Hace poco estaba recogiendo la casa a mil por horas mientras el mayor estaba enganchado ala tablet y el pequeño disfrutaba de su baño a gusto. Cuando oí a Iván que me llamaba a gritos:
- Miaaaaa mamaaaaa ¡¡¡Cuatobazos!!!- Cuatrobrazos es uno de los alienígenas en los que se puede convertir el famosos personaje de dibujos animados Ben 10. Es rojo, es enorme y.... Sí, tiene cuatro brazos.
Supuse que algo le pasaba al muñeco de acción del personaje, probablemente se le habría caído fuera dela bañera y me llamaba para que se lo recogiera. Pero estaba muy equivocaba. me encontré al chiquillo con los brazos alzados y dando palmas sobre su cabeza mientras clavaba sus ojitos en las sombras de la pared.
- Mia mamá - me sañelo a su propia sombra- ¡Soy cuatobazos! - y se puso a aplaudir vigorosamente viendo como la escena se desarrollaba en la pared por duplicado.
Mi memoria voló al año pasado y me acordé del monstruo de dos cabezas y cuatro brazos que me enseñó Daniel en una situación casi similar.
Está claro que el más pequeño de la casa sigue los pasos de Daniel muy de cerca.
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miércoles, 30 de abril de 2014
martes, 29 de abril de 2014
La máquina de sumar
Gloria, la profe de Daniel, nos dio una
idea increíble en su blog Aguanapitu para aprender a sumar de una forma fácil y
divertida.
Construyó la máquina para sumar y dejó a todos sus alumnos
impresionados. Daniel no hacía más que pedirme que hiciéramos una.
Como no era nada complicado no le negué
el capricho y nos pusimos manos a la obra en Semana Santa. No quedó tan chula
como la de su profesora, pero cumplía con su misión. Tuvimos que ajustar un
poco con el envase de recogida de fichas porque en el primero se salían, pero
subsanado el primer error de cálculo empezó a funcionar a la perfección.
Una pena que un par de días después nos lloviera y se fuera a la porra la máquina, que habíamos construido en el patio de la casa de Covarrubias. ¡Menos mal que la podemos volver a hacer cuando queramos!
lunes, 28 de abril de 2014
Una tarde con Abulubú, Atolondrado, Madrid Río y palillos chinos
El sábado tuvimos una tarde de lo más intensa para regocijo de mis peques. Empezó mal porque el mayor decía que estaba cansado y me pidió que aplazara lo planes. Algo del todo imposible porque en la agenda prevista teníamos que asistir a una sesión de teatro muy original en Plot Point gracias a un sorteo de Papás e hijos 2.0.
La obra se llama Abulubu y Atolondrado, de la compañía Telón Tolón, y se basa en el teatro de improvisación. Es decir, los niños deciden qué van a ver, dentro de unos límites. Cuando le explique esto al chiquillo empezó a mostrar mucho interés. "¿Voy a ser el jefe? ¿Puedo mandar?" pregunta exitadísimo. "Bueeeno, massss o menossss" le contesté yo.
Cuando llegamos a la sala, Daniel estaba más que dispuesto a pedir una historia llena de zombis, pero acabó pidiendo los tres cerditos. Cuando le pregunté al respecto me confesó que no conocía ningún cuento de zombis y me pidió que le contara alguno, así que, casi sin darme cuenta, le estaba contando al versión edulcorada, adulcoradísima, de Guerra Mundial Z. Y el encantado, claro.
Pero volviendo a la obra, confieso que yo comencé a reirme a carcajadas desde el minuto uno. Los actores eran extremadamente expresivos y se mezclaron entre el público con muchísima facilidad. Pidieron a los niños que propusieran cuentos infantiles y que votaran por uno de ellos. La cosa estuvo muy reñida entre el que dijo Daniel y otro que sólo conocía la niña que lo mencionó: El pájaro de la felicidad. Para alegría de mi peque y descanso de los actores ganaron los cerditos y el lobo feroz. Cada función se elige un cuento diferente, así Abulubú y Atolondrado tiene que improvisar para escenificarlo, pero no lo hacen sólos. Los niños del público se subirán al escenario y participarán muy activamente en la historia, a veces para ayudar y otras para ponérselo difícil a los interesados, que se enfrentarán a varios retos: dirigir a unos niños de lo más traviesos e inquietos en algunos casos, orientar la historia según el carácter de cada pequeño y entretener a su exigente público. ¡Todo a la vez! Os aseguro que no fue tarea fácil y que los pequeños se lo pusieron muy difícil a los dos profesionales de las tablas. Sólo diré que tengo agujetas en las abdominales de tanto reírme.
Daniel hizo de lobo en la primera parte, pero como tenía una curiosa tendencia a tumbarse a roncar sobre el escenario más inoportuno acabó volviendo a su asiento. Empezó bien, aullando y muy entusiasta con su papel, pero en cuanto hizo la gracia la primera vez y vio que el público se desternillaba resultó muy difícil hacer que volviera a abrir los ojos. Era muy divertido verle, pero la historia no podía continuar con un lobo con narcolepsia, así que invitaron a otra niña deseosa de participar y mi niño volvió muy feliz junto a sus padres. Encantado con su aparición estelar. ¿A que lo he hecho bien?” nos preguntaba continuamente, “Todo el mundo se reía. ¿Lo visteis?” Y nosotros asentíamos divertidos, aunque pidiéndole silencio para ver como continuaba la historia. También tuvimos que parar los pies en un par de ocasiones a Iván que tras negarse a subirse al escenario cuando le invitaron, decidió que quería ser un cerdito y casi hace una aparición sorpresa a mitad de cuento.
