
La cocina queda hecha una guarrería por culpa del almidón que expulsa la olla exprés por el pitorro, pero el resultado final es ideal para esculpir lo que nos dé la gana con facilidad. En este caso calabazas.
Al mezclarlo con el tomate frito se quitó un poco de consistencia al mejunje, pero no me quejo. Fue bastante fácil hacer las bolitas calabaza. Luego sólo tuve que decorarlas con aceitunas verdes y negras para los ramitos superiores y la terrorífica expresión.
Al lado puse unas arañitas hechas con aceitunas negras recortadas según quisiera yo el cuerpo y las patas y dos puntitos rojos de ojos, hechos con el tomate frito.
Y por último, enrollé unas salchichas con espaguetis para hacer una nueva versión de la salchimomia y les puse ojitos de aceituna negra. ¡No veas que rollo ponerles los espaguettis! acabé tan harta que sólo hice para los niños.
¡Les flipó el resultado! En mi plato puse una calavera con ojos de aceitunas verdes y negras. Luego le añadí la salchicha y los espaguetis sin más que ya no me apetecía seguir arreglando platos espeluznantes, pero a los niños se les ocurrió que los espaguetis eran un pelo ideal para la calavera, así que lo moví un poco y a la cabeza que fue.
A los postres, daniel se empeñó en hacerlos halloween también y se puso a hacer caritas a la fruta. Lo que más me gustó fue el detalle de la piel de plátano que pone RIP. Pero cuando vino de la cocina con el adorno, nosotros ya nos habíamos comido los ojos de uva del kiwi. No le hizo mucha gracia pero nos perdonó porque no sabíamos lo que iba a hacer.
Les encantó la cena sorpresa, pero creo que he abierto la caja de pandora porque ahora quieren cosas parecidas todas las noches... ainsss.
Una de ellas eran unas calabazas hechas con arroz y tomate, sobre todo. Facilísimas, aunque para que el arroz tuviera más consistencia de masa moldeable lo hice al estilo japonés versión rápida. Es decir, en la olla exprés. Hay que tener mucho cuidado porque enseguida se quema. Lo retiré bastante rápido y aún así el que estaba en contacto con la parte de abajo ya se estaba poniendo negro.
La cocina queda hecha una guarrería por culpa del almidón que expulsa la olla exprés por el pitorro, pero el resultado final es ideal para esculpir lo que nos dé la gana con facilidad. En este caso calabazas.
Al mezclarlo con el tomate frito se quitó un poco de consistencia al mejunje, pero no me quejo. Fue bastante fácil hacer las bolitas calabaza. Luego sólo tuve que decorarlas con aceitunas verdes y negras para los ramitos superiores y la terrorífica expresión.
Al lado puse unas arañitas hechas con aceitunas negras recortadas según quisiera yo el cuerpo y las patas y dos puntitos rojos de ojos, hechos con el tomate frito.
Y por último, enrollé unas salchichas con espaguetis para hacer una nueva versión de la salchimomia y les puse ojitos de aceituna negra. ¡No veas que rollo ponerles los espaguettis! acabé tan harta que sólo hice para los niños.
¡Les flipó el resultado! En mi plato puse una calavera con ojos de aceitunas verdes y negras. Luego le añadí la salchicha y los espaguetis sin más que ya no me apetecía seguir arreglando platos espeluznantes, pero a los niños se les ocurrió que los espaguetis eran un pelo ideal para la calavera, así que lo moví un poco y a la cabeza que fue.
A los postres, daniel se empeñó en hacerlos halloween también y se puso a hacer caritas a la fruta. Lo que más me gustó fue el detalle de la piel de plátano que pone RIP. Pero cuando vino de la cocina con el adorno, nosotros ya nos habíamos comido los ojos de uva del kiwi. No le hizo mucha gracia pero nos perdonó porque no sabíamos lo que iba a hacer.
Les encantó la cena sorpresa, pero creo que he abierto la caja de pandora porque ahora quieren cosas parecidas todas las noches... ainsss.
sábado, 26 de octubre de 2019
Parque de Beihai en Pekin
Como somos así de guays, nos presentamos un día en la Ciudad Prohibida tan felices y así fue como nos enteramos de que las entradas hay que pillarlas online o no entras. Que fue justo lo que pasó. Que no entramos.
