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jueves, 15 de septiembre de 2011

La camarilla

Supongo que todos los parques infantiles tienen las figuras típicas de toda historia predecible. Están los que sólo quieren jugar sólos, los que se agarran a su mamá, los que no se les ve el pelo, los piezas, los traviesos (evidentemente: Daniel), los amorosos... En fin, todo un despliegue de caracteres. Y están las camarillas. Grupos de niños que se unen para ser más fuertes. En el parque al que voy destacan lo que yo llamaba "la banda de Pepe", que constaba de el susodicho en cabeza y de dos amiguitos más grandes de lo normal que no paraban de anunciar que esos juguetes eran de Pepe y que no los podía tocar nadie. Pero eso era antes del verano.

Esta tarde llevé a Daniel al parque, como suele ser mi costumbre, y nada más bajarle del carrito visulalicé el problema: dos motos tamaño gigante bien aparcaditas y solitas. Toda una tentación. Por supuesto, mi hijo no se hizo de rogar y en un segundo se había subido a una de ellas. Para él fue una decepción que los piés no le llegara al suelo. La primera decepción, porque la segunda fue mi negativa a empujarle. A lo mas que accedí fue a mover la moto de un lado a otro sin avanzar un centímetro. Hugo, un amiguito de Daniel se vió tentado de subirse a la otra moto. No se veía a los dueño por ningún lado. Y en ese parque los padres no suelen tener ningún problema para prestar los juguetes (no se puede decir lo mismo de la mayoría de sus hijos, ni del mío. Están en la edad de "mío"). El caso es que ahí estaba yo, acunando las dos motos a la vez que vigilaba que ninguno de los dos pequeños tripulantes se cayera al suelo cuando los vi llegar. Era la banda de Pepe, pero algo había cambiado. Uno de los niño había crecido más que los otros dos y parecía haberse erigido en lider. Pepe caminaba el último y ya no parecía tener la prepotencia de antes del verano. Yo ya les había visto en acción el día antes. Le arrebataron una carretilla y sus palas a un niño indefenso y echaron a correr tan felices. Menos mal que el padre intervino, aunque aun así no dejaron de perseguirlo para que les devolviera los juguetes.

En esta ocasión, el más grande se dirigió con sonrisa maligna a nuestro pequeño grupo. "Quiero montar" me soltó. "Me parece bien", le contesté yo, "pero no son mías. será mejor que busques a los dueños y les pidas permiso".. "Es que quiero montar" repitió, "Ya, pero es que no son mías" insistí yo. El niño se quedó pensativo un rato y volvió a dirigirse a mi "¿Y si me la prestas?", reuniendo toda mi paciencia volvía a darle la misma respuesta "te la tienen que prestar sus dueños y no soy yo". Sin amedrentarse lo vi alejarse con paso decidido. Pepe eligió ese momento para hablarme "Tengo cuatro años" me dijo alegremente. "¡Ala! que montón, ya eres muy mayor", "Sí" me contestó acentuando su sonrisa. Tras esa inyección de estima se fue a jugar con mayor energía. Al rato volvió el matón. "Son de Ramón y de... eh....Paco", me miró espectante esperando que bajara a uno de los dos chiquillos del asiento de la moto, pero lejos de ello le pregunté "¿Y quienes son esos niños?" Ya con un poco de mala cara me espetó "Amigos míos", "Muy bien, ¿te importaría señalármelos? Es que me gustaría pedirles las motos prestadas", "Pero, pero ¡Es que son mis amigos!" Exclamó visiblemente afectado. Me temo que ya se estaba pensando si ir por el camino de la violencia para conseguir su objetivo y enfrentarse a una madre airada o esperar a ver si la pesada esa (o sea yo) se iba de una vez.

Afortunadamente mi cara, que empezaba a ser de pocos amigos, le hizo tomar la decisión correcta. Y acertó de pleno porque al poco rato arrancaba a un lloroso Daniel del asiento porque ya era la hora de llevarle a casa par bañarle, darle de cena y dormir. Sin tardar un segundo de más se apoderó de una de las motos con una sonrisa triunfal. Yo, por mi parte, logré convencer a Daniel de que sentara en el carrito con una galleta y un cochecito.

2 comentarios:

  1. Al parque donde yo voy pasa igual,y lo peor de todo que mi hijo es de los que pide todos los juguetes pero no deja nada de nada,asi que siempre hay enfados.....

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  2. Buf, el pan nuestro de cada día. Cuantos más niños, más juguetes y más enfados. Da igual lo cargada de vayas de palas, cubos, moto, coches... Siempre quieren el del otro niño y se van a pelear por el mismo. Así acabamos de agotadas cuando les bajamos al parque jaja

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