Pero volviendo a la obra, confieso que yo comencé a reirme a carcajadas desde el minuto uno. Los actores eran extremadamente expresivos y se mezclaron entre el público con muchísima facilidad. Pidieron a los niños que propusieran cuentos infantiles y que votaran por uno de ellos. La cosa estuvo muy reñida entre el que dijo Daniel y otro que sólo conocía la niña que lo mencionó: El pájaro de la felicidad. Para alegría de mi peque y descanso de los actores ganaron los cerditos y el lobo feroz. Cada función se elige un cuento diferente, así Abulubú y Atolondrado tiene que improvisar para escenificarlo, pero no lo hacen sólos. Los niños del público se subirán al escenario y participarán muy activamente en la historia, a veces para ayudar y otras para ponérselo difícil a los interesados, que se enfrentarán a varios retos: dirigir a unos niños de lo más traviesos e inquietos en algunos casos, orientar la historia según el carácter de cada pequeño y entretener a su exigente público. ¡Todo a la vez! Os aseguro que no fue tarea fácil y que los pequeños se lo pusieron muy difícil a los dos profesionales de las tablas. Sólo diré que tengo agujetas en las abdominales de tanto reírme.
A toda la familia nos encantó la obra, aunque Raúl objetó que muchos chistes eran para adultos. Tiene razón, pero así debe de ser. Los espectáculos infantiles son muy difíciles de elaborar porque deben contentar a la vez a dos públicos con gustos extremadamente diferentes: los niños y los padres.
A la salida nos obsequiaron con unas narices de payasos que encantaron a más pequeños. Aprovechando que nos quedaba cerca nos acercamos al parque Madrid Río para merendar allí. Los chiquillos lo pasaron bomba en el barco pirata y en los toboganes gigantes. Es un lugar estupendo para ir con niños. Como el tiempo no acompañaba empecé a quejarme pronto de que tenía frío y sugerí ir al coche a por los abrigos (y ya que íbamos, subirnos e irnos a casa). Mis tres hombres me miraron con cara de pocos amigos. Se ve que se lo estaban pasando bomba y yo era la única aguafiestas.
Mi marido me hizo feliz y me ayudó a arrastrar a los peques hasta el coche, pero una vez dentro me hizo una propuesta de lo más peligrosa: "¿Que te parece si vamos al restaurante chino de nuestro antiguo barrio? Ese que tanto nos gustaba..." "¡¡¿Cómo?!! ¡¡¡¿Con las fier... eeeh... con los niños?!!! Tu flipas"
A nuestras espaldas se activó una cantinela terrorífica "Restaurante síiiiiii, mami, porfiiiiii" gritaban mis retoños. Raúl, a su vez, me ponía ojitos de bambi... Así que claudiqué encomendandome a todos los santos.
Nos introdujimos en el restaurante que estaba abierto a las ocho menos cuarto de la tarde, ¡increíble! Mientras nos sentaban en una mesa yo me disculpaba con la mirada con antelación por todo lo que iban a perpetrar mis infantes. Pero estaba muy equivocada. En contra de todo pronostico, se portaron bastante bien y se quedaron en sus asientos todo el rato. Mi teoría es que los palillos los mantuvieron entretenidos el tiempo suficiente para que sus padres pudieran disfrutar de los deliciosos manjares que nos sirvieron. La camarera, encima, les daba bolilla y se reía con ellos. Así que empecé a dejar los histerismos a un lado. Pasamos una velada estupenda y, cuando nos fuimos, el mantel no estaba casi manchado. No creo que esto se repita, así que lo disfruté cada minuto.
Fue una tarde increíble.
domingo, 27 de abril de 2014
Buscando piñas
Un día de la semana santa que amaneció especialmente soleado al papi de las criaturas se le ocurrió la genial idea de ir al pinar a buscar piñas que quemar en la chimenea durante los duros inviernos. Los peques acogieron la idea encantados y se regocijaron con la promesa de que, algún palo también podría caer en la bolsa.
La abuela Chari se apuntó al plan porque, la verdad, prometía mucho. Y no nos decepcionó porque el pinar era precioso y nos recibió con millones de piñas de diferentes formas, colores y tamaños en su manto. Los niños se volvieron locos. No les cabían más cosas en los brazos. Al final decidieron soltar carga (a mamá, como no) y hacer posturas guerreras con el palo arma perfecto a su elección.
Enseguida llenamos las bolsas de piñas y las dejamos a un lado del camino para recogerlas a la vuelta. Los chiquillos cada vez tenían un palo más grande, más afilado y más peligroso entre las manos. A mamá ya no se la veía debajo de todos los palos y ramas que sus hijos había tenido a bien darle para que se los guardara. Disimuladamente iba soltando los más antiguos a modo de miguitas de pan en Hansel y Gretel.
Daniel acabó castigadísimo por sus ansias destructoras contra las pobres setas y hongos, que nada le habían hecho. De nada sirven mis amenazas de que, un día, seguramente no muy lejano, los árboles del bosque cobrarán vida y le buscarán para vengarse. Es una historia que ni siquiera le da pesadillas. Supongo que comparado con las luchas titánicas entre monstruos, robots asesinos y zombis que hay en su imaginación, unos arbolitos andantes deben ser naderías para él.