Mucha gente le pide al hotel que se las pille o las compra por medio de una agencia online porque la web oficial está en chino. Además, tienes que tener cuenta en un banco chino para poder pagarlas. Un rollo. Creo que Raúl le pidió a alguien de allí que se las comprara y luego le pagó.
Pero bueno, el caso es que ese día nos quedamos a las puertas después de haber esperado en una cola de mil horas y con un humor de perros (sobre todo yo, he de confesar).
Afortunadamente, Raúl tenía un plan B muy chulo. El parque Beihai. Aunque y no se lo puse fácil durante el camino que nos llevó hasta él. Entre que Daniel estaba muy revoltoso y mi decepción había sido muy grande, nos pasamos un buen rato discutiendo. Hasta que nos dimos cuenta de que un grupo bastante numeroso de turistas locales nos estaban grabando y haciendo fotos sin ningún disimulo.
La situación era tan surrealista que nos entró la risa y ellos se lo tomaron como una señal para acercarse y hacerse fotos con nosotros. "¡Ahora ya sé lo que sienten los famosos!", repetía el mayor encantado. A Iván no le hizo tanta gracia porque es tímido, pero posaba al lado de los niños que se lo pedían con una sonrisa forzada y lanzándome miraditas de "cuando nossss vamossss".
Eso lo solucionó el padre, que se cansó rápido y nos puso las pilas a todos para llegar al parque mientras decía adiós con la mano y muy sonriente al grupo de turistas.
Ya desde fuera estaba claro que el parque nos iba a gustar a todos. Y cuando entramos ya lo flipamos, era una pasada de bonito. Lo que más llamaba la atención era la gran isla del lago central a la que se accedía por un puente. Anda que tardamos en cruzarlo. Lo que no nos hizo ya tanta gracia fueron la retahíla de escaleras que nos encontramos a continuación, pero pintaba tan bien que ¡hala! ¡no hay dolor! para arriba.
En la cima estaba la dagoba blanca que se construyó para conmemorar la visita del Dalai Lama por lo años cincuenta y es impresionante. Para acceder a ellas pasas por unos templos budistas que a nuestros ojos son muy curiosos.
Nosotros intentábamos pasar con mucho silencio y respeto porque habían muchos creyentes orando, pero con los niños tan emocionados a veces la cosa se nos complicaba. Menos mal que parecían estar acostumbrados y no miraban mal a los turistas bulliciosos, algunos no tan niños.
Cuando recorrimos la islita, que tenía unas vistas magníficas, y nos tomamos un helado para reponer fuerzas, decidimos dar una vuelta por el resto del parque. Es enorme y no lo vimos entero, pero sí disfrutamos de su diseño ornamental, del lago y del animado ambiente. Los chinos hacen mucha vida en los parques y da gusto verlos: hacen deporte, bailan, se relajan, juegan, hacen taichi, artes marciales... y el que quiera se puede unir.
Nos quedaron por ver muchas cosas. Entre ellas el Muro de los Nueve Dragones, muy parecido al que hay en la Ciudad Prohibida, pero como pensábamos entrar antes o después al recito imperial, lo perdonamos en aras del agotador cansancio que llevábamos encima.
Mucha gente le pide al hotel que se las pille o las compra por medio de una agencia online porque la web oficial está en chino. Además, tienes que tener cuenta en un banco chino para poder pagarlas. Un rollo. Creo que Raúl le pidió a alguien de allí que se las comprara y luego le pagó.
Pero bueno, el caso es que ese día nos quedamos a las puertas después de haber esperado en una cola de mil horas y con un humor de perros (sobre todo yo, he de confesar).
Afortunadamente, Raúl tenía un plan B muy chulo. El parque Beihai. Aunque y no se lo puse fácil durante el camino que nos llevó hasta él. Entre que Daniel estaba muy revoltoso y mi decepción había sido muy grande, nos pasamos un buen rato discutiendo. Hasta que nos dimos cuenta de que un grupo bastante numeroso de turistas locales nos estaban grabando y haciendo fotos sin ningún disimulo.
