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martes, 22 de noviembre de 2011

Imprevistos


Raúl tenía que irse a impartir un curso a Las Palmas de Gran Canaria. Unicamenteo iba a ser una noche, pero yo sólo de pensar en el cuadro, los dos enanos berreando a voz en grito reclamando mi presencia, me echaba a temblar. Así que quedé con mi suegra para que se llevara a Iván a dormir con ella. Sacrificaría un poco de lactancia materna, pero no quería que Daniel pensara que le dejaba de lado (se entera ya de todo).

Ese día me las prometía muy felices porque Daniel, quieras que no, duerme ya bastante bien, cuando Raúl dejó caer la noticia bomba: "Mi madre está con un trancazo impresionante y no va a poder venir a por Iván" ¡Horror! Casi me da un ataque de nervios (a lo mejor me lo dió). Raúl se fue compungido a coger el avión mientras yo intentaba recuperar la compostura a la vez que jugaba con Daniel.

Afortunadamente el bebé se pegó la siesta del siglo y pude bañar con tranquilidad al mayor. Le puse a ver la tele mientras hacía la cena y dí de comer a los dos niños a la vez. Iván volvió a dormirse ¡Hurra! a aprovechar y a acostar al mayor. Daniel me pidió mil cuentos, decidió que era el momento idóneo para sentarse al orinal, quiso biberón, agua, se levantó de la cama tropecientas mil veces. Y al final sucedió lo inevitable. Se despertó Iván. Corrí a atenderle mientras oía trastear a Daniel en su habitación. Con el bebé en brazos fui a reprender al mayor que se acostó llorando. Lo dejé berrear un par de minutos y volví a entrar arroparle y darle un besito. Ahora el que lloraba era el otro. Así un buen rato de la cuna a la cama y de la cama a la cuna hasta que se durmió Daniel por fin.

El enano era otro cantar. No sólo no le dió la gana de cerrar los ojos hasta las tres de la madrugada sino que si le dejabas en la cuna gritaba con todas las fuerzas de sus pulmones. No era plan que me despertara al otro, así que lo estuve meciendo hasta la saciedad. Cuando por fin se durmió fui a la cocina a cenar algo. Me moría de sueño, pero mis tripas ganaron la partida. Rugían a más no poder. Cuando terminé de masticar mi pan con mantequilla oí de nuevo al chiquitín.

A todo esto mi chico grande tenía una tos horrorosa y cada cierto tiempo me llamaba pidiéndome agua con voz lastimera. No me da verguenza admitir que esa noche blasfemé, juré en arameo, lloré, supliqué. Luego me sentí culpable. Menos mal que mi madre me tranquilizó al respecto. "Es normal, sólo te estabas desahogando. El bebé ni se entera de lo que le estás diciendo". No dormir saca lo peor de mí a flote. Alternaba momentos de "¡Duermete de una vez maldito desgraciado!" a "Mi niño precioso, pobrecito, que mala madre soy". A eso de las seis Iván cerró los ojos de nuevo. Aproveché para entrar en el baño, desayunar, vestirme... A las siete le di pecho y biberón. Volvió a coger el sueño ¡Bravo! Las ocho ya. A despertar al otro. Le costó un montón despegar el ojo, pero finalmente logré que se tomara su biberón, se sentara en el orinal, vestirlo a él y a su hermano. Uno al carrito, el otro al patín y rumbo a la guardería.

Allí una amiga me invitó a tomar un café, pero lo rechacé con determinación. Lo que necesitaba era dormir. Por supuesto Iván no pensaba lo mismo y me dió también la mañana. ¿Pero es que este niño no duerme nunca? ¿Cómo lo hacen los que tiene tres o más chiquillos?

2 comentarios:

  1. bienvenida al club!!
    bueno la verdad es que por el trabajo de mi churri
    me he visto asi muuchas veces...incluso habia ocasiones que viajajba 2 semanas enteras!!

    tu tranquila..que al final le coges el tranquillo y ahora yo me manejo mejor cuando el churri no esta...que cuando esta dando la lata por medio..
    besos

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  2. bueno la foto es genial... jajaja y la nochecita de fiesta con los peques no tiene desperdicio.
    Ayer Jaume se pasó tooooda la santa noche tirandose pedos, llorando y riendo al mismo tiempo... increible.
    ESta mañana me he hecho 3 cafés... NO quiero imaginar si me animo a por el segundo como me las voya a pasar... ánimo reina !!!

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