Desde casi el momento de nacer, Iván tiene la costumbre de estirar bien sus piececitos y tomar la postura de ir de puntillas. Sus primeros pasos los dio encaramado a los deditos de los pies. Y a día de hoy camina de puntillas casi todo el tiempo. Si le digo algo tiene que esforzarse por apoyar toda la planta del pie. Hasta ahora no había hecho mucho caso de su manía, pero ahora me preocupa que se les deforme la columna, el pié o algo. Ni idea.
Yo suelo ser así de agonías. De repente me obsesiono con algo y es en lo único en lo que pienso durante días. La próxima vez que vaya al pediatra se lo comentaré aún a riesgo de que me mande a la porra con mis neuras.
A ver si, en vez de futbolista, me ha salido bailarín jajaja
Lo cierto es que camina con mucho estilo con esos saltitos tan graciosos. ¡Ay! Amor de madre.
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jueves, 31 de julio de 2014
miércoles, 30 de julio de 2014
Niños que rebotan contra la paredes
No sé si es por la sobrexcitacción, que es el verano más largo de sus vidas, el cansancio o estar fuera de su casa, pero hay días, hay días... que mis hijos dejan de ser niños para convertirse en gremlins. Y no exagero. Se convierten en esos seres horrorosos que no paraban de liarla parda, romper cosas y rebotar contra las paredes. Aunque sin las ansias asesinas de los monstruitos originales. Saltan, gritan, corren y atropellan a todo lo que se les cruza en su camino. Madre incluida.
Da igual lo que les digas, se han vuelto sordos de repente. Y cuando se calma la tempestad, no recuerdan nada de lo que ha ocurrido y nunca han sido ellos. "Yo me porto muy bieeeen" aseguran lastimeros a una madre encolerizada que está a punto de tirarlos por la ventana.
Les puedes pedir que paren en español chino o ruso, que ellos seguirán a los suyo sin dedicarte una sola mirada y con gran entusiasmo. "¡¡¡Que dejes de saltar en la mesa de critaaaaal gruaaaarf!!!" Ni caso hasta que les sacas de allí por las orejas.
"Son un poquitín inquietos ¿eh?" Me comentan mi madre y mi hermana sin pronunciar la palabra que saben que me revienta : Hiperactivos.
No me importa que estén cansados, o extramotivados o hiperestimulados... Se les han acabado las excusas. Simplemente: ¡se portan mal!
Y si creen que pueden conmigo van listos. Cambiaré el método las veces que haga falta, y en ocasiones sobre la marcha, pero por mis narices que yo les educo o muero en el intento. Y desde ya tengo claro que mi intención no es caer en la batalla. ¡Cuidado niños que mamá se ha enfadado... de verdad!
Da igual lo que les digas, se han vuelto sordos de repente. Y cuando se calma la tempestad, no recuerdan nada de lo que ha ocurrido y nunca han sido ellos. "Yo me porto muy bieeeen" aseguran lastimeros a una madre encolerizada que está a punto de tirarlos por la ventana.
Les puedes pedir que paren en español chino o ruso, que ellos seguirán a los suyo sin dedicarte una sola mirada y con gran entusiasmo. "¡¡¡Que dejes de saltar en la mesa de critaaaaal gruaaaarf!!!" Ni caso hasta que les sacas de allí por las orejas.
"Son un poquitín inquietos ¿eh?" Me comentan mi madre y mi hermana sin pronunciar la palabra que saben que me revienta : Hiperactivos.
No me importa que estén cansados, o extramotivados o hiperestimulados... Se les han acabado las excusas. Simplemente: ¡se portan mal!
Y si creen que pueden conmigo van listos. Cambiaré el método las veces que haga falta, y en ocasiones sobre la marcha, pero por mis narices que yo les educo o muero en el intento. Y desde ya tengo claro que mi intención no es caer en la batalla. ¡Cuidado niños que mamá se ha enfadado... de verdad!
martes, 29 de julio de 2014
La abuela nos cuida y nos mima
Esta abuela, medio alicantina medio canaria, no sabe negarnos un capricho. Que quieren una chuche los niños, pues ahí la tienen dos, que la mami quiere salir a dar una vuelta, pues ahora mismo me visto y nos vamos, que esta familia godilla cena comida elaborada, pues me meto en la cocina por las noches...
