Hay que ver lo que le gusta a Daniel acicalarse con lo brutito que es. Este niño es capaz de revolcarse por el barro y poco después pasarse un cepillo por el pelo con gran esmero. Muchas veces se cuela en el baño para cogernos los peines y los cepillos a su padre y a mí y pasarselos por el pelo una y otra vez. Aunque lo raro es que acierte el lado correcto.
Un día me lo trajo mi suegra repeinado y atufando a colonia. "Ha sido él, me lo ha pedido" me soltó en cuanto vio mi cara. Daniel corrió hacia mí con una sonrisa radiante. Al final vamos a tener un bebé presumido entre manos, aunque bien que lo disimula en muchas ocasiones.
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