Con la veda de los paseos familiares abierta, nos encontramos con otro problemilla cuarentenil: minimizar los riesgos.
Tenemos dos opciones: seguir encerrados en casa o prepararnos muy bien para salir (mascarilla, guantes y niños aleccionados).
La primera opción la descartamos rápido. Mis hijos no son tontos y si ven niños en la calle por la ventana me van a preguntar y van a querer sumarse a la fiesta del paseo.
La segunda se nos volvió complicada. Días antes de que dejaran salir a los niños, me recorrí unas cuantas farmacias y en ninguna pudieron abastecerme de mascarillas infantiles. Se ve que la medida les había pillado un poco por sorpresa.
Así que llegó el domingo y no había conseguido nada del equipo necesario. La abuela de los niños (más previsora que yo), me ofreció guantes y mascarillas, pero de adultos. Mejor eso que nada.
Allá que fueron los peques con el padre a recogerlos en plan película de espionaje (afortunadamente viven justo a un kilómetro de casa). Les pusimos las bragas cubriéndoles la boca y nariz a modo de mascarilla improvisada, ya que no teníamos otros medios más eficaces, pero sin mucha confianza en esta medida improvisada. Según me contaron la escena de la recogida transcurrió así:
Raúl: "Nos acercamos al objetivo. No toquéis nada. Yo iré de avanzadilla para abriros las puertas empujando con la manga de mi jersey. Ahora procederemos a llamar a la abuela para avisar que ya estamos aquí"
(Raúl saca el móvil del bolsillo. Daniel lo intercepta)
Daniel: "Yo quiero llamar a la abuela, yo"
Iván: "Yo también quiero, yo también"
(Raúl marca el número y les acerca el móvil a ambos)
Raúl: "Venga, los dos".
(Cuando la abuela conteste, los dos niños hablan a gritos a la vez)
Daniel: "¡¡Bajaaaa abuelaaaa!!"
Iván: "¡¡Ya estamos aquíiii!!"
(Raúl recupera el control del móvil).
Raúl: "Entramos en el portal en cinco minutos más o menos".
Abuela: "Vale, bajo a dejaros el paquete".
(Los tres intrépidos agentes entran en el portal. En uno de los sofás ven el paquete que tienen que recoger y en la esquina más alejada ven a la abuela bien protegida con doble capa de guantes y mascarilla homologada (o no) comprada en la farmacia).
Niños: "Abuelaaaa, holaaaaa".
Raúl. "¡Quietos paraos! ¿Pero mamá, qué haces aquí? Se suponía que nos dejabas el paquete y te ibas".
(La abuela ni se inmuta)
Abuela: "Ya, ya, pero quería veros, ¡qué pasa! Si estamos a la distancia reglamentaria. ¿Que tal niños?"
(Los niños ignoran la pregunta de la abuela porque han fijado su atención en el objetivo de la misión).
Daniel: "Yo lo cojooooo"
Iván: "No, yooooo"
(Los niños hacen un amago de echar a correr en clara competición para hacerse con el paquete (en realidad una bolsa), pero Raúl es más rápido y les agarra por el brazo en el último segundo).
Raúl: Eeeeh, ¿dónde váis? A ver, despacito y sin tocar nada más que la bolsa. Y sin acercaros a la abuela. Primero uno, viene, vuelve, lo deja de nuevo en el sofá del portal. Luego el otro, que lo coja y ya nos lo llevamos.
(Los niños se preparan para llevar a cabo la arriesgada misión con reparto equitativo y absurdo de tareas en pro de minimizar los conflictos fraternales mientras la abuela los despista sin querer con sus preguntas y comentarios. Se juegan mucho. Hay algunos momentos de tensión, sobre todo cuando Daniel tropieza y casi toca la mesita, pero al final lo logran y el paquete ya está en manos del espía jefe, digooo, Raúl).
Raúl: "Ale, misión cumplida. Corriendo a casita"
Niños: "Nooooooo"
Abuela: "Me subo corriendo para asomarme a la ventana y que me digáis adiós"
Raúl: "Si te vamos a decir adiós ahora y..."
(Mirada asesina de niños y abuela)
Raúl: "Vaaaaale"
(El comando mascarilla sale del portal, espera pacientemente que la abuela se asome a la ventana, agitan sus manos en señal de despedida y enfilan camino a casa para presentar el informe de la misión a la jefa de la agencia).
