Semana Santa en Covarrubias

Con la semana santa vienen las vacaciones. Laborales y no laborales, porque mis retoños tienen la semana enterita para disfrutarla, pero su madre no. Este año Raúl se la ha cogido (¡menos mal!) y ha aprovechado para darse un salto al pueblo con los niños. El fin de semana fuimos todos a Covarrubias (Chari y abuela Paca incluídas). Era la primera vez que Iván ponía sus tiernos pies allí, pero Daniel ya era todo un experto. Se lo pasó bomba recorriendo el patio con los últimos rayos de sol, subiendo leña del sótano para encender la chimenea, sacando los juguetes de sus primos...

Las noches fueron muy movidas. Es normal, los peques extrañan y quieren todo el rato a su mamá (o a su papá, pero éste no se entera y sigue roncando impasible. Menos cuando a la mamá le da un ataque de nervios y lo despierta con sus reniegos). La primera mañana la dormí hasta las doce porque estaba reventada, pero la segunda me tome un café doble mañanero para poder disfrutar de mis hijos antes de irme de nuevo a Madrid.

Daniel hizo labores de jardinero porque le hacía mucha ilusión ayudar a su papá, aunque más bien la liaba. Estaba tan contento regando, sembrando el cesped, pisoteándolo... Que cualquiera le decía nada al pobre.

No dio tiempo a mucho. A dar un par de vueltas por el pueblo y poco más. Enseguida llegó el domingo y tuve que retornar. A Daniel le había dicho el sábado que me tenía que ir unos días por trabajo, pero que volvería muy pronto para llenarlo de besos. Parecía que no se había enterado, pero el domingo a medio día se negó a dormir la siesta. Sabía que me iba a ir. Al final cayó rendido mientras me apretaba la mano.

Antes de meterme en el coche le hice muchos mimitos a Iván. Ya rumbo a la capital tenía el corazón encogido y muchas ganas de llorar. Chari me ensalzaba el lado bueno. "Vas a descansar, a dormir...¡Estan con su padre! Quien los va a cuidar mejor". Ya lo sé, pero es que me siento tan sola cuando no están conmigo...