Estamos disfrutando mucho de su compañía, porque la vemos poco, como a toda la familia canaria. Y ¡hay que aprovechar cada ocasión!
Con ella hemos ido a disfrutar de la biblioteca, un lugar que emociona a mis chicos. Una pena que corra el riesgo de que la echen abajo por no se qué historia urbanística. Sería una pena porque es un edificio de servicio público y cultura impresionante. Ojalá siga en pie por mucho tiempo.
También han brincado por el barco pirata de los columpios de al lado de casa, perseguido a las palomas, devorado helados, visitado los peces gigantes del parque Doramas, disfrutado de la terraza y la piscinita hinflable...
Incluso nos ha preparado unas cenas de lo más agradables en el patio. También fuimos a desayunar un día a una cafetería con terraza, pero se portaron tan mal los chiquillos que la cosa casi acaba en tragedia.
En lo único en lo que no transige, con toda la razón, es en el tormento que mis dos torbellinos están resultando para sus dos perrillos. No están acostumbrado a tanto jaleo y al más mayor incluso le han dado ataques de ansiedad. Así que hay que andar con ojo. El más pequeño les persigue por la casa y les sigue más el juego, pero también acaba huyendo cuando ve que la cosa se pone fea. Y es que mis niños empiezan bine, pero se van animando, animando... Y llega un momento en que lo mejor es una retirada a tiempo. Y lo digo por experiencia que estoy más magullada que un pupas de tanto jugar con ellos. A veces, hasta tengo que pedirles que me dejen sentarme tranquila cinco minutos sin miedo a un ataque sorpresa.
Es increíble como aguantan tantas horas despiertos y sin parar. Ni siquiera son capaces de permanecer unos minutos sentados ni con la tele encendida. Normalmente abuela y mami acabamos derrengadas en el sofá con los salvajes pegando brincos a nuestro alrededor. ¡Son incombustibles!
Estamos disfrutando mucho de su compañía, porque la vemos poco, como a toda la familia canaria. Y ¡hay que aprovechar cada ocasión!
Con ella hemos ido a disfrutar de la biblioteca, un lugar que emociona a mis chicos. Una pena que corra el riesgo de que la echen abajo por no se qué historia urbanística. Sería una pena porque es un edificio de servicio público y cultura impresionante. Ojalá siga en pie por mucho tiempo.
También han brincado por el barco pirata de los columpios de al lado de casa, perseguido a las palomas, devorado helados, visitado los peces gigantes del parque Doramas, disfrutado de la terraza y la piscinita hinflable...
Incluso nos ha preparado unas cenas de lo más agradables en el patio. También fuimos a desayunar un día a una cafetería con terraza, pero se portaron tan mal los chiquillos que la cosa casi acaba en tragedia.
En lo único en lo que no transige, con toda la razón, es en el tormento que mis dos torbellinos están resultando para sus dos perrillos. No están acostumbrado a tanto jaleo y al más mayor incluso le han dado ataques de ansiedad. Así que hay que andar con ojo. El más pequeño les persigue por la casa y les sigue más el juego, pero también acaba huyendo cuando ve que la cosa se pone fea. Y es que mis niños empiezan bine, pero se van animando, animando... Y llega un momento en que lo mejor es una retirada a tiempo. Y lo digo por experiencia que estoy más magullada que un pupas de tanto jugar con ellos. A veces, hasta tengo que pedirles que me dejen sentarme tranquila cinco minutos sin miedo a un ataque sorpresa.
Es increíble como aguantan tantas horas despiertos y sin parar. Ni siquiera son capaces de permanecer unos minutos sentados ni con la tele encendida. Normalmente abuela y mami acabamos derrengadas en el sofá con los salvajes pegando brincos a nuestro alrededor. ¡Son incombustibles!
lunes, 28 de julio de 2014
Y por fin... ¡la playa!
