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domingo, 25 de marzo de 2012

Tomando el té

Como se supone que los dos chiquitines estaban pachuchillos, aunque al cien por cien de sus energías, me quedé con ellos en casita casi todo el fin de semana. El domingo les saqué un ratito para que les diera el aire y porque Daniel se puso a llorar como un poseso porque quería ir al parque.

Durante nuestros encierro tuve que arreglármelas para que no se aburrieran. La mayor parte del tiempo lo pasaron conmigo porque el padre tenía que trabajar y se encerraba en el estudio durante horas. Así que eché mano de todas mis armas para que mis dos bebés se lo pasaran bien. Tarea difícil porque uno es muy pequeño para la mayoría de los juegos y el otro es demasiado mayor para divertirse con los juegos del hermano. Confieso que en más de una ocasión recurrí a los Cantajuegos para entretenerlos. Iván se queda tranquilito en la hamaquita con sus ojillos pegados a la pantalla de la televisión un ratito. Tan pequeño y ya predispuesto a la teleadicción.

Lo mejor es jugar a las cocinitas porque pueden participar los dos. Cada uno a su nivel. Daniel cocina y nosotros nos comemos lo que hace. En esta ocasión nos preparó la mesa con café y chocolate. Estuvimos un buen rato comiendo y rellenando la taza de ese té imaginario. El mayor le pasaba los alimentos de plástico al pequeñajo, que los baboseaba con fruicción bajo la atenta mirada materna. Por si acaso alguna pieza me parecía demasiado pequeña o peligrosa.

Cuando se cansó mi primogénito, le sugerí que pintara. Acogió la idea con entusiasmo. Le preparé las ceras, papeles y un dibujo para colorear en pocos minutos. Cuando ya estaba todo preparado me di cuenta de que Iván necesitaba un cambio urgente de pañal. Una contariedad teniendo en cuenta que si no vigilo a su hermano es capaz de pintarme las paredes, el sofá, los gatos... A la velocidad de la luz aseé al pequeño y volví al lado del mayor antes de que se pudiera ocurrir hacer cualquier trastada.

Entonces le monté a Iván un parque infantil con su mantita de actividades y varios juguetes. El peque estaba encantado moviéndose de un lado a otro para pescar los sonajeros, animalitos de peluche, cubos blanditos... Tan bien se lo estaba pasando que al hermano le dio envidia y en un momento dado se empeñó en tumbarse el también como si fuera un bebé.

Raúl también contribuyó a la diversión. Cuando salía del despacho se dedicaba a sus dos hijos. Cocinó pizza con Daniel y dejó que le ayudara a desmontar un mueble que nos quitaba  mucho espacio en el salón. El chiquillo estaba encantado de ser útil a su papá. Aunque la mayoría de las veces oía gritar a mi matrido. "Noooo, no cojas eso", "No, eso no no", "Daniel, ¡suelta eso!".


1 comentario:

  1. los dias que estan malitos o con lluvia es un caos,tienes que inventarte 1000 cosas para entretenerlos,dntro de nada Ivan y Daniel se llevaran muy bien y la edad no se notara tanto

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