El viernes volví a coger el autobús rumbo a Lerma, donde me recogerían mi marido y mis niños preciosos. ¡Que ganas tenía de hacerles el abrazo de oso! Y ellos a mí.
De nuevo me sorprendieron con un plan sorpresa. En esta ocasión se trataba de "la fiesta del mar" según Daniel. Resignada me dejé llevar, aunque yo lo único que quería era llegar a la casa y tirarme en el sofá un rato con los peques.
Nada más llegar nos llegó el sonido de la música y no tuvimos dudas de adonde teníamos que ir. Seguimos a la charanga de payasos, equilibristas y zancudos que hicieron las delicias de los chiquillos. A los míos parecía que se les iban a salir los ojos de sus cuencas de ver tantas maravillas. El mayor se lo pasaba bomba poniéndose a tiro cuando tiraban agua. ¡Menos mal que hacía calor!
De repente nos encontramos de lleno en una calle llena de peces, medusas, pulpos, algas, cangrejos... Ahora ya sabía porque mi primogénito la llamaba la fiesta del mar. Los vecinos de esa calle la habían decorado como un fondo marino a base de materiales reciclados. Les quedó impresionante: una verdadera belleza para la vista y los sentidos.
Los niños no querían abandonarla y allí permanecimos un buen rato. Paseamos por el pueblo para disfrutar del ambiente, pero siempre regresábamos a la calle submarina una y otra vez.
Cuando empezó a refrescar en serio y ya hacía un buen rato que sonaba la verbena decidimos que era hora de regresar. Todavía no habíamos cenados y estábamos hambrientos. Los niños se negaron en redondo a subir al coche. Ellos habían sido agasajados con dulces, pastas y magdalenas por los vecinos de la calle adornada, pero sus padres estábamos famélicos y fuimos inflexibles.
El resto del fin de semana transcurrió en el río, la plaza, jugando con los primos y amigos... ¡Vamos! Haciendo vida vacacional de pueblo como está mandado. La hora de marchar de nuevo a Madrid llegó demasiado pronto. Aunque en esta ocasión no partí sola. A papá se le habían acabado las vacaciones y también se despidió amargamente de Covarrubias y de los chiquitines, que nos despidieron con un gesto de la mano y un expresión impasible en sus caritas. Hay que aclarar que en ese momento se disponían a entrar a una tienda de chuches con sus primos dispuestos a comprar todo lo que pudieran cargar. Supongo que eso les endulzó la despedida.
Qué chulada de fiestas... La verdad es que la gente se lo curra un montón. Un besote.
ResponderEliminarSí que son ingenioso, sí :D
EliminarPues ahora a disfrutar que otra vez sois pareja sin hijos ;) Que seguro que ellos lo pasan genial y en menos y nada es finde otra vez. De hecho mañana mismo!!
ResponderEliminarSí que lo disfrutamos. Fuimos un día al teatro y todo. Yujuuuuu
EliminarAunque me alegro de que volvamos a ser cuatro :D
Ya me imagino ese abrazo del oso! que tierno! Y que maravilloso día, me encantan tus aventuras sorpresas! me encanto la calle decorada! que lindo!
ResponderEliminarmuchos besitos
Gracias!! Los vecinos se lo curraron muchísimo. A mí también me gusta leer tus aventuras. Tienes un blog muy íntimo. Cómo si me abrieras la puerta de tu casa...
Eliminarq bien!!!!
ResponderEliminarSíiiiiii :D
EliminarOyee! ¿a que pueblos vais vosotros que siempre estáis de fiesta? jeje. Me encanta
ResponderEliminarEn los meses de verano todos los pueblos de España :D
ResponderEliminarSi es que a los españoles nos gusta demasiada armar jarana
Por cierto, los peques están durmiendo mucho mejor. Gracias!!