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miércoles, 20 de julio de 2011

Sangre de la nariz

Ultimamente a Daniel le sangra mucho la nariz. No sé si es por el calor tan asfixiante que hace o de las tortas que se ha metido hasta ahora, que han sido saladitas.
No es algo que me preocupe especialmente porque a mi de niña me pasaba continuamente con las altas temperaturas. El caso es que anoche se despertó llorando y cuando acudí a su lado me di cuenta de que un reguero de algo pringoso le corría desde la nariz. A pesar de la oscuridad y de la espesez de mi cerebro llegué a la conclusión de que inoporunamente le sangraba la nariz. Encendí la luz del baño para limpiarle lo mejor posible sin despertarle más de lo que ya estaba. Mi marido también acudió al rescate. Me propuso que le limpiara bien la cara con una toallita húmeda, pero me límite a una lavado rápido con un cliex húmedo y a remojarle la nuca con agua fresquita para parar la hemorragia. Estaba agotada y quería limitarme a los primeros auxilios para volver a mi cama lo antes posible. Me levanto a las cinco para ir a trabajar y el despertador me había chivado que me quedaban menos de tres horas de sueño. Tardamos un poco en conseguir que la nariz dejra de sangrar. El chiquitín berreaba cada vez que le remojaba la nuca con el agua fresquita. Luego tardamos otro rato en que volviera a coger el sueño y se quedara tranquilito.

Por fin, logré introducirme de nuevo entre las sábanas. Poco más de dos horas después, en lo que me pareciero a mi minutos, sonaba el dichoso despertador. Me arrastré a cerrarle la puerta de la habitación a mi hijo, para no despertarle con el ruido de mis tejemanejes mañaneros, y comprobé que respiraba regularmente y que dormía como un bendita.

Tranquila por él me fui a trabajar. Cuando volví a casa y me metí e la habitación del bebé me quedé impactada. Había pequeñas muestras de sangre por todos lados. Supongo que anoche con mi empanamiento no acerté a limpiar bien al chiquitín ni las huellas de nuestras manos. Por supuesto, lo limpié todo bien al modo correcto mientras me imaginaba la carita de peli de terror con la que debió encontrar al niño Raúl esa mañana. También me preguntaba por qué demonios no se había encargado de limpiar él el desaguisado. Más tarde se excusó con un endeble "se me hacía tarde".

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