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domingo, 10 de julio de 2011
Días locos
¡Madre mía! Raúl está de viaje y Daniel está descontrolado. No lleva bien las separaciones. Es por partida doble, porque cuando no está el padre le toca dormir con su abuelita Chari, porque mamá no le puede llevar a la guardería por las mañanas por el horario del trabajo. La abuela lo mima y lo cuida con todo su amor, pero él echa de menos a papá y a mamá.
Menos que el fin de semana me lo he quedado yo. Yo también le echo de menos. Aunque me paso las tardes con él antes de que le toque quedarse con la progenitora de Raúl, pero las noches son demasiado silenciosas para mi. Encima con lo de la gastroenteritis... Como se lo tuvo que quedar Chari toda una tarde... El caso es que estaba encantada con la perspectiva de pasar un fin de semana madre-hijo.
El viernes estuvimos en la piscina jugando con la pistola de agua que le había regalado la mamá de Luis a Daniel le encantó. Incluso aprendió a llenarla el solito. Mas o menos. Estuvimos jugando en la piscina grande también, pero se levantó un viento helado y, como mi chiquitín sólo quiere entrar y salir del agua y no quedarse dentro, me lo tuve que llevar a las toallas a abrigarle bien con ellas. Todavía estuvimos un rato más correteando por la piscina de bebés, pero el viento persistía y decidí irme. Aún era temprano. Así que lo llevé al parque, donde corrió y jugó todo lo que quiso. Para la hora de dormir estaba tan agotado que ni siquiera protestó. Se fue a la cama tan feliz y durmió de un tirón hasta las cinco de la madrugada. Se bebió un biberón y se volvió a dormir hasta las ocho y cuarto de la mañana. ¡Qué lujo!
El sábado por la mañana me lo llevé al parque, donde estuvimos casi dos horas porque el chiquitín estaba muy entretenido. Allí corrió, se subió a los columpios, jugó con la arena... No paró. Estaba decidida a repetir la jugada del día anterior. Extenuarlo para que durmiera bien. Luego estuvimos otra horita en la Vaguada. Allí le compré ropita en rebajas. Va a ir guapísimo, mi niño. Luego le solté un ratito en la fuente porque le llamaba poderosamente la atención. Tuve que agarrarle bien fuerte para que no se fuera de cabeza al agua. Nos encontramos con una amiga y sus hijos. Estuvo corriendo de un lado para otro con ellos. Yo me las prometía muy felices. Me despedí de mi amiga para dar de comer a mi chiquitín.
A la hora de la siesta me dio la sorpresa. A pesar de estar rendido se cogió una perreta enorme porque no quería dormir. En esas circunstancias decidí que lo mejor sería dejarle ir a jugar. Todavía estuvo berreando un rato, pero luego se entretuvo con sus juguetes. Resignada me puse a limpiar y recoger. A la hora o así empezó Daniel a mostrarse irascible, así que lo volví a intentar, pero se cogió una perreta aun mayor que la primera. Lo dejé estar de nuevo. Le iba a llevar por la tarde a la piscina, pero pensé que mejor se quedaba en casa. Estaba segura de que estaría toda la tarde de mal humor. Estuvo jugando tan feliz hasta la hora de la merienda.
Se la dí delante de la tele y cuando me di cuenta se estaba quedando roque. ¡Esta es la mía! Le saqué de la trona y le llevé rauda a su habitación, pero el chiquitín me contestó con otra perreta monumental ¡La tercera ese día! Esta vez sólo quería morderme. Le di el chupete porque veía peligrar mi integridad física. Mordiéndolo con rabia se calmó un poco. "Daniel, ¿Tienes pupa?", "Tiiiiiii", "¿Dónde?", "Aquiiiiii" y me señalaba los dientencitos. Así que todo venía porque le debe estar saliendo una muela. Pues que oportuna.
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