La situación era tan surrealista que nos entró la risa y ellos se lo tomaron como una señal para acercarse y hacerse fotos con nosotros. "¡Ahora ya sé lo que sienten los famosos!", repetía el mayor encantado. A Iván no le hizo tanta gracia porque es tímido, pero posaba al lado de los niños que se lo pedían con una sonrisa forzada y lanzándome miraditas de "cuando nossss vamossss".
Eso lo solucionó el padre, que se cansó rápido y nos puso las pilas a todos para llegar al parque mientras decía adiós con la mano y muy sonriente al grupo de turistas.
Guardianes celestiales que protegen a los edificios |
En la cima estaba la dagoba blanca que se construyó para conmemorar la visita del Dalai Lama por lo años cincuenta y es impresionante. Para acceder a ellas pasas por unos templos budistas que a nuestros ojos son muy curiosos.
Nosotros intentábamos pasar con mucho silencio y respeto porque habían muchos creyentes orando, pero con los niños tan emocionados a veces la cosa se nos complicaba. Menos mal que parecían estar acostumbrados y no miraban mal a los turistas bulliciosos, algunos no tan niños.
Cuando recorrimos la islita, que tenía unas vistas magníficas, y nos tomamos un helado para reponer fuerzas, decidimos dar una vuelta por el resto del parque. Es enorme y no lo vimos entero, pero sí disfrutamos de su diseño ornamental, del lago y del animado ambiente. Los chinos hacen mucha vida en los parques y da gusto verlos: hacen deporte, bailan, se relajan, juegan, hacen taichi, artes marciales... y el que quiera se puede unir.
Nos quedaron por ver muchas cosas. Entre ellas el Muro de los Nueve Dragones, muy parecido al que hay en la Ciudad Prohibida, pero como pensábamos entrar antes o después al recito imperial, lo perdonamos en aras del agotador cansancio que llevábamos encima.
viernes, 25 de octubre de 2019
La trastienda, el Escape Room de La Vaguada
En el centro comercial La Vaguada han puesto una actividad muy chula y muy acorde con el Halloween que se nos viene encima: un Escape Room al que han llamado La Trastienda. ¿Qué está pasando allí? Si quieres averiguarlo tendrás que entrar, pero lo difícil va a ser salir.
Para poder reservar para una hora o día tienes que presentar uno o varios tickets de compra cuyo resultado final sea un desembolso de 50 euros. Los grupos pueden ser de 3 a 6 participantes y la actividad dura unos 20 minutos y es divertidísima.
Nosotros fuimos con un grupo de amigos que incluían niños. Se lo pasaron muy bien, pero el escaso tiempo hizo que tampoco pudieran participar mucho, porque hacia el final lo que primaba era la velocidad. Aunque sí es verdad que les encantó la actividad, aunque sólo fuera por ver la ambientación de la sala. Como éramos 10, nos dividimos lo más equitativamente posible en dos grupos de 5 y, en el caso de nuestro grupo, les pedimos a los niños que buscaran pistas por toda la habitación. ¡Y encontraron muchas!
¡Anda que no habían candados que abrir! Muchísimos. No lo conseguimos por muy poco, pero nos fuimos con la experiencia de haber pasado un rato diferente y muy emocionante.
Se puede disfrutar del Escape room hasta el 6 de noviembre y es muy recomendable. Teniendo en cuenta que tampoco es tan raro que te gastes 50 euros, y más, en el hipermercado del centro comercial, se puede decir que te regalan la actividad. Se la han currado muchísimo y no dejan que te aburras ni te bloquees en ningún momento porque tevan chivando pistas por los altavoces.
Los que consiguen salir a tiempo entran en sorteos muy chulos. Tenéis toda la información en su web.
Para poder reservar para una hora o día tienes que presentar uno o varios tickets de compra cuyo resultado final sea un desembolso de 50 euros. Los grupos pueden ser de 3 a 6 participantes y la actividad dura unos 20 minutos y es divertidísima.
Nosotros fuimos con un grupo de amigos que incluían niños. Se lo pasaron muy bien, pero el escaso tiempo hizo que tampoco pudieran participar mucho, porque hacia el final lo que primaba era la velocidad. Aunque sí es verdad que les encantó la actividad, aunque sólo fuera por ver la ambientación de la sala. Como éramos 10, nos dividimos lo más equitativamente posible en dos grupos de 5 y, en el caso de nuestro grupo, les pedimos a los niños que buscaran pistas por toda la habitación. ¡Y encontraron muchas!
