Un día se me ocurrió vestir a Daniel con una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones azules comodísimos y llevarle a pasear por el pueblo de Raúl. Por el camino nos encontramos con unos primitos y el enano no tardó en exigirme que lo bajara del carrito para unirse a sus juegos entre piedrecitas, cesped y tierra.
Se puso como un cristo y con la ropa que le habíamos puesto parecía que lo habiamos disfrazado de obrero de la construcción, así que le pusieron un pañuelito en la cabeza para rematar el cuadro y le hicimos una sesión de fotos completísima. ¡Estaba para comérselo!
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