La abuela Chari se apuntó al plan porque, la verdad, prometía mucho. Y no nos decepcionó porque el pinar era precioso y nos recibió con millones de piñas de diferentes formas, colores y tamaños en su manto. Los niños se volvieron locos. No les cabían más cosas en los brazos. Al final decidieron soltar carga (a mamá, como no) y hacer posturas guerreras con el palo arma perfecto a su elección.
Enseguida llenamos las bolsas de piñas y las dejamos a un lado del camino para recogerlas a la vuelta. Los chiquillos cada vez tenían un palo más grande, más afilado y más peligroso entre las manos. A mamá ya no se la veía debajo de todos los palos y ramas que sus hijos había tenido a bien darle para que se los guardara. Disimuladamente iba soltando los más antiguos a modo de miguitas de pan en Hansel y Gretel.
Daniel acabó castigadísimo por sus ansias destructoras contra las pobres setas y hongos, que nada le habían hecho. De nada sirven mis amenazas de que, un día, seguramente no muy lejano, los árboles del bosque cobrarán vida y le buscarán para vengarse. Es una historia que ni siquiera le da pesadillas. Supongo que comparado con las luchas titánicas entre monstruos, robots asesinos y zombis que hay en su imaginación, unos arbolitos andantes deben ser naderías para él.
viernes, 25 de abril de 2014
Buitres, águilas, mariposas y alimoches en Ura
Aprovechando que pasábamos la Semana Santa en Covarrubias, uno de los días nos acercamos a hacer una excursión a Ura, un lugar realmente precioso.
Los primero que hicieron los niños, nada más bajar del coche, y como ya viene siendo costumbre, fue armarse de palos para imaginarse como guerreros en una misión de exploración.
Mientras mamá y papá admiraban el impresionante paisaje, los peques encontraron el camino a la orilla del río y cambiaron los palos por las piedras. Cada dos por tres teníamos que arrastrarlos por el camino para poder avanzar. Estaban emocionados llenando el agua de piedras cada vez más grandes.
Todo cambió cuando encontramos una pluma gigante. Suponemos que de buitre. Entonces empezó una misión para buscarlos por el cielo. ¡Y sí que los encontramos! A los buitres, a las águilas y a las abubillas. Había que vernos, a toda la familia descuellados para localizar los puntos móviles entre las nubes.
Las mariposas también causaron sensación. Nos topamos con muchísimas y a cual más colorida. Los chiquillos se entretuvieron muchísimo persiguiéndolas. Menos mal que ellas eran más rápidas.
Lo pasamos realmente bien explorando la flora y fauna.
Los primero que hicieron los niños, nada más bajar del coche, y como ya viene siendo costumbre, fue armarse de palos para imaginarse como guerreros en una misión de exploración.
Mientras mamá y papá admiraban el impresionante paisaje, los peques encontraron el camino a la orilla del río y cambiaron los palos por las piedras. Cada dos por tres teníamos que arrastrarlos por el camino para poder avanzar. Estaban emocionados llenando el agua de piedras cada vez más grandes.
Todo cambió cuando encontramos una pluma gigante. Suponemos que de buitre. Entonces empezó una misión para buscarlos por el cielo. ¡Y sí que los encontramos! A los buitres, a las águilas y a las abubillas. Había que vernos, a toda la familia descuellados para localizar los puntos móviles entre las nubes.
Las mariposas también causaron sensación. Nos topamos con muchísimas y a cual más colorida. Los chiquillos se entretuvieron muchísimo persiguiéndolas. Menos mal que ellas eran más rápidas.
Lo pasamos realmente bien explorando la flora y fauna.
jueves, 24 de abril de 2014
Un día del libro lleno de risas y enfados
El 23 de abril, como viene siendo tradición, me pasé por una librería con una lista kilométricas de obras maestras infantiles recomendadas en la blogoesfera de la maternidad. Como la librería era pequeña tenía bastante poco donde elegir y yo no tenía tiempo de burcar otra alternativa, así que taché todos los títulos, uno por uno, sin encontrarlos y al final me llevé dos ejemplares que ni siquiera aparecían en ella.
Para Iván tenía claro que iba a adquirir un título de su adorada Dora. Y eso fue lo que cayó en mi bolsa. Y para Daniel acabé llevándome uno muy bonito de monstruos y fantasmas tipo "Buscar a Wally" que te venía con la lupa incluida para mayor diversión.
Estaba deseando ir a buscar a los peques y que me contaran que habían hecho para celebrar este día especial.
El el cole de Iván habían aplazado las celebraciones para el viernes y teníamos que traer un libro de casa para hacer la actividad que tenían programada. En cuanto llegamos a casa dejé que el peque eligiera el que más le gustara. Se decantó por uno de solapas en el que los animales y sus crías son los protagonistas.
Daniel salía con un marcapáginas en forma de elefante muy gracioso y original y una cuartilla doblada a modo de libro con poesía incluida.
Poco aguanté antes de darles sus regalo. Daniel me lo pedía desde la puerta del cole porque ya es mayor y ya sabe lo que toca. Se los entregué diciendo que los dos era para los dos porque no quería peleas. Ellos encantados. Primero nos pusimos a buscar gatos negros, candelabros, manos cortadas y demás escabrosos detalles en el libro de los monstruos. Estuvieron muy entretenidos mirando las coloridas imágenes. Luego, les leí el de Dora. Aquí tuve que pararle los pies a Daniel una par de veces, porque una cosa es participar de la historia y otra boicotearla llamando tontos a los personajes o hablando sin para sin dejar continuar al narrador.
Ese fue el primer enfado. El segundo llegó cuando demostraron se incapaces de cuidar los ejemplares como debían. De hecho, la lupa del libro de los monstruos ya está rota y esperando reparación.
