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viernes, 30 de septiembre de 2022

Cubigatos y la venganza gatuna

Por alguna estúpida razón que no recordamos el padre de las criaturas ofendió ligeramente al más pequeño de la casa que puso su diabólico cerebro a funcionar. Tenía que haber ¡venganza! pero la quería sutil, tocanarices y que recordara al genio del mal que es en realidad esta pqueña fiera.

El primer plan malvado incluía forrar la casa de fotos de gatitos monos, pero se lo quité de la cabeza porque no iba a haber tanta tinta en la impresora. Se conformó con imprimir sólo uno y colgárselo de la pantalla del ordenador. Cuando lo quitabas te dabas cuenta de que el fondo de pantalla ¡también era un gato!

Luego se le ocurrió algo todavía más cruel: colgó un cartel en mi parte de la cama que ponía mamá y el cartel con el gato en la parte del padre, llenándoselo de gatos de peluches (Tenemos seis, nada más y nada menos). Pero el padre no dudó en echarlos de allí con contemplaciones. Con lo de la ofensa del peque se hizo aún más grande.

Ya tenía en su mente perversa el plan definitivo: iba a llenar la casa de feroces cubigatos de todo tipo. Y el peor de todos, el cubigato demonio, iba a ir para nuestra habitación a hacer maldades.

Muy feliz con su idea estuvo un par de días imprimiendo cubos para montar, pintando, recortando y pegando...

Creo que llegaron a ser ocho o así.

Una semana después le pregunté por la terrible invasión cubigato, que la veía yo muy parada. Me miró muerta de la risa y me aseguró que ya se había cansado, pero que a lo mejor le daba la vena de nuevo en otro momento. ¡Pues menudo genio del mal si se aburre de las invasiones nada más comenzarlas! En fin, mejor para nosotros, que la idea era convertirnos en sus esclavos. ¡Casi nada!






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