Rumbo a las cabañas

El día del trabajo nos levantamos muy ilusionados porque íbamos a pasar cinco días en unas cabañas "de leñador" como la de los cuentos. Raúl y yo encontramos una página de lo más interesante en internet de pura casualidad: Cabañas Valle del Cabriel.

La información que daban hacía pensar que era el lugar ideal para ir unos días con los niños y el precio era más que ajustado. No lo pensamos dos veces y reservamos para el puente de mayo.

Poco antes de las diez estaban todos los bártulos cargados en el coche (que eran muchos) y pusimos rumbo a nuestro destino. El lugar se encuentra cerca de un pueblo de Albacete que linda con Valencia. No habíamos caído en el atasco infernal que se podía montar en la A3 por estas fechas y nos vimos atrapados en una caravana que dio lugar a que el viaje durara cinco horas en vez de tres. Fue horroroso, pero a mis hijos se les fueron todos los males en cuanto vieron su cabañita. Estaba justo enfrente de los columpios. Esta ubicación nos vino de lujo, sobre todo durante las siestas de Iván. Daniel se columpiaba feliz y jugaba con otros niños mientras su hermano roncaba apaciblemente y su madre los vigilaba a ambos desde el porche. Una delicia.

Esa tarde la dedicamos a explorar el recinto y quedamos muy impresionados. En el salón social encontramos un minicastillo hinchable lleno de bolas que tuvo muy entretenidos a los peques... hasta que descubrieron el castillo hinchable gigante situado en las canchas de baloncesto. Las pelotas de futbol, baloncesto, para el pin pon, las palas... te las proporcionaba el hotel gratis, con lo que Raúl no perdió la oportunidad de hacer unos tiros mientras su retoños saltaban salvajemente. Otra sorpresa agradable fueron las camas elásticas. No faltaba de nada. La guinda la puso la piscina cubierta de chorros climatizada y otra no climatizada que también estaba muy bien. Daniel no paraba de darle a los botones para hacer burbujas en el agua e Iván estaba encantado saltando en el agua. Había una parte de la fría (que no estaba tan fría) en la que hacía pie y se ponía andar con las manos en alto para no mojárselas. Todo estaba incluido en el precio de la habitación.

También nos dio tiempo de visitar a las gallinas, perdices, pajarillos y conejos de la pequeña granja que tienen  allí. Iván se quedó prendado de las gallinas. Las iba a ver todos los días para hablar con ellas (¡Co, co, coooooo! gritaba nada más verlas).

Lo mejor es que estaba todo vallado y era imposible que se perdiera un niño. ¡Que tranquilidad!

El único fallo que vimos es que el sistema de calefacción era por bomba de calor con lo que en días fríos no creemos que dé para calentar toda la cabaña. Afortunadamente, nos hizo una temperatura ideal y no pasamos nada de frío. Habrá que tenerlo en cuenta como destino vacacional para los días de calor.

Desde luego, el lugar es un paraíso para los niños. ¡Y para lo padres! Encima tenían un servicio de catering para comer en las cabañas sin tener que cocinar bastante barato y muy generoso. ¡Un lujo!

Raúl y yo estábamos encantados con nuestra elección para pasar el puente de mayo.