Como ya se lo habían comunicado a la jefa de la agencia, osea yo, la mascarillas eran para adultos. Los peques sólo han salido un par de veces más desde entonces. En esas ocasiones les he preparado mejor, pero hemos tenido problemas con la talla de las mascarillas. A Daniel, incluso se le cayó una al suelo, inutilizándola por completo. Supongo que muchos están en la misma situación que yo, así que cuando recibí el email de Mr Broc me pareció muy interesante y decidí hablar de él en esta entrada.
Esta empresa de regalos personalizados ha puesto a la venta simpáticas mascarillas infantiles solidarias. El 30% de los beneficios de las ventas se destinarán a la donación de las mismas a farmacias que abastecen a familias vulnerables. Además tienen otro objetivo solidario, también muy urgente, reactivar las pequeñas economías y garantizar empleos de los pequeños talleres artesanos que, con esta crisis, corren el riesgo de desaparecer.
Los dibujos infantiles con los que están decoradas las mascarillas consiguen que los niños se las pongan con mejor ánimo (algo así como lo que ocurre con las tiritas, que, para ellos, son más eficaces si tienen fotos de gatitos que si son aburridamente marroncitas). No están homologadas, ni sirven como EPIS, pero sí que siguen las recomendaciones del Ministerio de Sanidad en cuanto a la confección de mascarillas higiénicas para servir como barrera de protección y disminuir el riesgo de contagio. Algo muy importante teniendo en cuenta que los niños son uno de los principales riesgos de contagio. Además, se pueden usar muchas veces porque son lavables. Doy fe, que esto es lo más cómodo en esta situación, nosotros tenemos una mascarilla decorada con motivos de Los Vengadores que compramos como souvenir este verano en Pekín, pensando en que se iba a morir de asco en un cajón, y no veáis el uso que le estoy dando.
Independientemente a esta iniciativa, la empresa ha puesto en marcha un crowdfunding orientado a la labor de abastecer de mascarillas infantiles a familias necesitadas en el que se recaudan donaciones que se invertirán en cubrir los costes de confección de las mascarillas en talleres locales, mientras que Mr Broc cubrirá los gastos del resto de los costes (tejidos, impresión, sublimación, distribución... ).
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jueves, 30 de abril de 2020
lunes, 27 de abril de 2020
Mazmorreo sin fin o sobrevivir a la cuarentena con la cordura intacta
Mi casa cada mañana, con miles de frentes abiertos |
"¡A la ducha!" "Noooooo" |
Y en nuestro próximo paso para volver loca a mamá... |
¡¡¡Atrás pelusas del infierno!!! |
Y ésto es una bisectriz... |
¡¡¡El quéeeee!!! |
Además, hemos tenido muchos cuentos roleados. Que para eso sólo necesitamos nuestra imaginación. Pero sobre todo por parte de los peques, porque yo estoy tan cansada últimamente que la cabeza no me da para mucho. Estoy en modo meter los calcetines en la nevera y esas cosas.
El máster de esta casa quiero ser YO |
Lo llevas claro majo. En esta casa manda MAMÁ. Gruaaaarl |
¡Cuidado! ¡Una mamá histérica descontrolada! |
"¡Que os pongáis a estudiar!" "¡Socorrooo!" |
Lucha de reproches, críticas y exigencias... la más dura de todas las batallas |
Mamáaaa, No encuentro mi lápiz de minions. Lo necesitooo, yaaaa |
Afortunadamente, sí que le estamos dando un repaso a los juegos de mesa y juguetes medio olvidados entre el caos que suele imperar casi todo el tiempo en mi hogar (por mucho que yo me empeñe en ordenar, las cosas de mi casa tienden al caos como si tuvieran vida propia).
Y entonces la liamos parda y... A ver, tira los dados |
"Que yo quiero ver Mascotas" "¡El circo del sol!" "¡¡Naruto foreveeeer!!" |
Marchando un castigazo |
Y seguiremos enfrentándonos a horrores innombrables |
viernes, 24 de abril de 2020
Los diarios de Tony Lynx: El libro del Poder
¡Menuda joya de la literatura de aventuras ha caído en nuestras manos! Nos ha tenido a toda la familia fascinada durante esta semana. ¡Incluso al cabeza de familia! El libro del poder es el primer tomo de la colección Los diarios de Tony Lynx. Es un libro para disfrutar con tranquilidad, sin prisas y poniendo las neuronas grises a trabajar a tope.
El protagonista, Tony Lynx, nos invita a acompañarle en una aventura alucinante y la mar de emocionante a través de su diario, que ha elaborado a partir de la información que ha ido recopilando durante su peligrosa búsqueda junto a Rose Abbey, otra exploradora incansable.
