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domingo, 29 de agosto de 2010

Abrir, cerrar...

Daniel tiene una monomanía aguda con las puertas y los cajones. En cuanto avista un picaporte o un tirador sale disparado a por él. Y si se trata de una puerta, no se cansa de empujarla hacia un lado y hacia el otro.

Un día le pedí a mi hermano que me cuidara un momento al niño mientras le calentaba la comida y charlaba un rato con mi madre. Al rato fui a por mi chico y me lo encontré concentradísimo abriendo y cerrando la puerta de un armario mientras exclamaba pausados "¡Pa!.... ¡Pa!" en voz baja. " Así ha estado todo el tiempo. No ha dado nada de guerra" aseguró mi hermano.

El tema me preocupa sobre todo por dos razones fundamentales. Para empezar, me da miedo que se quede encerrado en una habitación sin querer. El otro día, sin ir más lejos, me cerró la puerta de la cocina en las narices haciendo caer con el golpe el cepillo de barrer, que había dejado yo en el dintel porque acaba de pasarlo. Con este movimiento el cepillo me impedía abrir la puerta desde fuera. Menos mal que Raúl estaba dentro, pero ¿y si no hubiera estado? Otras veces cierra la puerta y se queda de pié pegado a ella, así que es imposible abrirla sin hacerle daño. Un lío.

El otro asunto lo conforman los deditos de mi chiquitín. Es tan bruto que muchas veces cierra con los dígitos por delante. A veces, ya se los ha pillado y sigue empujando mientras grita de dolor hasta que llega su mami, le coge y le mete los deditos debajo de un chorro de agua fresquita. supongo que cuando nota que se los ha pillado empujara menos. Por ahora no ha pasado nada grave que no se pueda solucionar con el agua fresquita, pero no quiero ni pensar en la posibilidad de que se pueda romper algún hueso.

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