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martes, 26 de julio de 2011

El tren

 
 Ha amanecido el día nublado y con sensación térmica menos calurosa que los anteriores, así que toda la familia hemos decidido que había que aprovechar el momento y nos hemos ido bien tempranito (Al niño le dio por madrugar) a un parque enorme y precioso que tenemos cerca de casa.

Una vez allí, Daniel se tiró como un loco a los columpios. ¡Cómo le gustan! "Alli, allíiiiiiiiii" gritaba mientras corría hacia ellos sin mirar atrás. Le hemos sacado cubito, palas, pelota y de mas utensilios para tenerlo entretenido unas horitas y realmente se lo estaba pasando bomba cuando, de repente, lo vió. Soltó todo lo que tenía entre manos (Y es capaz de llevar muchos juguetes a a vez, doy fe) y salió pitando hacia una dirección determinada al grito de "¡TEEEEEEEEEEEEEEEN!, ¡Teeeeeen!, ¡Teen!, ¡TEEEEEEEN!" con su madre detrás. Su padre se dedicaba a recoger tranquilamente los juguetes.



Alcancé rápido al peque. Afortunadamente aún corro más que él. Aún embarazada de casi siete meses. El pobre estaba agobiadillo porque no era capaz de alcanzar el trenecito del parque que seguía su marcha tan tranauilo hasta su estación de término. Así que , sabiendo que no era lo mejor para el hermanito de la barriguita, me lo subía a hombros y corrí hacia el dicho vehícula caracterizado como tren para hacer las delicias de los niños.

Una vez en la parada nos subimos aun vagó emocionados. Al rato llegó el padre: tranquilo y sin despeinarse. Y aún estuvimos esperando un rato más a que se llenaran los asientos y poder partir hacia la aventura.

Por fin arrancamos y mi hijo daba saltos, literalmente. Decidí agarrarle bien y ponérmelo sobre las piernas. Daniel se asomaba por la ventana y lo señalaba todo. "Agua", "Pato", "rboles"... Nos cruzamos con un camino en obras y eso ya le encantó. No podí ser menos con las excavadoras y los camiones por medio. A veces el chiquitín cambiaba de brazos para ver mejor lo que había en el otro lado. Siempre bien agarrado por sus progenitores para evitar accidentes. Cómo iba a ser a hora de comida decidimos acabar la excursión e irnos a casita. Daniel no estaba deacuerdo, pero a pesar de todo nos siguió en su motito casi todod el camino hasta el coche.

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