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lunes, 23 de abril de 2012

Incapaz de saltarme un 23 de abril

Este año me había hecho el firme propósito de no comprar libros en fecha tan señalada como el mismisimo día del libro. La explicación es bien sencilla. Llevo todo el año adquiriendo preciosos libros infantiles. Si no es por una oferta por un encaprichamiento maternal, el caso es que la biblioteca de los peques ha doblado y triplicado sus fondos, así que hasta hoy mismo la idea era no gastar más dinero en cultura.

Pero... al leer en todos los periódicos sobre las novedades, la fiesta, las ferias... ¡Vamos! que no he podido resistirme. Una vez de vuelta del trabajo me he metido en el centro comercial y he dado rienda suelta a mi vena consumidora. Ha habido para todos. Desde que me quedé embarazada de Daniel no había vuelto a darme el gusto de darme un homenaje en este día en el que siempre he vuelto a casa cargada de novelas desde que era bastante niña. Pero hoy he caido en la tentación y me he hecho con un título que Miri, de Menos de 1000 y más de 30, me recomendó: "Si tu me dices ven lo dejo todo... pero dímelo". El comentario fue que era un libro tierno, entretenido y muy fácil y rápido de leer. Para alguien que carece de tiempo eso es importante. Ya lo he puesto a la cola de los pendientes. Antes van los que han escrito mis amigas: El Medallón de la Magia, de Mayte Esteban (El Espejo de la Entrada), que todavía no tengo, pero que tengo intención de adquirir cuando nos conozcamos por fin en persona y tenga ella un boli a mano para firmármelo; El Hijo del Barbero, de Alejandra Mateos, compañera de vicisitudes en el trabajo y soriana hasta la médula; Diario de una periodista en paro, de Natalia Sanguino (Sí, todavía no me lo he leído. No tengo perdón).

Por otro lado, tengo pendientes el de mitologías del mundo y le edición especial de la Princesa Prometida que me regalaron mi hermana y mi marido en mi cumpleaños... Era una tontería hacerme con otro, pero no pude aguantar las ganas. Cómo dice Raúl "No sólo hay que comprarlo, hay que leérselo también".

Para él adquirí "La noche de los trekkies vivientes". Se lo envolví y le dije a Daniel que se lo entregara con un beso y la rosa gigante con la que me habían obsequiado en la librería por ser tan buena clienta. Me di cuenta tarde de que la portada no era la más conveniente para los tiernos ojos del pequeñajo. Cuando procedía a abrir con sus propias manitas el paquete se lo quité a pesar de sus protestas y se lo entregué a mi marido para que lo escondiera. Se le quitó el berrinche en cuanto le di el suyo. Una preciosidad con bocas, narices y ojos magnéticos para pegar en las caras de cada una de las páginas y crear así a un pirata, un robot, un monstruo, un espantapájaros... El último en recibir su regalo fue Iván. Se entusiasmó con su libro de trapo con bichitos escondidos. Se lo leí unas cuantas veces mientras lo rechupeteaba. Daniel se lo pasó bomba creando caritas, pero miraba de refilón el de su hermano con ojos golositos. A la hora de irse a la cama logró por fin echarle mano y me hizo contárselo tres veces.

Además de los ya nombrados también cayeron tres libros de Caillú y, otro de dibujar formas geométricas y de pegatinas de Mickey. Los de Caillú se los leí antes de ir a la cama. Le encantaron. El de Mickey se lo daré otro día que no le quiero saturar.

2 comentarios:

  1. Me parece que El medallón de la magia no te lo vas a tener que comprar... no sé por qué, creo que alguien te lo regalará cuando te vea.

    Un besote, y perdona las ausencias. Estoy un poco atareada últimamente. ¡Volveré!

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  2. Muchas gracias Mayte. Tengo muchísimas ganas de leerlo. Y de conocerte en persona. Estoy intentando meterle a Raúl en la cabeza lo interesantísimo que sería hacer una excursión con los niños por tu zona cuando venga el buen tiempo. Creo que ya lo he conseguido. Cuando tengamos algún plan definido te llamo para ver si os podéis unir a nosotros. Estoy segura de que esta vez sí que nos tomaremos ese café.

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