Hoy, Daniel se ha empeñado en ir al colegio con su nuevo libro e Iván, se ha llevado el de los animales y sus crías para la actividad del viernes. Iban muy contentos, pero yo iba de los nervios, porque justo ha caído una tromba de agua increíble. Menos mal que teníamos el plástico del carrito e Iván y los libros se han librado. Pero Daniel y mamá se han empapado a pesar de los anoraks.
Para Iván tenía claro que iba a adquirir un título de su adorada Dora. Y eso fue lo que cayó en mi bolsa. Y para Daniel acabé llevándome uno muy bonito de monstruos y fantasmas tipo "Buscar a Wally" que te venía con la lupa incluida para mayor diversión.
Estaba deseando ir a buscar a los peques y que me contaran que habían hecho para celebrar este día especial.
El el cole de Iván habían aplazado las celebraciones para el viernes y teníamos que traer un libro de casa para hacer la actividad que tenían programada. En cuanto llegamos a casa dejé que el peque eligiera el que más le gustara. Se decantó por uno de solapas en el que los animales y sus crías son los protagonistas.
Daniel salía con un marcapáginas en forma de elefante muy gracioso y original y una cuartilla doblada a modo de libro con poesía incluida.
Poco aguanté antes de darles sus regalo. Daniel me lo pedía desde la puerta del cole porque ya es mayor y ya sabe lo que toca. Se los entregué diciendo que los dos era para los dos porque no quería peleas. Ellos encantados. Primero nos pusimos a buscar gatos negros, candelabros, manos cortadas y demás escabrosos detalles en el libro de los monstruos. Estuvieron muy entretenidos mirando las coloridas imágenes. Luego, les leí el de Dora. Aquí tuve que pararle los pies a Daniel una par de veces, porque una cosa es participar de la historia y otra boicotearla llamando tontos a los personajes o hablando sin para sin dejar continuar al narrador.
Ese fue el primer enfado. El segundo llegó cuando demostraron se incapaces de cuidar los ejemplares como debían. De hecho, la lupa del libro de los monstruos ya está rota y esperando reparación.
Hoy, Daniel se ha empeñado en ir al colegio con su nuevo libro e Iván, se ha llevado el de los animales y sus crías para la actividad del viernes. Iban muy contentos, pero yo iba de los nervios, porque justo ha caído una tromba de agua increíble. Menos mal que teníamos el plástico del carrito e Iván y los libros se han librado. Pero Daniel y mamá se han empapado a pesar de los anoraks.
miércoles, 23 de abril de 2014
Daniel se enfrenta a sus astillitas
Un día que estábamos en el parque de juegos de Covarrubias, dos niños se fueron a montar en un columpio cuando éste cedió y cayó estrepitosamente. Menos mal que no se habían sentado directamente porque ese madero podría haberlos matado.
El caso es que nos acercamos a preguntar a los chicos si se encontraban bien y nos dimos cuenta de un detalle sospechoso. El tornillo gigante y la tuerca enorme que mantenían unidas las junturas brillaban por su ausencia. Sé que no hay que ser mal pensada, pero me cuesta mucho no maldecir al desgraciado que se le ocurrió que sería gracioso semejante gamberrada.
Todavía alucinaba con la posible causa del accidente, por otro lado, no probada, cuando el mayor de mis chicos se puso a trepar con ahínco por el madero. Resultado: tropocientas mil astillas clavadas profundamentes. Ni las pinzas, ni el agua caliente pudieron hacer que salieran las malditas.
En cuanto llegamos a Madrid pedí hora con la pediatra para que nos diera su opinión. Hasta entonces mantuvimos la zona desinfectada con agua oxigenada y tisana de tomillo. Lo primero que hizo la facultativa fue decirme que no veía nada. Normal, porque el peque se había puesto las manos negras en el cole y era difícil distinguir algo en el mapa de manchas de sus palmas. Una vez subsanado el obstáculo con abundante agua templada y jabón. Me puso mala cara por no haberle traído antes. Aceptó por buena la excusa del pueblo y procedió a darme indicaciones sobre como gestionar la situación de crisis:
- Coges una aguja biselada y le vas levantando con mucho cuidadito la piel...
- ¿Una aguja biselada es como las de coser?
- Eeeeh... No.
- Bueno, ya la compraré en el chino. No hay problema
-..... Casi mejor voy a llamar a la enfermera.
La enfermera estaba ocupada, así que fue a llamar a otra que tampoco pillaba muy lejos. Mi hijo mayor estaba histérico a estas alturas, pero entre preguntas sobre los basurillas y promesas de alguna que otra sorpresita logré calmarlo.
Mientras le preguntaba y contaba milongas, la doctora y la enfermera hurgaban todo lo delicadamente que podían. Como la luz era insuficiente, nos trasladamos a la consulta de la segunda en busca de una lupa con linterna. Ante la perspectiva, hubo que engatusar a mi hijo con no menos de tres basurillas en cuanto saliéramos de allí. Se dejó hacer poniendo caras muy raras. Cuando se le ocurrió echar un vistazo a la zona damnificada pegó un chillido de terror: "Sangre mamá, sangreeeeee" Entre las tres le tranquilizamos y le animamos a buscar a los glóbulos rojos, blancos y plaquetas que aparecen en la serie de la vida es así. "No veo nada, mami. Sólo rojo" aseguraba muy serio. "Tu sigue mirando a ver si se van a asomar justo ahora". Con una mirada llena de desconfianza me reprochó que intentara engañarle: "¡Mamaaaa! Eso no se puede ver porque son muy pequeños".