¡Anda que no habían candados que abrir! Muchísimos. No lo conseguimos por muy poco, pero nos fuimos con la experiencia de haber pasado un rato diferente y muy emocionante.
Se puede disfrutar del Escape room hasta el 6 de noviembre y es muy recomendable. Teniendo en cuenta que tampoco es tan raro que te gastes 50 euros, y más, en el hipermercado del centro comercial, se puede decir que te regalan la actividad. Se la han currado muchísimo y no dejan que te aburras ni te bloquees en ningún momento porque tevan chivando pistas por los altavoces.
Los que consiguen salir a tiempo entran en sorteos muy chulos. Tenéis toda la información en su web.
miércoles, 23 de octubre de 2019
Daniel quiere cocinar la cena
"Mamá, esta noche hago la cena yo, pero nada de sandwiches, ni cosas fáciles. Yo quiero cocinar, cocinar", me soltó el mayor el sábado.
"¿Y qué quieres hacer exactamente?", le pregunté yo encantada de no ser yo quien hiciera la cena, pero temerosa de un final que incluya llamada a los bomberos.
"Pasta con tomate. Pero yo la pongo a hervir y todo, eeeeh", me dejó claro. Bueno, pasta con tomate no es lo que yo llamo una receta difícil, pero no me hacía nada de gracia que se acercara al fuego.
Al verme dudar el padre de las criaturas intervino y me aseguró que él se encargaba de que la aventura culinaria llegara a buen puerto.
Pues si yo no tengo que cocinar ni estar pendiente del joven cocinero que podía objetar. Nada de nada. Dejé a ambos caballeros a cargo del menú de esa noche y me dediqué a adelantar tareas, mientras el más pequeño jugaba tan feliz.
Al rato ya me venía a buscar Daniel. "Oye, que estoy pensando que podrías grabarme y hacerme fotos y subirlo a tu blog". Me quedé ojiplática. Jolín que claro tiene lo de mi blog, "Es que es la primera vez que vaya cocinar yo solo con la vitrocerámica, ¡es un momento histórico!", bueno, si nos ponemos así...
Pues yo que me las prometía tan felices, cogí el móvil y le hice de cámara y fotógrafa. Y no veas que exigente el niño, que si graba esto, que si graba lo otro, que si acerca la imagen, que si ¿estás haciendo fotos, mamá?
Y yo amén.
La receta al final fue pasta casera con panceta, setas, cebollas, cayena y tomate. ¡Estaba buenísima! Por mí que cocine cuando quiera.
"¿Y qué quieres hacer exactamente?", le pregunté yo encantada de no ser yo quien hiciera la cena, pero temerosa de un final que incluya llamada a los bomberos.
"Pasta con tomate. Pero yo la pongo a hervir y todo, eeeeh", me dejó claro. Bueno, pasta con tomate no es lo que yo llamo una receta difícil, pero no me hacía nada de gracia que se acercara al fuego.
Al verme dudar el padre de las criaturas intervino y me aseguró que él se encargaba de que la aventura culinaria llegara a buen puerto.
Pues si yo no tengo que cocinar ni estar pendiente del joven cocinero que podía objetar. Nada de nada. Dejé a ambos caballeros a cargo del menú de esa noche y me dediqué a adelantar tareas, mientras el más pequeño jugaba tan feliz.
Al rato ya me venía a buscar Daniel. "Oye, que estoy pensando que podrías grabarme y hacerme fotos y subirlo a tu blog". Me quedé ojiplática. Jolín que claro tiene lo de mi blog, "Es que es la primera vez que vaya cocinar yo solo con la vitrocerámica, ¡es un momento histórico!", bueno, si nos ponemos así...
Pues yo que me las prometía tan felices, cogí el móvil y le hice de cámara y fotógrafa. Y no veas que exigente el niño, que si graba esto, que si graba lo otro, que si acerca la imagen, que si ¿estás haciendo fotos, mamá?
Y yo amén.
La receta al final fue pasta casera con panceta, setas, cebollas, cayena y tomate. ¡Estaba buenísima! Por mí que cocine cuando quiera.