Tiene delito que tardar más de una semana en llevar a los chiquillos a la playa, pero es que me daba mucha pereza darme la paliza de meterme en una guagua cargada de mochilón, bolsa con los juguetes y dos fierecillas.
Menos mal que mi hermana piensa mucho en ellos y nos ha acompañado este sábado. Los niños estaban deseando ir y muy ilusionados con la idea. El día empezó fenomenal con unos churros con chocolate, que, previa petición del mayor, les trajo su tía Sílvia.
Tras un corto viaje ne coche y la milagrosa aparición de un sitio para aparcar aterrizamos en la arena y los niños pudieron hacer le salvaje casi libremente porque no había casi gente. Jugaron con los juguetes y nos rebozaron de arena malevolamente entre risitas pícaras.
A Iván le daban respeto las olas, y eso que casi no habían, así que su tía le llevó a una lugar en el que las rocas formaban pequeños charcos ideales para los niños pequeños y bebés. Cuando se cansaron de trastear por ahí, nos movimos a una zona con orilla. Al peque le costó un poco, pero al final superó su miedo y entonces ya no quería salir del agua. Se lo pasaron genial corriendo para huir de las olitas.
Mi hermana me dijo que se quedaba con nosotros le tiempo que yo quisiera, pero he de admitir que yo me canso pronto del sol, el mar y la arena. A las dos horas me senté en mi toalla tras atender a uno de los pequeños dejándome caer y me clavé un rastrillo traicionero en el trasero. Hasta heridita me hice. No fue nada, pero me pareció una excusa perfecta para dar por terminada la excursión. Empecé a quejarme suavemente. "Aaay. Me duele bastante. Aaaaay" pero nadie me hacía caso. "Al agua, mami, al agua" me suplicaban mis retoños. Así que me fui al agua cojeando un poco y con cara de víctima dolorida. Pero siguieron sin darse por enterados. Así que tras dos chapuzones o otros tantos rebozados a cuenta de la prole decidí ser más directa. "Que me quiero iiiir".
A los niños hubo que arrastrarlos hasta el coche porque no querían dar por terminada la excursión playera, pero, de todas formas, teníamos que volver para comer, así que mi cargo de conciencia fue bastante menor.
"Volveremos" les prometí.
Menos mal que mi hermana piensa mucho en ellos y nos ha acompañado este sábado. Los niños estaban deseando ir y muy ilusionados con la idea. El día empezó fenomenal con unos churros con chocolate, que, previa petición del mayor, les trajo su tía Sílvia.
Tras un corto viaje ne coche y la milagrosa aparición de un sitio para aparcar aterrizamos en la arena y los niños pudieron hacer le salvaje casi libremente porque no había casi gente. Jugaron con los juguetes y nos rebozaron de arena malevolamente entre risitas pícaras.
A Iván le daban respeto las olas, y eso que casi no habían, así que su tía le llevó a una lugar en el que las rocas formaban pequeños charcos ideales para los niños pequeños y bebés. Cuando se cansaron de trastear por ahí, nos movimos a una zona con orilla. Al peque le costó un poco, pero al final superó su miedo y entonces ya no quería salir del agua. Se lo pasaron genial corriendo para huir de las olitas.
Mi hermana me dijo que se quedaba con nosotros le tiempo que yo quisiera, pero he de admitir que yo me canso pronto del sol, el mar y la arena. A las dos horas me senté en mi toalla tras atender a uno de los pequeños dejándome caer y me clavé un rastrillo traicionero en el trasero. Hasta heridita me hice. No fue nada, pero me pareció una excusa perfecta para dar por terminada la excursión. Empecé a quejarme suavemente. "Aaay. Me duele bastante. Aaaaay" pero nadie me hacía caso. "Al agua, mami, al agua" me suplicaban mis retoños. Así que me fui al agua cojeando un poco y con cara de víctima dolorida. Pero siguieron sin darse por enterados. Así que tras dos chapuzones o otros tantos rebozados a cuenta de la prole decidí ser más directa. "Que me quiero iiiir".
