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martes, 6 de julio de 2010

Al agua patos






A este niño le gusta más el agua que a un pececito. Hacía tiempo que lo quería llevar a la piscina, pero nunca veía el momento. Un día de mucho calor me decidí y me acerqué al polideportivo que tengo cerca de casa. Allí me informé de las clases de matronatación y de todos los precios de sus servicios. La verdad es que es bastante completo, pero sus clases de piscina para bebés son para mayores de 2 años, así que tendré que ir a informarme a otro lugar que tengan para un año (Los cumple en septiembre y esta actividad es de invierno y con piscina cubierta).

Estudiando la situación Raúl y yo decidimos hacernos un abono familiar, pero cuando fuimos a hacerlo nos enteramos de que el niño no pagaba entrada hasta los cinco años. ¡Que buena noticia! Así que nos limitamos a comprar un abono de diez entradas. No son baratos estos sitios.

Entramos los tres y nos dirigimos directamente a la piscina para bebés. Es ideal para enanos. Tiene muy poca profundidad y les da la oportunidad de gatear por el agua y chapotear felizmente sin peligro. Además cuenta con pequeños chorros que masajean el pie cuando los pisas. Daniel se lo pasó bomba, pero nosostros nos asábamos con el calor. Como el sol era muy fuerte embadurnada al pequeñajo con crema cada dos por tres.

Finalmente, los mayores decidimos darnos un chapuzón en la piscina grande. Era una necesidad. Así que nos metimos con bebé incluído. Al principio puso una cara un poco rara, seguramente por el frío, pero luego se fue animando y ya no había quien le parara. No le hizo ninguna gracia cuando le sacamos.

Le he llevado un par de veces más al polideportivo porque le encanta, pero para mi es una paliza. Como normalmente voy sola no me puedo bañar en la piscina grande, porque hay tanta gente que no me parece seguro para el bebé, con lo que me paso el tiempo de aquí para allá en la piscina de bebés, sujetando a Daniel por lo bracitos para que ande por el agua y machacándome la espalda.

De vez en cuando me lo llevo al cesped para encremarle de nuevo e intentar descansar, pero en cuanto le pones en el suelo exige que le sostengas mientras camina y enfila directo hacia la piscina.

También le he llevado a otras piscinas (la de mi suegra y la de unos amigos). En cuanto ve el espacio azul se tira de cabeza. Al principio el padre sufría un poco por tenerlo tanto tiempo en remojo, pero ahora hemos entendido que él está muy a gusto. Los otros niños se le acercan para jugar. Incluso algún adulto (conocido) alarga sus brazos para cogerlo y hacerle el paseillo acuático. Está encantado.








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