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martes, 8 de agosto de 2023

Conjunto arqueológico de los Dólmenes de Antequera

Desde hace unos años, ponemos rumbo a las jornadas Tierra de Nadie, en Mollina, un día antes para llegar descansados al día siguiente. Nos intentamos pillar un alojamiento que no sea muy caro casi llegando al pueblo y aprovechamos para conocer una poco la zona.

Este año nos costó bastante encontrar el lugar indicado porque los precios nos parecían desorbitados y las opciones asequibles no daban opción a una sola noche. Cuando ya casi pensábamos que ese año tocaba ir directos apareció la solución: Casa Flamingo en Fuente de Piedra.

La habían publicado hacía un par de días y nos pareció perfecta para lo que queríamos. No estaba situada en una zona bonita, con vistas ni nada, pero parecía cómoda, tenía piscina y era barata. Reservada.

Además, estaba cerca de una zona con cosas muy chulas, entre ellas el conjunto arqueológico de los Dólmenes de Antequera. 

También buscamos dónde comer cuando llegáramos y nos decidimos por El caserío de San Benito, que prometía mucho en cuanto a calidad precio. Y no nos decepcionó en absoluta. El lugar era precioso y la comida deliciosa y ¡muy abundante! Salimos de allí rodando. Es curioso como tenemos un sentimiento extraño de vergüenza por dejar comida en el plato en los restaurantes. Por lo menos yo, que me comí lo mío y lo de Iván porque es de poco comer. Total, casi estallo, pero qué bueno estaba todo.

Menos mal que el apartamento estaba cerca. Es muy cuqui y encima nos dejaron de regalo unas pastas artesanas y un vermut delicioso. Los niños sólo querían piscinear, pero les sacamos de la piscina y los arrastramos de las orejas a ver este conjunto histórico alucinante. Les tuvimos que aguantar carros y carretas, pero, como casi siempre alucinaron con el lugar al que los llevamos, pero disimulándolo, por supuesto. Tienen su orgullo. Un orgullo enoooorme.

El caso es que los metimos en el coche  a pesar de todas sus protestas y nos fuimos a ver los dólmenes a eso de las ocho de la noche porque antes era imposible.

Comenzamos la visita por el Museo, pero dos peques enfadados no me dejaron enterarme de mucho. Menos mal que al  menos en el vídeo explicativo se estuvieron quietos y callados. Alucinante como construyeron el dolmen de Menga y el tema de que la puerta de éste no apunte a ningún solsticio sino a una roca mágica. Esto da para aventura rolera.

Tras el vídeo comenzamos el recorrido y nos dirigimos al Dolmen de Viera, que se llama así porque lo descubrieron dos hermanos con ese apellido, Éste y el de Menga está construido con enormes piedras y cubiertos con tierra formando una colinita. 

Entrar es sobrecogedor. Sobre todo sabiendo que allí enterraban a los cadáveres con sus pertenencias. De hecho, los arqueólogos encontraron varios artefactos allí dentro. Un pasillo bastante largo, desemboca en una habitación cuadrada y te vas imaginando todo el camino épocas pasadas. 

De allí nos dirigimos al de Menga que es aún más impresionante, básicamente porque es más grande. El corredor tiene pilares en medio para soportar el techo y desemboca en una cámara funeraria alargada con un pozo en el suelo que es un gran misterio para los historiadores. El vigilante nos contó que habían dos teorías al respecto: la primera que el agua fuera sagrada y la segunda que se hiciera a posteriori cuando se utilizó para guardar ganado con el fin de darles de beber. Meterte dentro de este dolmen es algo mágico. 

Y cuando te asomas a la puerta tienes una vista impresionante de la roca mágica, la peña de los enamorados, una roca con forma de perfil femenino. Suponemos que la llaman así porque detrás se puede distinguir otra roca con forma de perfil masculino un poco más lejana.

Ambos dólmenes son monumentos megalíticos construidos en el paleolítico y se encuentran uno al lado del otro. Un poco más allá, se encuentra el dolmen de El Romeral, el vigilante nos habló un poco de él y de las diferencias con los dos primeros y nos aconsejó que nos diéramos prisa porque cerraban a las 21.30 y ya eran las 21.10.

Salimos pitando ansiosos de ver nuevas maravillas y llegamos a tiempo para visitar este conjunto megalítico construido con una técnica muy diferente que ya no usaba grandes piedras, sino pequeñas con formas de laja y cuyos techos eran falsas bóvedas propias de un movimiento mediterráneo, el calcolítico. Un largo pasillo desemboca en una sala circular de la que sale otro pasillo que da a otra cámara, también circular pero mucho más pequeña, que tiene el acceso restringido. Se puede ver a través de unas rejas.

Fue una visita alucinante. La pena es que no nos dio tiempo a visitar El Torcal, que también promete ser impresionante. Lo dejamos para otro año con gran pena. No se puede estar a todo.

Volvimos a la casa y decidimos cenar en el patio trasero porque estábamos aún llenos de la comida en El caserío de San Benito y porque estábamos cansados y no nos apetecía salir. Como había preparado algunas viandas para le viaje y nos habíamos pasado por un súper por el camino montamos una cena la mar de apañada y agradable.









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