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martes, 1 de febrero de 2011
El mordisco
Un día fui a recoger a mi hijo a la guardería y una de las profesoras se me acercó compungida, incluso antes de que Daniel viniera corriendo hacia mí. "Le han mordido" se lamentó enseñándome una marca roja en el brazo del niño. Mi reacción no se hizo esperar: "Ajajá, así pruebas de tu propia medicina pequeñajo. A ver si aprendes que duele cuando te.. ¡muerden!" exclamé triunfante mientras Danielito me devolvía la mirada con una sonrisa radiante y sin entender nada de lo que yo decía, pero como lo decía con alegría, pues él también estaba alegre. En cambio la profesora me miraba como si me hubiera vuelto loca.
Meditándo sobre el tema en la relativa paz de mi hogar llegué a la conclusión que no había encajado bien el tema. Había aflorado a la superficie todo mi rencor por las "palizas" que me da el enano. Y ¡no se le puede tener rencor a un bebé! Aunque se emocione golpeando a su mamá. Ya aprenderá que eso esta mal, ahora tiene muy pocas formas de comunicación y no creo que relacione que el mordisco que le pegaron a él le dolió tanto como me duele a mi cuando me hinca él el diente.
Hay que armarse de paciencia. Desde luego no aprendió la lección y tengo la marca de su dentadura en mi piel para demostrarlo.
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