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martes, 10 de mayo de 2011
El zoo no es para niños inquietos de un año y medio
A Raúl y a mi se nos ocurrió la genial idea de llevar la pequeñajo al zoo. Con lo que le gustan los animales este lugar le iba a alucinar. Así que el domingo aprovechamos un descuento que tenía mi marido por su trabajo y nos fuimos pertrechados de agua, comida, gorra, etc.
El sitio estaba a reventar. Y hacía un calor horroroso. Aún así nos dispusimos a comprar la entrada con valentía. Soltamos al enano en cuanto pensamos que sería seguro, aunque había que tener mil ojos para que no se confundiera entre la gente. A Daniel le encantó el zoo. Sobre todo la jaula de las cabras porque se podía acceder y eso era una fiesta para los más pequeños. Raúl entró con él y menos mal que había doble puerta porque se le escapó una cabra. Mientras él intentaba convencer al animal para que volviera a entrar al recinto Daniel campaba a sus anchas entre tanto cuerno puntiagudo. La verdad es que me entró la risa. Raúl pudo, por fin, devolver la cabra al redil y se reunió con su retoño, que golpeaba alegremente los lomos de pelo duro que le rodeaban.
Creo que eso fue lo que más le gusto. A partir de ahí estuvo llorando buena parte del día porque quería ir a donde no debía o prefería ver unos leños antes que la jirafa que le mostraba su padre. Con tanta gente y tanto calor no podíamos dejarlo a su aire. Encima había recintos para animales por donde se podía colar perfectamente un niño de la talla de Daniel.
Casi al final encontramos unas estatuas de animalitos de Disney donde pudimos soltarle un poco para que jugara a sus anchas. Estaba emocionado con la figura de Dumbo. Y eos que no ha visto la peli.
En conjunto se lo pasó bien, pero yo terminé agotada.
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