Papá nos acompaña al parque de los chorros

El sábado por la mañana íbamos a ir a la piscina, pero nos dio pereza esperar hasta las once, que es la hora a la que abre, y nos acabamos encaminando hacia el parque de los chorros. Daniel iba emocionado. Tan contento iba que cuando llegó y vio que no estaba conectada la fuente se le cayó el alma a los pies. "Po queeeeee, po queeeeee" era lo único que lograba balbucear el pobre. Muy decidido se sentó en un banco para esperar a que salieran los chorros. Menos mal que logramos convencerle de que viniera con nosotros a jugar al parque infantil.

Se lo estaba pasando pipa cuando, de repente, me di cuenta de que ya salía el agua a todo gas. "Daniel, ¡mira!" Al niño le faltó tiempo para bajarse del columpio y poner pies en polvorosa hacia su codiciado objeto de deseo. "Depisa mamá, depisa" me decía a mi mientras le quitaba la ropa y le calzaba las zapatillas de playa. ¡Cómo si le fueran a salir patas a a fuente!
Por fin le abroché el último velcro y salió disparado a jugar con su padre y la pelota que habíamos traído.

Valió la pena la espera. Yo también me metí con Iván para refrescarnos un poco. Después jugué un poco al pilla pilla con mi niño mayor entre los chorros. Acabamos empapados.

Como siempre, nos costó despegar al pequeñajo de allí, pero no quedaba otra porque nos teníamos que ir a comer.