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lunes, 24 de mayo de 2010

Covarrubias


Daniel ha puesto por primera vez sus piececillos en el pueblo de Raúl: Covarrubias.

Y parece que le ha encantado. Que pena que una llaguita inoportuna le estropeara un poco el fin de semana. El viernes estuvo totalmente feliz. Jugando en el patio trasero con la hierba, sonriendo a las abuelas y a sus babeantes padres, haciendo monerías propias de bebés... Pero el sábado a la hora del desayuno empezaron los problemas. Se abalanzó con el hambre habitual hacia el biberón, pero al segundo sorbo se puso a llorar como un energúmeno y ya no hubo manera humana de que bebiera más leche. Lo tranquilizamos como pudimos y me lo llevé a dar una vuelta. Nos recorrimos el pueblo en nada de tiempo, porque, la verdad, es que es muy pequeñito. Nos sentamos en un banco y se dedicó a mirar a la gente pasar con mucho interés.

A la hora de la comida se repitió la misma escena que por la mañana. El niño buscaba la cuchara llena de puré con ansia, pero a los dos tragos volvieron los lloros. Mi preocupación iba en aumento. El niño tenía hambre, pero algo le impedía comer (más tarde me enteré por la pediatra que era a causa de una llaguita y que todo lo hubiéramos solucionado dándole el milagroso apiretal "quita dolores de todo tipo". Pero es que yo soy anti medicamentos y menos sin el visto bueno de un especialista).

Así se pasó todo el sábado y parte del domingo. Y yo cada vez más angustiada por el estómago vacío de mi pequeñin. Como tenía hambre no podía dormir así me que dió dos noches toledanas.
Aún así se le veía bien en los intérvalos entre comida y comida. Lo llevamos a recorrer el pueblo y a tomar una cervecita (nosotros, no él. Evidentemente). Conoció a unos amigos y estuvo de lo mas sociable con ellos. Parece que le gustó la experiencia, pero yo acabé agotada por culpa de la llaguita de las narices. Menos mal que el lunes todo volvió a la normalidad y ya come tan a gusto, como siempre.

Un hecho destacable es que el sábado estrenamos un cacharrejo nuevo para bebés que consiste en una redecilla donde se le pone el alimento sólido que se desee y el niño lo chupa sin peligro de atragantarse. ¡Un inventazo! Le pusimos judías verdes con ajito y pimentón, que había hecho la abuela Paca para comer y no veas como las disfrutó. Se le oía sorber con deleite. Y parece que no le hacía daño.

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