Hartos de que el bebé no durmiera ni quince minutos seguidos, Raúl me convenció para darle cenas más contundentes al pequeño. Así que cambiamos el biberón de siete cucharadas de cereales por una papilla de diez cucharadas y, de postre, un biberón sólo de leche. Esa noche durmió bastante mejor. El chiquitín se comía la papilla con avidez y parecía que se quedaba con ganas de más, así que las cucharadas fueron creciendo hasta llegar a quince. Ahora se las suele tomar todas, pero no parece se quede con hambre.
Las noches son mucho mejores desde entonces. Todavía se despierta unas cuantas veces, pero no hay color. Menos mal que Raúl ha dado con la solución. El pobre Iván se moría de hambre por las noches.
pues ya dentro de nada puedes darles otras cositas y despues el bibi,asi mejor para que podais dormir
ResponderEliminarAy! el pobre! os ha salido tragoncete. Si es que está enorme!
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