A la pediatra le llamó la atención el interés del peque por el cuerpo humano, así que intentó distraerle por ahí.
- ¿Tu sabes lo que hacen los glóbulos blancos?- Le preguntó de forma distraida.
- ¿Cual de ellos?- Amabas facultativas levantaron la cabeza a la vez y se miraron un tanto perplejas. La enfermera se rió con ganas.
- Los linfocitos.- Respondió rápida la médico.- Él lo ha querido.- Se justificó ante su compañera.
- Se comen a los bichos malos.- Respondió el peque sin vacilar
- ¡Muy bien! - alabó sorprendida.- ¿Y los macrófagos?
- Se comen los que queda después de la batalla.- Aseguró el peque un poco vacilante. Las dos quitaban astillas sin perder detalle a las ocurrencias del chiquillo, así que me vi obligada a confesar que toda esa sabiduría se debía a los capítulos de Érase una vez la vida.
- Esos los veía yo de pequeña. - Aseguró entusiasmada la enfermera.- ¿Cual es tu capítulo preferido, Daniel?
- Ummmm El del cerebro.
- Toma ya.- Exclamaron a la vez.
Mientras tanto yo no quitaba ojo de Iván que exploraba el terreno a su antojo y había que pararle los pies de vez en cuando. También hacía sus escapaditas al pasillo, aunque nunca se iba del todo de nuestra vista. Me estaba poniendo de los nervios, pero no podía hacer nada porque Daniel me tenía agarrado como si fuera a desaparecer de un momento a otro.
Tras casi una hora quitando astillas, dieron por concluida la tarea, para alivio de mi mayor. Aunque me regalaron una de las famosas agujas biseladas por si le encontrábamos una que ellas no hubieran visto. A Daniel le pusieron una cremita que el calificó de relajante. Y visto su interés, se la acabaron regalando. Entre eso. y la perspectiva de los basurillas que le había prometido exclamó: "¡Hoy es el día de los regalos!" dando más motivos de alegría al personal sanitario, que se había incrementado en la enfermera que no había podido atenderle. es muy maja y se había acercado a preguntar por el chiquillo: las tres se rieron mucho con su ocurrencia.
Los peques entraron con una gran sonrisa al kiosko, pero se llevaron una decepción muy grande porque no tenían basurillas. Menos mal que encontramos otro bichos igual de feos que les gustaron. Y eso fue lo que compré como premio a la valentía del mayor.
El caso es que nos acercamos a preguntar a los chicos si se encontraban bien y nos dimos cuenta de un detalle sospechoso. El tornillo gigante y la tuerca enorme que mantenían unidas las junturas brillaban por su ausencia. Sé que no hay que ser mal pensada, pero me cuesta mucho no maldecir al desgraciado que se le ocurrió que sería gracioso semejante gamberrada.
Todavía alucinaba con la posible causa del accidente, por otro lado, no probada, cuando el mayor de mis chicos se puso a trepar con ahínco por el madero. Resultado: tropocientas mil astillas clavadas profundamentes. Ni las pinzas, ni el agua caliente pudieron hacer que salieran las malditas.
En cuanto llegamos a Madrid pedí hora con la pediatra para que nos diera su opinión. Hasta entonces mantuvimos la zona desinfectada con agua oxigenada y tisana de tomillo. Lo primero que hizo la facultativa fue decirme que no veía nada. Normal, porque el peque se había puesto las manos negras en el cole y era difícil distinguir algo en el mapa de manchas de sus palmas. Una vez subsanado el obstáculo con abundante agua templada y jabón. Me puso mala cara por no haberle traído antes. Aceptó por buena la excusa del pueblo y procedió a darme indicaciones sobre como gestionar la situación de crisis:
- Coges una aguja biselada y le vas levantando con mucho cuidadito la piel...
- ¿Una aguja biselada es como las de coser?
- Eeeeh... No.
- Bueno, ya la compraré en el chino. No hay problema
-..... Casi mejor voy a llamar a la enfermera.
La enfermera estaba ocupada, así que fue a llamar a otra que tampoco pillaba muy lejos. Mi hijo mayor estaba histérico a estas alturas, pero entre preguntas sobre los basurillas y promesas de alguna que otra sorpresita logré calmarlo.
Mientras le preguntaba y contaba milongas, la doctora y la enfermera hurgaban todo lo delicadamente que podían. Como la luz era insuficiente, nos trasladamos a la consulta de la segunda en busca de una lupa con linterna. Ante la perspectiva, hubo que engatusar a mi hijo con no menos de tres basurillas en cuanto saliéramos de allí. Se dejó hacer poniendo caras muy raras. Cuando se le ocurrió echar un vistazo a la zona damnificada pegó un chillido de terror: "Sangre mamá, sangreeeeee" Entre las tres le tranquilizamos y le animamos a buscar a los glóbulos rojos, blancos y plaquetas que aparecen en la serie de la vida es así. "No veo nada, mami. Sólo rojo" aseguraba muy serio. "Tu sigue mirando a ver si se van a asomar justo ahora". Con una mirada llena de desconfianza me reprochó que intentara engañarle: "¡Mamaaaa! Eso no se puede ver porque son muy pequeños".
A la pediatra le llamó la atención el interés del peque por el cuerpo humano, así que intentó distraerle por ahí.
- ¿Tu sabes lo que hacen los glóbulos blancos?- Le preguntó de forma distraida.
