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miércoles, 13 de marzo de 2019

Una surrealista aventura de rol de Daniel

Me encantaría contar aquí todas las partidas que dirigen en casa mis hombres, el grande y los dos pequeños. Hay algunas que se salen, pero no me da la vida. Es una pena porque caerán en el olvido. En fin, la vida es así. Hoy robo minutos al sueño para contar ésta con la que me partía de risa. La dirigió Daniel, mi niño mayor, y fue totalmente imprevisible. Totalmente. Y surrealista. Eso también. Mucho.

Empieza en la casa de Megalobo (Iván), que nos ha invitado a Flecha (Raúl) y Gryffindor (Yo) a merendar y jugar. De repente, su madre tiene que salir corriendo a una reunión urgente en el ayuntamiento porque ha caído una nevada increíble en pleno invierno. Nos encierra por si acaso nos da por seguirla y meternos en problemas.

Menos mal que a Megalobo le sale bien la tirada y se acuerda de que su hermano mayor le había enseñado dónde se guarda la llave de repuesto. Abrimos la puerta y nos acercamos al ayuntamiento. Es imposible entrar, pero agudizamos el oído y nos enteramos de que la nevada es cosa de magia y que tienen mucho miedo.

Como somos unos valientes decidimos seguir unas huellas sospechosas a ver si descubrimos algo, pero vemos que llega hasta la única puerta de acceso al pueblo, cercado por una gran muralla, que ahora mismo está cerrada con una gruesa reja (¿será para que nadie escape de su destino congelado? Sospechoso). El caso es que yo tengo un libro de magia entre los objetos que porto desde el principio y, como los dados me son benignos, logro encontrar el hechizo correcto y abrir las rejas.

Continuamos con el rastro de las huellas, pero escuchamos un ruido y nos escondemos justo a tiempo para ver aparecer tres figuras demoníacas que se proclaman autores de la vil tormenta de nieve y confiesan que lo que quieren es arrasar el pueblo sin que los habitantes puedan hacer nada.

Muy indignados, esperamos a que se vayan y los seguimos hasta su guarida. Entramos en una habitación muy amplia en la que se pueden ver claramente dos trampillas abiertas que acaban en una multitud de peligrosos pinchos. Las rodeamos para no morir ensartados cuando de repente aparece un mago sombra y dos diablillos terroríficos. Afortunadamente, el primero de ellos tenía tal sed de sangre que al intentar tirarse a nuestro cuello no se dio cuenta de que había una trampilla abierta y acabó como un pincho moruno. Así, sin tirar dados ni nada.

Iván vio la oportunidad, se colocó detrás de la otra trampilla e hizo señas al diablillo que quedaba para que se tirara a por él y acabara también ensartado. Su oponente rodeó la trampilla y le espetó, "No soy tonto, niño", hizo una pequeña pausa y añadió: "Bueno, sí" y sin más se tiró por la trampilla compartiendo el destino de su compañero.

El mago sombra lanzó una siniestra risilla y chasqueando los dedos hizo aparecer dos diablillos más a nuestras espaldas. ¡Nos habían tendido una emboscada! Por eso mismo, ellos tiraban un dado de más como ventaja. Aún así logramos vencerles. El mago sombra nos mandó dos más, pero ahora estábamos preparados y les dimos la bienvenida de cara, con lo que no pudieron beneficiarse del dado extra. Les dimos para el pelo, aunque también sufrimos grandes daños y, al menos yo, tuve que beberme la poción sanadora para no perder todas mis vidas.

Pero el mago sombra no se desanimó. Cogió su móvil y compró en Amazon Prime dos sabuesos del infierno que estaban de oferta. Los hizo aparecer y se tiraron a nuestro cuello. Nos costó, pero también salimos vencedores. Entonces, su jefe nos aseguró con voz calmada que ahora venía lo bueno, porque él era poderosísimo e iba a acabar con nosotros en un chasquido de dedos. Se teletransportó a nuestras espaldas decidido a cumplir su amenaza, pero no se dió cuenta de que... bajo sus pies estaba ubicada una de las trampillas mortales. Mal lugar para aparecerse. De hecho le costó la vida sin poder demostrar cuan bueno era en las artes mágicas. Eso tampoco me lo esperaba.

Nos fuimos de esa habitación más felices que perdices, pero nos topamos de narices con los tres demonios del principio. Nos pegamos de tortas, pero en vista del desastre decidimos poner pies en polvorosa. Desgraciadamente, los dos demonios que aún no habíamos podido matar nos siguieron.

Miré mi libro de hechizos a ver si encontraba algo útil e intenté una invocación de los que salieron tres pedazo de monstruos que ríete tú de los dos demonios que nos perseguían. Se los ventilaron en un segundo mientras nosotros mirábamos pasmados y luego comenzaron a luchar entre ellos.

Llegados a este punto me vi en la obligación de recordarle al máster que esto era una partida de rol y no un juego personal suyo con nosotros de espectadores. Entonces nos dejó participar en la lucha. En esa ocasión los hados nos fueron propicios y, entre eso y que los bichos continuaban matándose entre ellos, salimos victoriosos. Pero al máster no le debió hacer gracia mi interrupción en su épica batalla final de titanes porque, a pesar de haber vencido a los monstruos, acabamos pereciendo por los venenosos efluvios de sus pedos.

Como los demonios habían muerto, la nieve se derritió y debajo apareció una frondosa selva tropical, pero nada importaba porque los aldeanos ya habían muerto congelados. Fin.

Para preparar esta... ejem... partida de rol tan atípica se inventó sus reglas, y modificó las fichas de personajes de Herokids para otorgarnos a cada uno un gran poder, que sólo podíamos usar una vez por partido y que nos fueron extremadamente útiles, y útiles en nuestras mochilas, como mi libro de magia. para los malos cogió lo que le vino bien el monstruario de Pathfinder y se inventó sus fichas con sus ataques especiales, sus puntos de vida, su fuerza y su defensa, etc... Y para el escenario usó un kit de rol de su padre que se puede pintar con rotulador borrable tanto en las losetas, como en las fichas, como en los personajes.

Ahora su hermanos nos va a preparar otra siguiendo su ejemplo porque dice que le ha molado mucho los materiales y el método. Tengo miedo. Mucho miedo.

2 comentarios:

  1. Creo que tienes material más que de sobra para hacer un libro...o varios, ¡piénsalo!

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