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miércoles, 28 de julio de 2010

La mancha, la tos, la otitis, la garganta...

Como mi niño precioso se había pasado toda la noche tosiendo, con la consiguiente falta de descanso de la madre, y ni el truco de la cebolla había sido suficiente para calmarlo, decidí llevarlo ese mismo día y sin perder más tiempo a su pediatra.


Como estamos en verano en realidad le llevé al sustituto de su pediatra, que es un hombre muy simpático, pero un pelín alarmista. Con su voz tranquila y pausada te va enumerando lo que él cree que tiene tu bebé y las posible consecuencias catastróficas. Por ejemplo, cuando le pregunté si podía llevar al niño al pueblo tranquila me contestó que igual Daniel evolucionaba bien como que había que ingresarlo de urgencias. Con lo cual no me ayudó mucho.


Examinó concienzudamente al pequeñajo, que se lo tomó como un juego y no dejaba de sonreir y moverse como un polvorilla. También le pedí que la mirara la infección del pene. "Por supuesto", me contestó "A ver esa colita". Otra vez esa palabra.


Esa parte de su cuerpo fue la única que vio bien, por lo demás tenía principio de otitis, la garganta como un tomate, congestión nasal y de garganta aguda... Un resfriado en toda regla.


Antes de abandonar la consulta, le pedí que opinara sobre una mancha que le he encontrado a Daniel hace poco. La tiene sobre un hombro y es blanca, como si tuviera la piel decolorada. Como se ha puesto tan morenito ahora se le nota muchísimo. El pediatra examinó la mancha con detenimiento sin decir una palabra durante demasiado tiempo. Yo ya empezaba a ponerme nerviosa. Aunque ahora sospecho que lo hacía porque no tenía ni idea de lo que podía ser. Me miró a mí durante un rato y finalmente dijo: "No pareceque sean hongos". Después de otro largo silencio, añadió que si veía más manchitas iguales entonces sí que podían ser hongos y que volviera a la consulta. "Sí, muy bien, pero si resulta que al final no son hongos... ¿Qué podría ser?" Otro largo silencio. Finalmente me recomendó que volviera con el niño en invierno para ver la evolución de la mancha. Así que le llevaré a su pediatra habitual después del verano a ver si me aclara un poco más la cosa.
Lo único relativamente bueno que me dijo el facultativo es que veía al niño demasiado contento para los síntomas que tenía con lo que muy malo no podía estar. Lo cierto es que Daniel pasó como un terremóto por la consulta con su manía de cogerlo todo para rechupetearlo y de recorrerse la habitación, ya sea a gatas o a costa de los riñones de su madre.

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