- ¿Cual de ellos?- Amabas facultativas levantaron la cabeza a la vez y se miraron un tanto perplejas. La enfermera se rió con ganas.
- Los linfocitos.- Respondió rápida la médico.- Él lo ha querido.- Se justificó ante su compañera.
- Se comen a los bichos malos.- Respondió el peque sin vacilar
- ¡Muy bien! - alabó sorprendida.- ¿Y los macrófagos?
- Se comen los que queda después de la batalla.- Aseguró el peque un poco vacilante. Las dos quitaban astillas sin perder detalle a las ocurrencias del chiquillo, así que me vi obligada a confesar que toda esa sabiduría se debía a los capítulos de Érase una vez la vida.
- Esos los veía yo de pequeña. - Aseguró entusiasmada la enfermera.- ¿Cual es tu capítulo preferido, Daniel?
- Ummmm El del cerebro.
- Toma ya.- Exclamaron a la vez.
Mientras tanto yo no quitaba ojo de Iván que exploraba el terreno a su antojo y había que pararle los pies de vez en cuando. También hacía sus escapaditas al pasillo, aunque nunca se iba del todo de nuestra vista. Me estaba poniendo de los nervios, pero no podía hacer nada porque Daniel me tenía agarrado como si fuera a desaparecer de un momento a otro.
Tras casi una hora quitando astillas, dieron por concluida la tarea, para alivio de mi mayor. Aunque me regalaron una de las famosas agujas biseladas por si le encontrábamos una que ellas no hubieran visto. A Daniel le pusieron una cremita que el calificó de relajante. Y visto su interés, se la acabaron regalando. Entre eso. y la perspectiva de los basurillas que le había prometido exclamó: "¡Hoy es el día de los regalos!" dando más motivos de alegría al personal sanitario, que se había incrementado en la enfermera que no había podido atenderle. es muy maja y se había acercado a preguntar por el chiquillo: las tres se rieron mucho con su ocurrencia.
Los peques entraron con una gran sonrisa al kiosko, pero se llevaron una decepción muy grande porque no tenían basurillas. Menos mal que encontramos otro bichos igual de feos que les gustaron. Y eso fue lo que compré como premio a la valentía del mayor.
martes, 22 de abril de 2014
Vacaciones de Semana Santa en Covarrubias
A pesar de que Raúl ha tenido que trabajar incluso en los días festivos laborales, nos fuimos al pueblo para que los niños disfrutaran en sus calles. Mi marido trabajó online mientras mami pasaba interminables jornadas de patio al sol con unos pequeños más que revoltosos.
Hemos tenido una suerte impresionante con el tiempo y no ha dado la oportunidad de hacer excursiones preciosas y disfrutar de la calle a tope.
Daniel e Iván se han pateado las plazas dando brincos entusiasmados; han dado uso a los columpio a más no poder; ha pedaleado en sus bicis por todo el pueblo; han visitado a los caballos y cabras a los que el más pequeño llama "animales savajes"; jugado a juegos de mesa con sus progenitores; soplado, perseguido y estallado pompas de jabón; pintado, dibujado y coloreado; se han convertido en ayudantes excepcionales cuando ha tocado cortar el césped... ¡Vamos! Que creo que no les ha quedado nada por hacer.
Su entretenimiento favorito ha sido ir al río a tirar piedras y a simular que pescan con palos flexibles. Hay que ver lo que dan de si los palos con estos niños. Puedo afirmar y asegurar que donde hay palos tenemos una destino familiar, porque se lo pasan pipa.
¡Hasta tuvimos nuestra búsqueda de huevitos de Pascua! En esta ocasión participaron activamente, tanto al esconderlos, como al encontrarlos, lo que me hace suponer que la abuela de Raúl todavía está encontrando chocolate derretido en su patio por los lugares más insospechados.
No me extraña que hoy les haya costado tanto volver a la rutina. El mayor vuelve a preguntar insistentemente ¡cuando porras empieza el verano!
Hemos tenido una suerte impresionante con el tiempo y no ha dado la oportunidad de hacer excursiones preciosas y disfrutar de la calle a tope.
Daniel e Iván se han pateado las plazas dando brincos entusiasmados; han dado uso a los columpio a más no poder; ha pedaleado en sus bicis por todo el pueblo; han visitado a los caballos y cabras a los que el más pequeño llama "animales savajes"; jugado a juegos de mesa con sus progenitores; soplado, perseguido y estallado pompas de jabón; pintado, dibujado y coloreado; se han convertido en ayudantes excepcionales cuando ha tocado cortar el césped... ¡Vamos! Que creo que no les ha quedado nada por hacer.
Su entretenimiento favorito ha sido ir al río a tirar piedras y a simular que pescan con palos flexibles. Hay que ver lo que dan de si los palos con estos niños. Puedo afirmar y asegurar que donde hay palos tenemos una destino familiar, porque se lo pasan pipa.
¡Hasta tuvimos nuestra búsqueda de huevitos de Pascua! En esta ocasión participaron activamente, tanto al esconderlos, como al encontrarlos, lo que me hace suponer que la abuela de Raúl todavía está encontrando chocolate derretido en su patio por los lugares más insospechados.
No me extraña que hoy les haya costado tanto volver a la rutina. El mayor vuelve a preguntar insistentemente ¡cuando porras empieza el verano!
lunes, 21 de abril de 2014
Primer día de piscina
Y en cuanto salió me recordó que había que tachar una ficha de Lego del contador que le acerca más y más a su ansiado premio.
No me puso problemas para cambiarle, aunque, mientras esperábamos su turno se agarró bastante fuerte a mí. Supongo que por si se me ocurría desaparecer.