La forma en que el autor, Miguel Griot, narra la historia es magistral y engancha desde el primer momento. En nuestra opinión ha logrado plasmar a la perfección el carácter y personalidad de nuestro intrépido y temerario protagonista. Otro punto a su favor es el extenso vocabulario que utiliza, cuyo significado se suele sacar fácilmente por el contexto. Es una forma muy sutil de ampliar el vocabulario de los niños. Mis peques me preguntaron un par de palabras, pero el resto las entendieron siguiendo el hilo de los acontecimientos.
Desde luego, logra llamar la atención del lector con cada frase. Sobre todo a los niños con alma de detectives (y no tan niños). Las múltiples imágenes que vamos encontrando son maravillosas, llenas de detalles y suaves colores. Me encanta el estilo de Álvaro Ortiz, el ilustrador, con esas líneas esquemáticas muy definidas, pero a la vez extremadamente detallistas.
En cada capítulo encontramos un texto con la solución al enigma anterior, la continuación del relato de las aventuras y la presentación del siguiente enigma acompañada de una imagen que tendremos que estudiar detenidamente para dar con la solución al problema que nos plantean. Nos hemos pegado un buen rato en cada capítulo picados por encontrar las piezas claves. Algunos costaban más, otros menos y algunos no los hemos resuelto satisfactoriamente, pero no pasábamos de página sin tener al menos una teoría en nuestras cabezas.
Es un libro perfecto para la lectura personal, pero también para leerlo en familia. La editorial lo recomienda para niños entre 10 y 12 años, pero Iván, de 8 años, no tuvo ningún problema en seguir la trama. Y, muchas veces, fue el que nos dio la clave al resto para resolver el enigma de turno. Es un niño muy reflexivo, no como los ansias de su hermano y su madre, y eso viene muy bien para detectar ciertos detalles.
Como digo, nosotros lo leímos en familia y lo pasamos genial, aunque no creáis que fue más fácil con tres mentes pensantes. Seguramente tardamos más en leerlo que si lo hubiéramos hecho por separado. Primero leía yo el texto del capítulo mientras ellos escuchaban atentamente. Luego nos poníamos a pensar en la solución al enigma en silencio, cada uno por su lado.
El siguiente paso era poner en común las diferentes teorías que se nos habían ocurrido por turnos y debatirlas (algunas eran altamente imaginativas e imposibles, ya os lo digo yo, que estos niños me dejan flipando muchas veces). A veces estábamos todos de acuerdo, y a veces no. Cuando había desacuerdo era más emocionante, porque leíamos la solución con mucha más intriga por ver quién había acertado, a veces ninguna, y a veces un pequeña parte de cada teoría formaba parte de la solución final.
Un tarde, no encontrábamos el libro por ninguna parte. Ya me estaba desesperando, cuando Iván nos gritó desde el dormitorio principal que ya había dado con él. ¡Lo tenía el padre de las criaturas! "Esto es muy difícil", murmuraba mientras se exprimía el cerebro buscando las pistas. Huelga decir que no nos lo devolvió hasta que tuvo que ponerse a hacer otras tareas pendientes. Desde entonces tuvimos que compartirlo con él, que también se picó a resolver toda la aventura.
Voy a añadir que además de la estructura principal, que ya he explicado, el libro tiene alguna sorpresa extra, que nos han encantado y ha hecho que la diversión se multiplicara exponencialmente. Este libro ha pasado a ser de nuestros preferidos y estamos deseando que Tony Lynx nos invite a correr con él su próxima aventura.
Os dejo el link al primer capítulo, que tiene la editorial SM gratis en su web.
El protagonista, Tony Lynx, nos invita a acompañarle en una aventura alucinante y la mar de emocionante a través de su diario, que ha elaborado a partir de la información que ha ido recopilando durante su peligrosa búsqueda junto a Rose Abbey, otra exploradora incansable.
La forma en que el autor, Miguel Griot, narra la historia es magistral y engancha desde el primer momento. En nuestra opinión ha logrado plasmar a la perfección el carácter y personalidad de nuestro intrépido y temerario protagonista. Otro punto a su favor es el extenso vocabulario que utiliza, cuyo significado se suele sacar fácilmente por el contexto. Es una forma muy sutil de ampliar el vocabulario de los niños. Mis peques me preguntaron un par de palabras, pero el resto las entendieron siguiendo el hilo de los acontecimientos.
