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miércoles, 29 de diciembre de 2010

El torito pilla pilla




Daniel ya tiene amiguitos habituales y son de los más varipintos. No todos son de su quinta. El otro día se encontró con su amiga María, que tiene cinco años. Se lo pasa muy bien con ella porque los dos son igual de brutos. A veces tengo que extremar las precauciones cuando se juntan los dos. Ayer se lo pasaron muy bien jugando al pilla pilla. María le gritaba a Daniel "¡Ven torito, ven torito!" y el enano no se hacía de rogar. Cogía imulso e iba a por ella a toda velocidad. La niña esperaba que estuviera a punt de alcanzarla y entonces le esquivaba con gran habilidad. Daniel seguía hacia delante por la inercia y a veces incluso acababa en al suelo, pero yo le dejaba porque se estaba riendo. Y eso es una prueba de que se lo estaba pasando genial. En un moento dado apareció una perro juguetón entre los niños. No hacía más que dar saltos y mover el rabo. A mi me dio miedo que pudiera patear a mi niño así que le agarré fuerte, porque él ya iba directo a agarrar al perro del cuello. Le dije a María que no se acercara porque no le conocíamos. "Yo soy amiga de los perros" me contestó, pero le advertí que sólo se podían acariciar a los perros conocidos. El dueño apareció al ratito tan campante diciendo que el animal no hacía nada. Ya, pero mi hijo sí. me fastidia que la gente piense que le tengo miedo a su perro. Todo lo contrario. Si se le veía bueno. pero Daniel confunde a los animales con peluches y en una de estas le pisa mal, le mete un dedo en el ojo, le estuja más de la cuenta, el perro le arrolla en una intento de huir o le muerde por defenderse y ya la tenemos liada.

De todas formas, el torito bravo se escapó de mi abrazo de acero y torturó un poco al perro, que se dejó con resignación. El dueño nos explico que él tenía un hijo de dos años y que la pobre bestia estaba acostumbrada a sus juegos. Aprovechando que María estaba despistada con el nuevo amigo peludo. Daniel corrió hacia ella y la pilló. "Te ha pillado, te ha pillado" grité yo. María torció un poquito el gesto, pero enseguida se animó y volvió a ponerse a brincar de un lado al otro gritando "ven torito". Y así se olvidaron del perro que siguió su camino después de haber sido estrujado cariñosamente por los dos niños.

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