El ojo superlativo

¡Que susto me di ayer! Oigo pisadas a mis espaldas y cuando me doy la vuelta...
"Mami, hoy no puedo ir al cole. ¡Mira! El ojo no se abre" ¡Casi me caigo de la impresión! El ojo del mayor estaba increíblemente deformado. El lunes parecía que la picadura mejoraba rápidamente y la día siguiente ¡vaya sorpresa! Mi marido se vistió corriendo y llegó al chiquillo a urgencias, mientras yo me ocupaba del pequeño.

Me pasé todo el rato con la mente en el centro de salud. En cuanto, dejé a Iván muy entretenido en su clase, volé al lado de mi niño mayor. Le habían puesto una inyección y mandado un tratamiento a base de jarabe y pastillas, pero la inflamación no le había bajado casi nada. Daba mucha penita verle. Mi marido me contó que montó un buen espectáculo ante la visión de la aguja. ¡No me extraña! Ya tuvo bastante con el aguijonazo de la avispa asesina.

Ayer se quedó todo el día en casa, aunque estaba en condiciones de ir al cole. Fue algo que hice más por mí, que por él. Me sentía totalmente acongojada.

La gente le miraba por la calle con cara de pena. ¡Y no me extraña! La farmacéutica le regaló unos caramelos de fresa para endulzarle el día, aunque ya lo tenía bastante dulce. Entre tarea y tarea, su mami no paró de mimarle. Y tuvo una jornada llena de su último juego favorito: plantas contra zombis (por qué no le gustarán las cosas normales).

Menos mal que hoy tenía el ojo más normal. Se ve que el tratamiento empieza a hacer su efecto.