Daniel lleva más de dos semana preguntándome cuando nos vamos a Covarrubias o a Las Palmas de Gran Canaria. Supongo que lo relaciona con el inicio de sus vacaciones. Evidentemente es más fácil y barato el pueblo de Burgos con lo que la elección fue bastante fácil.
Este viernes nos subimos los cuatro en el coche y pusimos rumbo a casa de la abuela de Raúl. En el momento que se puso el motor en marcha Iván abrió la boca para gimotear y ya no la cerró.
Arriesgando mi integridad me daba la vuelta como podía para atenderle. Si le hacías caso sonreía, pero como volviera colocarme correctamente en el asiento volvía a quejarse. Cómo no queríamos arriesgarnos a un multón o algo peor me coloqué bien y estuvimos aguantando el aluvión de lloros durante un buen rato. Le canté, le hice juegos de manos, aplaudí, chasqueé lo dedos... Nada. El bebé no dejaba de berrear. Su hermano en cambio iba muy tranquilito en su sillita oyendo pacíficamente los Cantajuegos.
Desesperada por no poder acunar a mi bebé insté a Raúl a parar por el camino. Mi marido sugirió que fuéramos a visistar a un tio abuelo que vive en un pueblo cercano al suyo. Una idea excelente.
El tío Pedro vive en una casa con corral con lo que Daniel se quedó encantado con las gallinas y luego no había quien lo sacara de allí. Estuvimos un ratito de charleta y luego volvimos a la carretera. Fue sentar a Iván y comenzar éste a gimotear de nuevo.
Fue un viaje infernal. Diez minutos antes de llegar se durmió.
La verdad es que, una vez allí, lo pasamos muy bien. El sábado por la mañana hicimos la ruta de los dragones. Raúl se ha inventado historias sobre estos seres mitológicos relacionadas con un par de hitos turísticos. La primera parada es la Puerta del Archivo del Adelantamiento de Castilla. Su papá le cuenta a Daniel que en la pared de ese "castillo" hay dos carteles tallados en piedra. En uno pone: "Aquí viven dragones" y en el otro "¡Cuidado! Los dragones echan fuego por la boca". El niño se desternilla cada vez que su padre se los "lee". Por supuesto, no pone eso, pero tampoco recuerdo muy bien que mensaje contiene en realidad.
La segunda parada es el libro de piedra con recetas para los dragones. Los rojos comen cordero y los verde lechuga. Mamá ha puesto su granito de arena y dice que los negros se comen a Daniel a la vez que le cosquillea. Al final El peque y yo nos convertimos en sendos dragones y fuimos a comernos a Raúl a traición.
Por la tarde dimos otra vueltecita. El calor era insoportable, así que cuando pasamos por el río dejamos a nuestro hijo mayor en calzoncillos y le dimos permiso para que se bañara a gusto. A Iván intenté meterle los piececitos, pero debía estar muy fría el agua porque los sacaba enseguida y me miraba frunciendo el ceño. Decidí que era mejor no insistir.
En la casa el crío mayor se lo pasó genial regando las plantas con su abuela y jugando con los juguetes que tiene allí.
Al día siguiente hizo un descubrimiento genial a mitad de nuestro paseo. Un minivolquete aparcado y muy solitario. Listo para que él se subiera a su antojo y jugara un ratito. Le encantó la experiencia.
Después de comer no volvimos meter en el coche. Esta vez el destino era Madrid. Daniel iba de morros porque no quería volver e Iván daba a entender que nos iba a dar el mismo viaje terrorífico que a la ida. Y nos lo dió. Peor aún si cabe.
¿Qué pueblo es? Parece chulísimo!!! Un besote!!
ResponderEliminar