Desde luego, logra llamar la atención del lector con cada frase. Sobre todo a los niños con alma de detectives (y no tan niños). Las múltiples imágenes que vamos encontrando son maravillosas, llenas de detalles y suaves colores. Me encanta el estilo de Álvaro Ortiz, el ilustrador, con esas líneas esquemáticas muy definidas, pero a la vez extremadamente detallistas.
En cada capítulo encontramos un texto con la solución al enigma anterior, la continuación del relato de las aventuras y la presentación del siguiente enigma acompañada de una imagen que tendremos que estudiar detenidamente para dar con la solución al problema que nos plantean. Nos hemos pegado un buen rato en cada capítulo picados por encontrar las piezas claves. Algunos costaban más, otros menos y algunos no los hemos resuelto satisfactoriamente, pero no pasábamos de página sin tener al menos una teoría en nuestras cabezas.
Es un libro perfecto para la lectura personal, pero también para leerlo en familia. La editorial lo recomienda para niños entre 10 y 12 años, pero Iván, de 8 años, no tuvo ningún problema en seguir la trama. Y, muchas veces, fue el que nos dio la clave al resto para resolver el enigma de turno. Es un niño muy reflexivo, no como los ansias de su hermano y su madre, y eso viene muy bien para detectar ciertos detalles.
Como digo, nosotros lo leímos en familia y lo pasamos genial, aunque no creáis que fue más fácil con tres mentes pensantes. Seguramente tardamos más en leerlo que si lo hubiéramos hecho por separado. Primero leía yo el texto del capítulo mientras ellos escuchaban atentamente. Luego nos poníamos a pensar en la solución al enigma en silencio, cada uno por su lado.
El siguiente paso era poner en común las diferentes teorías que se nos habían ocurrido por turnos y debatirlas (algunas eran altamente imaginativas e imposibles, ya os lo digo yo, que estos niños me dejan flipando muchas veces). A veces estábamos todos de acuerdo, y a veces no. Cuando había desacuerdo era más emocionante, porque leíamos la solución con mucha más intriga por ver quién había acertado, a veces ninguna, y a veces un pequeña parte de cada teoría formaba parte de la solución final.
Un tarde, no encontrábamos el libro por ninguna parte. Ya me estaba desesperando, cuando Iván nos gritó desde el dormitorio principal que ya había dado con él. ¡Lo tenía el padre de las criaturas! "Esto es muy difícil", murmuraba mientras se exprimía el cerebro buscando las pistas. Huelga decir que no nos lo devolvió hasta que tuvo que ponerse a hacer otras tareas pendientes. Desde entonces tuvimos que compartirlo con él, que también se picó a resolver toda la aventura.
Voy a añadir que además de la estructura principal, que ya he explicado, el libro tiene alguna sorpresa extra, que nos han encantado y ha hecho que la diversión se multiplicara exponencialmente. Este libro ha pasado a ser de nuestros preferidos y estamos deseando que Tony Lynx nos invite a correr con él su próxima aventura.
Os dejo el link al primer capítulo, que tiene la editorial SM gratis en su web.
jueves, 23 de abril de 2020
Pintando con café y con acuarelas...
Ayer, estaba Daniel viendo su franja horaria de Educlan, cuando vino a buscarme con ojillos brillantes. "Mamáaaa, hay una actividad de plástica super chula que quiero hacer. Y como es de plástica hay que hacerla eeeeeh. Hoy. ¿Puede ser ahora?". Pues no, no podía ser ahora. Desde que han empezado temas nuevos y hay que explicarles, corregirles, explicarles los fallos, resolver sus dudas... Las mañanas se han convertido en un infierno de estrés. Y ya no dan para tanto. A Daniel siempre le quedan tareas para la tarde. Aunque les he dicho que Educlan es optativo, los peques no lo perdonan, así que entre esa hora y la media hora larga de gimnasia la mañana se nos queda demasiado corta para todo lo que tiene que hacer, normal.
El caso es que Daniel estaba deseando ponerse a pintar con café, como había visto en su sesión de tele educativa. Y no sólo eso. Tambiçen quería hacer un vídeo a cámara rápida del proceso. Con mucha paciencia logré que volviera a sus actividades de mates de bisectrices, ángulos y segmentos y postergara su deseada actividad cuando acabara con sus tareas. Mi argumento lapidario fue que eso de la pintura con café había que investigarlo antes.
