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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Descontrol, caos y mucha Navidad

La familia se trasladó a un pueblo en el fin del mundo, donde ni siquiera había cobertura para nuestros móviles, para pasar una Navidad de lo más bucólica. Y lo logramos. Los peques disfrutaron al máximo de las vacas, los conejos, lo caballitos y demás animalitos de granja que pastaban a su antojo en los corrales dispersos por todo el pueblo.

Los columpios eran del año de la tana, pero por eso mismo tenían un encanto especial. A los niños les encantó. Lo pasaron pipa. Sobre todo, en el balancín doble.

Los días fueron algo caóticos, aunque logramos que Iván no perdiera los horarios y pudo hacer sus siestas e irse a la cama a la hora acostumbrada, con Daniel no pasó lo mismo. Transnochó e hizo siestas a deshora para disfrutar del jolgorio como el que más.

Una noche nos disfrazamos de superhéroes: Daniel de Hulk, papá de Spidermán y mamá de la Gata Negra. Iván ya hacía tiempo que estaba roncando. Cada familiar tuvo su momento estela gracias a las orejas de reno, una bandas con mensajes graciosos, el disfraz de Papa Noel de la perrita Luna... Nos reímos mucho. Al mi niño mayor lo que más le gustó fue el paseo que le dio su primo Pablo en su moto. Después no había quien le bajara del vehículo.

Lo más divertido ocurrió en la fiesta de Nochebuena. Vestimos al mayode Papa Noel y le pintamos barbas blancas. Papá y mamá también se pintaron las barbas y se pusieron gorritos navideños. De repente empezamos a oir ruidos extraños en el desván. Unos golpes que parecían cascos de renos en el tejado llenaron de ilusión los ojillos de Daniel. Las luces se encendía y se apagaban. Cuando los niños bajaron de nuevo al piso de abajo les estaba esperando Mamá Noel. Daniel se llevó un susto tremendo. Se agarró a mí y ni dejó de llorar hasta que la ilustre personaje le señaló los tres sacos llenos de regalos que portaba. Entonces se le pasaron todos los males como por arte de magia y se prestó voluntario para repartirlos. Pero, dio la casualidad, que ninguno de los que sacaba era para él y se aburrió de repartirlos.

Pronto empezó a oir su nombre y se abalanzó raudo sobre los paquetes. Mamá Noel se portó de fábula y le trajo una bola de cristal de esas en las que nieva si se agita, un juego de mesa que tiene muy buena pinta, pero que aún no hemos tenido ocasión de estrenar, un libro con Cd de villancicos, un juego de manualidades que trae dos tipos de tijeras con las que es imposible que se corte, un estuche de Spiderman de pinturas... El peque estaba entusiasmado. Pero el regalo que más le gustó fueron los prismáticos. Se pasó un buen rato mirando las farolas por la ventana con ellos.

A Iván le dimos sus regalos al día siguiente. Un juego de apilar figuras chulísimo, dos libros preciosos, unos coches apilables, una hucha preciosa...

¡Vamos! que no se pueden quejar. Y los adultos tampoco.

El venticinco pasamos el tiempo de la comida de navidad en la carretera para no pillar atasco. Los niños comieron antes de salir y se echaron una reparadora siesta por el camino. Confieso que yo también caí en los brazos de Morfeo.












2 comentarios:

  1. Qué buena pinta tienen vuestras navidades!!! Me alegro de que lo hayáis disfrutado. Un beso grande!!!

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  2. ¡Ya estás de vuelta! Que bien. En cuanto se acaben las vacaciones me voy a tu blog a enterarme que tal te ha ido. Besos de bienvenida.

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