Cuando apareció la monitora, me soltó, y se fue con el grupo sin mirar atrás. La clase me pareció bastante dura. Un poco de calentamiento y a la piscina directos con una especie de burbuja y los típicos churritos ¡a nadar! Un largo tras otro y vuelta a empezar. Me estaba agotando sólo de verlos. Los chiquillos nadaban sin descanso, pero a Daniel le costaba bastante, así que se paraba, me saludaba con la mano, se caía del churrito, se volvía agarrar... Y le iban pasando uno tras otro.
Al rato, los reunieron a todos y les llevaron a la piscinita infantil, en la que hace pie en algunas zonas. Por lo visto, estuvieron bailando, aunque eso no lo vi, porque desde la puerta no había visibilidad suficiente. Así que me tuve que conformar con su versión. Por lo visto, fue lo que más le gustó.
¡Prueba superada!... por ahora...
domingo, 20 de abril de 2014
Reencarnación
"Mami... ¿Cuando me muera estoy vivo en el cielo?" me preguntó el mayor sin anestesia ni nada.
"Eeeeeh... Puesss... No. Estas muerto, pero no como los zombis. Sin cuerpo. Sólo tu alma." Le contesté torpemente.
"¿Qué es el alma?" Esta me la esperaba. Era demasiado pedir que conociera un concepto tan abstracto.
"Pues es donde está tu forma de ser, tus sentimientos, tus pensamiento..." comencé muy inspirada.
"¡Pero yo no quiero quedarme sin cuerpo!" Protesto iniciando un mohín. Y eso no. No soporto el sufrimiento gratuito en mis churumbeles, así que, rápida de reflejos, cambié de religión a conveniencia.
"Bueeeeno. Puedes optar por la reencarnación" sugerí. Enseguida mostró interés por el tema así que seguí hablando. "Puedes pedir que te dejen nacer de nuevo"
"¿Puedo ser otra vez un niño?" su voz estaba llena de esperanza.
"O un perro, o un gato... O un cocodrilo..." Yo veía como cada vez se emocionaba más y mas con la idea. Casi le oía pensar intentado decidirse si tiburón asesino o tigre sanguinario.
Pero entonces me soltó algo que me emocionó de verdad.
"Mami, yo quiero volver a nacer en la misma familia. Que tu seas mi mamá, papá mi papá e Iván mi hermano. ¿Eso puede ser?" Disimulando un lagrimita indiscreta le aseguré que sí podía ser... Y que yo también deseaba lo mismo.
"Eeeeeh... Puesss... No. Estas muerto, pero no como los zombis. Sin cuerpo. Sólo tu alma." Le contesté torpemente.
"¿Qué es el alma?" Esta me la esperaba. Era demasiado pedir que conociera un concepto tan abstracto.
"Pues es donde está tu forma de ser, tus sentimientos, tus pensamiento..." comencé muy inspirada.
"¡Pero yo no quiero quedarme sin cuerpo!" Protesto iniciando un mohín. Y eso no. No soporto el sufrimiento gratuito en mis churumbeles, así que, rápida de reflejos, cambié de religión a conveniencia.
"Bueeeeno. Puedes optar por la reencarnación" sugerí. Enseguida mostró interés por el tema así que seguí hablando. "Puedes pedir que te dejen nacer de nuevo"
"¿Puedo ser otra vez un niño?" su voz estaba llena de esperanza.
"O un perro, o un gato... O un cocodrilo..." Yo veía como cada vez se emocionaba más y mas con la idea. Casi le oía pensar intentado decidirse si tiburón asesino o tigre sanguinario.
Pero entonces me soltó algo que me emocionó de verdad.
"Mami, yo quiero volver a nacer en la misma familia. Que tu seas mi mamá, papá mi papá e Iván mi hermano. ¿Eso puede ser?" Disimulando un lagrimita indiscreta le aseguré que sí podía ser... Y que yo también deseaba lo mismo.
sábado, 19 de abril de 2014
Bebé cocodrilo
Desde hace un mes o así, mi niño pequeño se autodenomina "bebé". Y eso que ya está hecho un cachalote. Pero la cosa no queda ahí. Resulta que nunca es un bebé humano. Le debe resultar más adorable una cría porque te suelta que es un bebé perrito, o gatito, o pajarito y empieza a emitir un sonido con voz aflautada que suena más o menos a " mguuu, mmmgu, mmmmgu" mientras palmotea el aire con sus manitas. Ahí, la menda tiene que comenzar a admirar su suave pelaje, su barriguita blandita, sus morritos preciosos, sus garritas afiladas, etc etc.
El sumum de la ternura para él es el ¡bebé cocodrilo! Casi siempre elige este animal para que le haga carantoñas. "¡Soy un bebé cocodilo! nguuu nguuuu nguuuu" Y quien se resiste a semejante monería.
El sumum de la ternura para él es el ¡bebé cocodrilo! Casi siempre elige este animal para que le haga carantoñas. "¡Soy un bebé cocodilo! nguuu nguuuu nguuuu" Y quien se resiste a semejante monería.
viernes, 18 de abril de 2014
La caña de pescar casera
"¡¡Quero una caña de pescaaaaa!!" El berrido me atravesó el tímpano e hizo que se tambalearan los cimiento de mi pobre cerebro. El más pequeño de la familia se había situado, estratégicamente, cerca de mi orejita, aprovechando que me agachaba para recoger unos juguetes, y había soltado su deseo de forma atronadora.