Y así lo hice. En unos minutitos me enteré que para conseguir diferente tonos de café hay que hacer un par de cosas. Para tonos más oscuros, hervir el café. Así se evapora el agua. Cuanto más lo hiervas más negro pintarás. Y para aclararlo, tan sólo tienes que añadir agua, pero poca que si no pintas transparente, aunque el líquido sea color café.
Preparamos el tema esa misma tarde e invitamos a Iván, pero el más pequeño de la casa se había preparado un ambiente chill out para leer cómodamente en su habitación y declinó nuestra oferta. Se ve que eso de tumbarse en la cama es poco cool y ahora hay que acolchar la habitación para mayor comodidad. ¡No dejó un trozo de suelo libre! Pero no me voy a quejar, que estuvo toda la tarde leyendo y con eso ya vale la pena toda forma de caos.
Volviendo al mayor, montamos un tinglado tremendo para conseguir que la cámara del móvil grabara el papel de forma fija. Utilizamos un flexo, limpiapipas para asegurar el móvil y cajas para equilibrar el flexo y que no se cayera hacia delante por el peso del móvil. Preparamos las diferentes texturas de café hirviendo y añadiendo agua, hasta que tuvimos las cuatro tonalidades que quería el niño. Buscamos cartulinas, pinceles de diferente grosor, servilletas que siempre vienen bien en este tipo de actividades... Vamos que entre la habitación del peque y el lío del salón tenía la casa para un cuadro.
En fin, el chiquillo comenzó su vídeo tan feliz pintando un cuadro de café en una cartulina azul. Cuando terminó su obra maestra la estuvimos secando con secador tal y como aconsejaban en internet para que no saliera moho.
Luego se le ocurrió que lo del café estaba muy bien, pero que a él le gustaban más los colores de las acuarelas, así que busqué las pinturas y se las di para un segundo vídeo. Cuando lo finalizó volvió a buscarme porque se le había ocurrido otra "genial idea". "Mamiiii, quiero hacer un directo en Instagram como los de la chica de Parte del Arte!". Buuuf, no creáis que me hacía mucha gracia. Parte del Arte es un empresa que organiza clases y visitas culturales muy chulas. Con esto de la cuarentena están haciendo un directo semanal comentando alguna obra de arte o hablando con artistas contemporáneos muy chulos. Daniel se ha aficionado a estos directos, le encantan.
Pues el caso es que tanto me comió la oreja que acabé cediendo. Total, tendría suerte si se conectada alguien, o eso pensé. La aleccioné una vez más sobre los peligros de internet, la prohibición de dar datos personales, etc, etc y le preparé el directo de Instagram. Me costó un poco porque era el primero que se iba a hacer desde mi cuenta, pero al final estuvo todo listo y nada más empezar se le conectaron un par de familiares, así que los dos contentos.
Éste niño tiene un afán de protagonismo ilimitado, así que estaba en su salsa. Yo me pasaba cada dos minutos a ver qué estaba haciendo por si acaso. Con lo que tampoco me cundió mucho, la verdad. Pero bueno, todo sea por la ilusión del niño. Se veía que lo estaba disfrutando. Se le conectaban y desconectaban personas todo el rato y él tan feliz. Creo que llegó a tener cuatro personas a la vez. Encima le iban sugiriendo qué dibujar en su siguiente obra. Luego me explicó que le habían pedido un dragón, un barco pirata, la Tierra (porque ayer fue el día de la Tierra) y un libro (porque hoy es el día del libro).
Mención especial a Elena, de La bolsa mágica, a la que agradezco de corazón que se conectara al directo del peque y le diera todos esos truquitos tan chulos a la hora de pintar. Luego me los estuvo contando la mar de emocionado.
Le ha gustado tanto la experiencia que luego a la cena quería hacer otro directo cocinando, pero ahí ya me puse dura y le dije que de eso nada. Que esto no es jauja Danielillo y yo no puedo invertir cada minuto de mi día en tus ideas geniales. El caso es que me había pedido hacer él la cena y yo accedí encantada. Sólo tuve que cocerle los huevos para que él se encargara de rellenarlos con la yema, atún y tomate frito. Eso de ir a mesa puesta no tiene precio.
El caso es que Daniel estaba deseando ponerse a pintar con café, como había visto en su sesión de tele educativa. Y no sólo eso. Tambiçen quería hacer un vídeo a cámara rápida del proceso. Con mucha paciencia logré que volviera a sus actividades de mates de bisectrices, ángulos y segmentos y postergara su deseada actividad cuando acabara con sus tareas. Mi argumento lapidario fue que eso de la pintura con café había que investigarlo antes.
