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miércoles, 15 de noviembre de 2023

We will rock you, el musical

El viernes por la tarde nos fuimos los cuatro a disfrutar del repertorio más famoso del mítico grupo Queen en las voces de los cantantes y bailarines que forman el elenco del musical We will rock you. Los adultos íbamos con muchas ganas, pero la facción adolescente no iba tan convencida.

La obra se representa en el Gran Teatro Caixabank Príncipe Pío y sospecho que es su plato fuerte porque desde el patio ya vas viendo rincones muy Instagram con motivos de la banda de rock. Hasta tiene una estatua dorada de Freddy Mercury en el hall. Hasta la ambientación del teatro crea hype. Incluso, los niños estaban más animados. Aunque eso puede que fuera por el cubo de palomitas que les compré. No estoy muy segura.

Nos sentamos en nuestras butacas y esperamos pacientemente a que se levantara el telón. ¡Y vaya si lo hizo! De una forma espectacular. Cada número era mejor que el anterior. La historia es muy típica y una excusa cualquiera para hilar las coreografías y los grandes tema de Queen, que hacían vibrar a un público agradecido. Daniel se dejó seducir por el ambiente, pero Iván, que en un principio parecía totalmente absorbido por el espectáculo, a la hora y media, decidió que ya había tenido bastante y comenzó a dar la tabarra. ¡Y a la obra le quedaba otra hora! 

Puse en marcha un plan de contención de la crisis infantil y disfruté de los que quedaba de obra como pude. Y eso que era lo mejor. Aún con la perreta del pequeño, me lo pasé muy bien siguiendo el ritmo de la música.

Sobre todo con el tema principal, evidentemente We will rock you, en el que el publicó siguió el ritmo con las palmas y pies a la par que se quedaba ronco coreándola entera. El broche final lo puso una impresionante puesta en escena con Bohemian Rapsody. Iván pesaba que ya había acabado todo y con el bis casi entra en barrena, pero se tuvo que aguantar porque el resto de la familia lo estaba disfrutando a tope. Que no os dé pena, que sólo eran ganas de tocar las narices por hacer algo en familia que no le apetecía.

Salió del teatro con ojos llorosos, y no de la emoción precisamente, pero como el resto estábamos tan emocionados, comentando la obra y los momentos que más nos habían gustado, al final cambió el chip y llegó a casa como si nunca se hubiera puesto a llorar como una magdalena por la terrible injusticia a la que había sido sometido esa noche. ¡Qué paciencia hay que tener!



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