La montaña de palos

Hoy nos hemos llevado una gran sorpresa en el parque. Mantenimiento de Jardines había dejado una estupenda montaña de palos (con los que rellenan los paterres de plantas para hacer bonito) para jugar. Mis hijos no se lo han pensado dos veces y han acudido a la llamada como las moscas a la miel.

Antes les obligué a que terminaran de merendar sentados en un banco. Daniel me ha ayudado a darle la fruta a Iván. Mi primogénito le lanzaba pan a las palomas para que acudieran y mantuvieran entretenido al bebé, para que así pudiera endosarle la cucharadita de turno. Con este método no hemos tardado nada y los he podido liberar pronto para que corrieran hacia el montículo.

El mayor no ha tardado ni medio segundo en culminar la cumbre. Afortunadamente, el pequeño no ha intentado emularlo, para bien de su integridad física, y se ha quedado en la falda cogiendo y soltando esos palos blanditos.

Algunos padres no dejaban a sus hijos ni acercarse, con lo que han hecho que me replanteara si había hecho bien dando permiso a los peques para que jugaran allí. Al final he llegado a la conclusión de que esa montaña de palos flexibles era igual de peligrosa que cualquiera de los columpios y he dejado que siguieran disfrutando de ella.