Y así lo hice. En unos minutitos me enteré que para conseguir diferente tonos de café hay que hacer un par de cosas. Para tonos más oscuros, hervir el café. Así se evapora el agua. Cuanto más lo hiervas más negro pintarás. Y para aclararlo, tan sólo tienes que añadir agua, pero poca que si no pintas transparente, aunque el líquido sea color café.
Preparamos el tema esa misma tarde e invitamos a Iván, pero el más pequeño de la casa se había preparado un ambiente chill out para leer cómodamente en su habitación y declinó nuestra oferta. Se ve que eso de tumbarse en la cama es poco cool y ahora hay que acolchar la habitación para mayor comodidad. ¡No dejó un trozo de suelo libre! Pero no me voy a quejar, que estuvo toda la tarde leyendo y con eso ya vale la pena toda forma de caos.
Volviendo al mayor, montamos un tinglado tremendo para conseguir que la cámara del móvil grabara el papel de forma fija. Utilizamos un flexo, limpiapipas para asegurar el móvil y cajas para equilibrar el flexo y que no se cayera hacia delante por el peso del móvil. Preparamos las diferentes texturas de café hirviendo y añadiendo agua, hasta que tuvimos las cuatro tonalidades que quería el niño. Buscamos cartulinas, pinceles de diferente grosor, servilletas que siempre vienen bien en este tipo de actividades... Vamos que entre la habitación del peque y el lío del salón tenía la casa para un cuadro.
En fin, el chiquillo comenzó su vídeo tan feliz pintando un cuadro de café en una cartulina azul. Cuando terminó su obra maestra la estuvimos secando con secador tal y como aconsejaban en internet para que no saliera moho.
Luego se le ocurrió que lo del café estaba muy bien, pero que a él le gustaban más los colores de las acuarelas, así que busqué las pinturas y se las di para un segundo vídeo. Cuando lo finalizó volvió a buscarme porque se le había ocurrido otra "genial idea". "Mamiiii, quiero hacer un directo en Instagram como los de la chica de Parte del Arte!". Buuuf, no creáis que me hacía mucha gracia. Parte del Arte es un empresa que organiza clases y visitas culturales muy chulas. Con esto de la cuarentena están haciendo un directo semanal comentando alguna obra de arte o hablando con artistas contemporáneos muy chulos. Daniel se ha aficionado a estos directos, le encantan.
Pues el caso es que tanto me comió la oreja que acabé cediendo. Total, tendría suerte si se conectada alguien, o eso pensé. La aleccioné una vez más sobre los peligros de internet, la prohibición de dar datos personales, etc, etc y le preparé el directo de Instagram. Me costó un poco porque era el primero que se iba a hacer desde mi cuenta, pero al final estuvo todo listo y nada más empezar se le conectaron un par de familiares, así que los dos contentos.
Éste niño tiene un afán de protagonismo ilimitado, así que estaba en su salsa. Yo me pasaba cada dos minutos a ver qué estaba haciendo por si acaso. Con lo que tampoco me cundió mucho, la verdad. Pero bueno, todo sea por la ilusión del niño. Se veía que lo estaba disfrutando. Se le conectaban y desconectaban personas todo el rato y él tan feliz. Creo que llegó a tener cuatro personas a la vez. Encima le iban sugiriendo qué dibujar en su siguiente obra. Luego me explicó que le habían pedido un dragón, un barco pirata, la Tierra (porque ayer fue el día de la Tierra) y un libro (porque hoy es el día del libro).
Mención especial a Elena, de La bolsa mágica, a la que agradezco de corazón que se conectara al directo del peque y le diera todos esos truquitos tan chulos a la hora de pintar. Luego me los estuvo contando la mar de emocionado.
Le ha gustado tanto la experiencia que luego a la cena quería hacer otro directo cocinando, pero ahí ya me puse dura y le dije que de eso nada. Que esto no es jauja Danielillo y yo no puedo invertir cada minuto de mi día en tus ideas geniales. El caso es que me había pedido hacer él la cena y yo accedí encantada. Sólo tuve que cocerle los huevos para que él se encargara de rellenarlos con la yema, atún y tomate frito. Eso de ir a mesa puesta no tiene precio.
lunes, 20 de abril de 2020
Six fan arts
Por internet rula un reto muy chulo. Se trata de preguntar en redes sociales de qué seis caracteres famosos quieren los seguidores que dibujemos nuestra versión. Ya he visto un montón de ejemplos chulísimos. Está claro que nosotros no vamos a llegar, ni de lejos, al nivel de los maravillosos ilustradores que se han sumado el reto, pero no por ello nos vamos a achantar.
