Celebrando el primer año de Iván: Un viaje en el Orient Express

Iván cumple años el 10 de octubre, pero como cae miércoles y el próximo fin de semana nos vamos al pueblo por la fiesta del Pilar, decidimos celebrarlo el sábado. Iván se lo pasó genial, pero creo que para Daniel fue uno de los mejores días de su vida. Para empezar disfrazamos al mayor de Spiderman para tenerlo entretenido y evitar peligros mientras papá cocinaba unas tartaletas exóticas en la cocina. La idea era organizar una modesta fiesta temática con el Oriente Express como protagonista.

La primera sorpresa vino de la mano del regalo de papá, mamá y la abuela Matilde: un fantástico tren hinchable lleno de bolas. El pobre Raúl acabó con lo pulmones secos de tanto soplar. Los chiquillos estaban entusiasmados tirando bolas al aire y entrando y saliendo del tren.

Así cayeron como saquitos cuando les metimos en sus lechos para la siesta.

A la hora de la comida expusimos el tren hecho con bizcochos y chuches en el mueble aparador. Daniel no podía quitar sus ojos de él. Acercó un silla y no hubo manera de apartarlo de su lado. En cuanto nos despistábamos devoraba una chuche. "Mami, quiero un tren de estos todos los días" me dijo. Mientras, los mayores devorábamos las tartaletas de queso feta, nata y espinacas; tiras de ternera con salsa agripicante; pollo con salsa hindú; huevo frito con chorizo... (esta era la menos "oriental", según Raúl, una nueva parada del Oriente Express pasa por España). Al tiempo que los adultos y mi niño mayor degustábamos los exóticos platos, Iván se ponía fino a gusanitos y pollo.

El tío Luis trajo unas empanadas artesanas buenísimas a las que también hicimos los honores.

Tras las tartaletas vino la tarta, aunque un poco desmejorada por las incursiones de Daniel. El peque mayor se prestó a soplar la vela en lugar de su hermano que todavía no sabe. A Iván le dio un poco igual que la tarta fuera de tren que cuadrada o redonda como las tradicionales. Él lo que quería era jugar.

Cómo son las fiestas del Pilar no dudamos en salir de casa rumbo a la feria. Los peques estaban encantados con la idea. Daniel se subió al camión de bomberos y a las motos de policía muy feliz mientras su hermano no quitaba ojo a las estruendosas lucecitas. Cómo la música era una tortura decidimos descansar los oídos en el parque. Allí, los niños jugaron un montón, pero ya se nos hacía tarde y nos encaminamos a casa. Por el camino Daniel afirmó que "la feria era superdivertida" y que quería volver. Para mí es un horror con esa música a todo volumen.

Ya en casa, le entregué a Iván el regalo de la tía Silvia: unos cubiletes encajables, que tuvieron un éxito arrollador entre los dos niños, y un gatito de peluche que vibra si se le tira de la cola (espero que no piensen que mis gatuchis funcionan igual).

Terminamos la jornada con Daniel tomando un cola cao en uno de los vasos (llenos de chuches) que compré para regalar a mis hijos y a mis sobrinos, y con Iván cenando su papilla delante de la tele. Un poco de relajación después de tantas emociones.