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jueves, 5 de mayo de 2011
Daniel duerme en un hotel
Por fin nos hemos decidido a dar el gran salto e irnos de puente con el pequeño por ahi. En realidad el paso lo he dado yo, porque Raúl lleva dándome la tabarra con lo de que con bebés se viaja muy bien desde que nació Daniel. El caso es que por fin reuní tres preciosos y relucientes días de fiesta. En mi trabajo no es normal ya que se trabaja, fines de semana y fiestas por turnos, así que es muy difícil juntar muchos días seguidos, excepto en las vacaciones oficiales de 22 días laborables.
El caso es que cargamos el coche a tope, como siempre, y salimos rumbo a la Sierra de Bejar, que nos habían comentado que era preciosa. Esta vez íbamos con menos peso porque en el hotel disponían de cuna y nos habíamos comprado para los viajes un carrito baratucho que ocupa y pesa poco con la idea de dejarlo en el maletero del coche por siempre jamás y así no tener que ocupar un asiento con el mamotreto de todos los días. Habíamos elegido un hotel de los llamados familiares, que tenía un salita llena de juguetes que fascinóa el chiquitín. Ahora hay que mirar todo el rato por la diversión del más pequeño. Un niño aburrido es fuente de problemas.
El tiempo pronosticaba tormentas y mal tiempo, pero teníamos la esperanza de que se equivocaran. Afortunadamente así fue, El primer día nos lloviznó, pero los siguientes fueron estupendos. Nos llevamos a Daniel a recorrer pueblos y rutas sencillas. El pequeñajo no parecía cansarse nunca y llegaba a la cuna con mucho ánimo de dormir, así que no nos dió muy malas noches. Le encantaba trotar a su aire y salirse
Levantamos mucho la mano con los horarios porque no nos quedó más remedio. Nosotros también cambiamos los nuestros. Comíamos y cenábamos tempranos, pero aún así Daniel no solía parar en la cuna hasta eso de las diez de la noche. Una locura. Yo sufría por él.
No tuvimos mucho problema en los restaurantes. Quizá un poco porque tardaban en traer la comida y el enano se impacientaba. En cuanto traían el primer plato se lanzaba sobre él. Le encantaron las "patatas meneas", el cuchifrito, Las bolas de solomillo rellenas de queso de cabra... y todas las especialidades suculentas que fuimos pidiendo. Un día se me ocurrió pedir espaguetis y pollo por él y su estómaguito y le faltó tirármelos a la cara. Enseguida se puso a la labor con el revuelto de morcillas de su padre. Hay que ver cómo se puso las botas durante esos días. Lo malo es que el pañal no lo manchaba en consecuebcia y yo estaba muy preocupada. A psteriori me comentó una amiga que era normal que con los cambios bruscos los niños perdieran regularidad. Les pasa lo mismo que a muchos adultos.
El caso es que nos encantó la zona, el hotel estuvo muy bien, la gente muy amable y nos lo pasamos genial. Habrá que repetir.
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