Se me ocurrió que, en vez de preguntar por redes sociales, los caracteres a dibujar los íbamos a sugerir entre nosotros. Mi idea es que cada uno de los cuatro miembros nos hiciçeramos nuestros six fan arts, pero, para empezar, el padre tiene tanto curro en su trabajo que desde el principio rechazó la actividad. Eso sí, estuvo encantado de sugerirnos nuestros personajes.
A los peques les entusiasmó la idea y se pusieron a pensar enseguida. He de reconocer que aquí hubo un profundo debate porque al que le sugeríamos personaje a veces nos estaba de acuerdo y pedía pequeñas modificaciones. Por ejemplo, a Daniel el padre le dijo Spiderman y tras una dura negociación, la cosa quedó en el castigador (que al peque le parecía más fácil de dibujar).
Estuvimos un buen rato decidiendo los personajes, poniendo reglas (como que no se podían repetir más de dos de una misma marca como son los pokemon o de las pelis del estudio Ghibli), negociando, debatiendo... Eso en el caso de los chiquillos porque yo acepté a la primera todo l que me quisieron pedir.
A final, la cosa quedó así:
- Dácil: Spock, Mike, King Kong, Goku, Gandalf y Maggie.
- Daniel: Gatobús, Cálcifer, Pikachu,Castigador, Konami y Dartacán.
- Iván: Totoro, Freezer, Superlópez, Hen, Eevee y Mike (de nuevo).
Iván y yo nos pusimos enseguida a dibujar muy entusiasmado, pero el mayor alegó que con tanto debate se había cansado de la actividad y que ya la haría más adelante porque se le acababa de ocurrir un juego y quería irse a hacerlo. Como nada de esto es obligatorio en esta casa, le dejamos ir con total libertad. Y hasta día de hoy que estamos esperando sus Six fan arts. Ya no nos quedan esperanzas de ver su gatobús. En fin...
Pero que nos quiten lo bailao, que nos lo pasamos muy bien decidiendo qué iban a pintar nuestros compañeros. Y el más peque y yo haciendo nuestros dibujitos :D
Postdata: Por fin se animó Daniel a hacer sis Six fan arts :)
Se me ocurrió que, en vez de preguntar por redes sociales, los caracteres a dibujar los íbamos a sugerir entre nosotros. Mi idea es que cada uno de los cuatro miembros nos hiciçeramos nuestros six fan arts, pero, para empezar, el padre tiene tanto curro en su trabajo que desde el principio rechazó la actividad. Eso sí, estuvo encantado de sugerirnos nuestros personajes.
A los peques les entusiasmó la idea y se pusieron a pensar enseguida. He de reconocer que aquí hubo un profundo debate porque al que le sugeríamos personaje a veces nos estaba de acuerdo y pedía pequeñas modificaciones. Por ejemplo, a Daniel el padre le dijo Spiderman y tras una dura negociación, la cosa quedó en el castigador (que al peque le parecía más fácil de dibujar).
Estuvimos un buen rato decidiendo los personajes, poniendo reglas (como que no se podían repetir más de dos de una misma marca como son los pokemon o de las pelis del estudio Ghibli), negociando, debatiendo... Eso en el caso de los chiquillos porque yo acepté a la primera todo l que me quisieron pedir.
A final, la cosa quedó así:
- Dácil: Spock, Mike, King Kong, Goku, Gandalf y Maggie.
- Daniel: Gatobús, Cálcifer, Pikachu,Castigador, Konami y Dartacán.
- Iván: Totoro, Freezer, Superlópez, Hen, Eevee y Mike (de nuevo).
Iván y yo nos pusimos enseguida a dibujar muy entusiasmado, pero el mayor alegó que con tanto debate se había cansado de la actividad y que ya la haría más adelante porque se le acababa de ocurrir un juego y quería irse a hacerlo. Como nada de esto es obligatorio en esta casa, le dejamos ir con total libertad. Y hasta día de hoy que estamos esperando sus Six fan arts. Ya no nos quedan esperanzas de ver su gatobús. En fin...