Le miré con esos ojos que expresan "¿Y a mí que me cuentas?". Pero el peque es inmune a mis excusas. Él piensa que para su mamá nada es imposible, así que continuó en sus trece, hasta que a mis neuronas se les pasó el sobresalto y se pusieron a trabajar.
A ver, a ver que se me ocurre... En estas situaciones hay que pensar muy deprisa porque Iván no admite demoras. Enseguida empieza a subir el tono, a ponerse rojo y a amenazar tormentón.
Me acordé, casi de milagro de un tubo, como el de las servilletas, pero bastante más largo, que debía de servir para enrollas algún título o poster. De ahí partiría la caña. Un rulito de licra de los que les regaló la madre de amiguito a los niños sería la cuerda. El anzuelo lo construí con una pieza de un juego de plastilina y un imán. Ahora sólo quedaba hacer los peces con gomaeva y pegarles otro imán.
Me hubiera encantado recortar unos peces bonitos, de varios colores, con ojitos... Pero para eso se necesita tiempo. E Iván no me daba margen. Así que le recorté unos cuantos churros informes, que no forma de peces tenían. Y se quedó tan contento.
Le encantó su nuevo juguete. Hicimos un lago con las piezas del tren de Ikea y allí lo tuve pescando completamente concentrado. Al poco, su hermano se percató de que había un nuevo elemento de ocio en la casa ¡y no estaba en sus manos! Así que empezaron los problemas.
Lo de compartir lo llevamos en casa a rajatabla, así que Daniel tuvo su momento de pescador a pesar de la rabieta del chiquitín.
Le miré con esos ojos que expresan "¿Y a mí que me cuentas?". Pero el peque es inmune a mis excusas. Él piensa que para su mamá nada es imposible, así que continuó en sus trece, hasta que a mis neuronas se les pasó el sobresalto y se pusieron a trabajar.
A ver, a ver que se me ocurre... En estas situaciones hay que pensar muy deprisa porque Iván no admite demoras. Enseguida empieza a subir el tono, a ponerse rojo y a amenazar tormentón.
Me acordé, casi de milagro de un tubo, como el de las servilletas, pero bastante más largo, que debía de servir para enrollas algún título o poster. De ahí partiría la caña. Un rulito de licra de los que les regaló la madre de amiguito a los niños sería la cuerda. El anzuelo lo construí con una pieza de un juego de plastilina y un imán. Ahora sólo quedaba hacer los peces con gomaeva y pegarles otro imán.
Me hubiera encantado recortar unos peces bonitos, de varios colores, con ojitos... Pero para eso se necesita tiempo. E Iván no me daba margen. Así que le recorté unos cuantos churros informes, que no forma de peces tenían. Y se quedó tan contento.
Le encantó su nuevo juguete. Hicimos un lago con las piezas del tren de Ikea y allí lo tuve pescando completamente concentrado. Al poco, su hermano se percató de que había un nuevo elemento de ocio en la casa ¡y no estaba en sus manos! Así que empezaron los problemas.
Lo de compartir lo llevamos en casa a rajatabla, así que Daniel tuvo su momento de pescador a pesar de la rabieta del chiquitín.
jueves, 17 de abril de 2014
Pintura de baño con harina
Daniel me ayudó a ponerla en práctica. Cogimos una huevera y mezclamos en ella harina con colorante alimentario hasta formar una pasta con textura de pintura. ¡Y listo! Ya tenemos una maravillosa y nada tóxica pintura para decorar las paredes de la bañera.
En un principio les dije que usaran sus dedos, pero me pidieron pinceles. Sobre todo, el pequeño, se quejaba con cara de asco y me mostraba insistentemente sus deditos para que se los limpiara.
Los dos se dedicaron a pintar una sublime obra maestra en la pared de mi baño. Y, de paso, se pintaron a sí mismos.
Al acabar, la pintura se fue con agua, jabón y muy poco esfuerzo. ¡Todo un invento!
miércoles, 16 de abril de 2014
Medallas para mis campeones
De camino al cole, mi niño mayor empezó a enumerar sus bondades: que si era buenísimo, que si era rapidísimo, que si era fuertísimo... Y acabó asegurando que se merecía una medalla. "¿Me das una medalla, mami?" Y se me quedó mirando con expectación. Le prometí que le haría una medalla como más le gustara, pero él quería hacerla con sus propias manitas. Por supuesto, no puse ningún reparo a preparar la actividad. Sobre todo, porque la idea vino de él.
Iván se apuntó enseguida. "Estella veeeeedeeee" se pegó chillando todo el camino. Y venga conetstar, "Que síiii, que síiii. Que te he oído. Un estrella verde".
Cuando volvió del cole, ya tenía todo preparado: gomaeva, washi tape, taladradoras de formitas, tijeras y unas cintas de acreditación que nos iban a venir de lujo.
Lo pasamos fenomenal recortando y pegando. Al final mis peques lucían sus preciosas medallas. Hicimos de sobra por si mamá y papá también queríamos una condecoración.
Iván se apuntó enseguida. "Estella veeeeedeeee" se pegó chillando todo el camino. Y venga conetstar, "Que síiii, que síiii. Que te he oído. Un estrella verde".
Cuando volvió del cole, ya tenía todo preparado: gomaeva, washi tape, taladradoras de formitas, tijeras y unas cintas de acreditación que nos iban a venir de lujo.
Lo pasamos fenomenal recortando y pegando. Al final mis peques lucían sus preciosas medallas. Hicimos de sobra por si mamá y papá también queríamos una condecoración.