Pero que nos quiten lo bailao, que nos lo pasamos muy bien decidiendo qué iban a pintar nuestros compañeros. Y el más peque y yo haciendo nuestros dibujitos :D
Postdata: Por fin se animó Daniel a hacer sis Six fan arts :)
domingo, 19 de abril de 2020
Hielos que brillan en la oscuridad
Hace muchísimo tiempo que vi por internet esta idea y no recuerdo dónde fue, pero se ve que se me quedó anidada en el cerebro hasta que surgió la oportunidad de llevarla a cabo. Estaba segura que a mis hijos les iban a flipar los hielos que brillan en la oscuridad.
Necesitamos:
-Tónica.
- Luz ultravioleta (la que tienen los bolis que de escritura invisible, por ejemplo).
- Molde para cubitos de hielo.
- Congelador.
La primera parte la llevé a cabo yo sola porque quería que fuera una sorpresa. Cogí un molde de silicona que tenía que hacer bombones (porque el de cubitos de hielo no lo encontré por ninguna parte), lo rellené con tónica y ¡al congelador!
Luego esperé a una noche de fin de semana para darles la sorpresa tras una cena cine. Esto es importante porque entre semana se acuestan temprano para seguir una rutina y últimamente todavía no es noche cerrada.
El caso es que nada más terminar la cena cine (por cierto, vimos Juegos de guerra. Que peliculón. Los niños fliparon con lo que era la informática en los años 80), les dije que íbamos a hacer una experimento. Buscamos los bolígrafos de tinta invisible y nos encaminamos a la cocina para rescatar los hielos de tónica del congelador.
Los pusimos en vasos de agua y nos fuimos al salón a ver el efecto porque estaba más oscuro que la cocina. ¡Y fue alucinante ver los hielos brillar!
Cuanto más se derretían más brillaba el agua que los recogía. El efecto molaba mucho. Cuando se derritieron me pidieron más (en vasos con agua nueva para volver a ver el efecto desde el principio), así que fui a la cocina a prepararlo todo de nuevo.
Mientras yo estaba manos a la obra, ellos no perdieron el tiempo. Cuando volvía al salón me lo encontré flipando con los efectos de la luz ultravioleta en los objetos blancos. Aquello parecía una discoteca de esas en las que entrabas y te brillaban los dientes.
Se pasaron un buen rato yendo por toda la casa apuntando con sus linternitas ultravioleta para encontrar nuevos retazos de blanco brillante.
Moló un montón.
Al final se fueron bastante tarde a la cama, pero les encantó el experimento de los hielos que brillan en la oscuridad y el descubrimiento de que la luz ultravioleta hace brillar los objetos blancos.
Necesitamos:
-Tónica.
- Luz ultravioleta (la que tienen los bolis que de escritura invisible, por ejemplo).
- Molde para cubitos de hielo.
- Congelador.
La primera parte la llevé a cabo yo sola porque quería que fuera una sorpresa. Cogí un molde de silicona que tenía que hacer bombones (porque el de cubitos de hielo no lo encontré por ninguna parte), lo rellené con tónica y ¡al congelador!
Luego esperé a una noche de fin de semana para darles la sorpresa tras una cena cine. Esto es importante porque entre semana se acuestan temprano para seguir una rutina y últimamente todavía no es noche cerrada.
El caso es que nada más terminar la cena cine (por cierto, vimos Juegos de guerra. Que peliculón. Los niños fliparon con lo que era la informática en los años 80), les dije que íbamos a hacer una experimento. Buscamos los bolígrafos de tinta invisible y nos encaminamos a la cocina para rescatar los hielos de tónica del congelador.
Los pusimos en vasos de agua y nos fuimos al salón a ver el efecto porque estaba más oscuro que la cocina. ¡Y fue alucinante ver los hielos brillar!
Cuanto más se derretían más brillaba el agua que los recogía. El efecto molaba mucho. Cuando se derritieron me pidieron más (en vasos con agua nueva para volver a ver el efecto desde el principio), así que fui a la cocina a prepararlo todo de nuevo.
Mientras yo estaba manos a la obra, ellos no perdieron el tiempo. Cuando volvía al salón me lo encontré flipando con los efectos de la luz ultravioleta en los objetos blancos. Aquello parecía una discoteca de esas en las que entrabas y te brillaban los dientes.
Se pasaron un buen rato yendo por toda la casa apuntando con sus linternitas ultravioleta para encontrar nuevos retazos de blanco brillante.
Moló un montón.
Al final se fueron bastante tarde a la cama, pero les encantó el experimento de los hielos que brillan en la oscuridad y el descubrimiento de que la luz ultravioleta hace brillar los objetos blancos.