A los niños hubo que arrastrarlos hasta el coche porque no querían dar por terminada la excursión playera, pero, de todas formas, teníamos que volver para comer, así que mi cargo de conciencia fue bastante menor.
"Volveremos" les prometí.
domingo, 27 de julio de 2014
Las mañanas con la prima Natalia
Desde que hemos llegado hemos pasado las mañanas con mi sobrina Natalia. Entre semana porque los padres trabajan y ella va a la casa de la abuela y el finde porque fuimos a la casa rural. Mis hijos están felices jugando con ella. Han chapoteado en la piscinita de la terraza, leído en la biblioteca, jugado en el parque, luchado contra zombis en el ordenador... Y también ha habido peleas y gritos. ¡Para qué nos vamos a engañar! Pero yo creo que es lo normal. Si se llevaran bien todo el tiempo pensaría que han sido víctimas de los ladrones de cuerpos.
Creo que la mañana que mejor se lo pasaron fue cuando les di paños, fregona, brochas y estropajos y se pusieron a limpiar la casita de plástico. Fue algo bastante espontáneo y se entregaron a la tarea con mucho entusiasmo.
Era la última mañana de Natalia en casa de la abuela, porque uno de sus progenitores cogía vacaciones y ya podría dormir hasta la hora que le viniera en gana en su casita, en vez de madrugar. La vamos a echar mucho de menos por aquí las próximas mañanas.
Creo que la mañana que mejor se lo pasaron fue cuando les di paños, fregona, brochas y estropajos y se pusieron a limpiar la casita de plástico. Fue algo bastante espontáneo y se entregaron a la tarea con mucho entusiasmo.
Era la última mañana de Natalia en casa de la abuela, porque uno de sus progenitores cogía vacaciones y ya podría dormir hasta la hora que le viniera en gana en su casita, en vez de madrugar. La vamos a echar mucho de menos por aquí las próximas mañanas.
sábado, 26 de julio de 2014
La fuente luminosa y el caos
Les prometí llevarles porque sabía que les gustaría, pero al final del día estaba a punto de comérmelos o tirarlos por la ventana y con muy pocas ganas de ir a ningún lado. Mi madre templó ánimos y nos echó a todos a la calle imaginando que se portarían mejor que dentro de casa. Pero sus esperanzas fueron vanas. parecía que les hubieran dado un tripi. Se escapaban, no atendían a mis llamadas a grito pelado, corrían como locos... Terminé por agarrarles de la mano muy fuerte y arrastrarles conmigo todo el camino.
Una vez en la fuente la cosa no fue a mejor. A su mal comportamiento se sumó que se tiraban sobre mí y me empujaban, pisaban, clavaban codos, etc... Hartísima de la situación y de gritarles como una energúmena, me levanté y les dije: "Hemos venido a pasárnoslo bien y no es asó, por que lo mejor es irnos a casa" Para mi sorpresa se tiraron al suelo asegurando que se lo estaban pasando pipa y no querían irse. Se ve que ya se han acostumbrado a mis ataques de furia y no les estropea el día, pero a mi me dejaron muy mosca con el poco efecto de mis broncas de órdago.
viernes, 25 de julio de 2014
chuchis y orinales
Para qué vamos a engañar a nadie. La operación pañal de Iván va cuesta abajo y sin frenos. Esto tiene visos de que el próximo año va a ocurrir una catástrofe escatológica en el cole de mayores. Pero yo no me agobio. Si hay que ir a cambiarlo siete veces, pues se va. Después de todo sigo en paro y me lo puedo permitir.
Cuando le conté a mi madre los escasos progresos del más pequeño de la casa le pareció fatal y decidió tomar cartas en el asunto. "Iván, si haces pis en el orinal te doy una chuchi" le propuso "¡¡Chuchi, chuchi!!" contestó el peque entusiasmado.
Me suena que con Daniel he puesto en marcha muchas tablas de premios por objetivos y ahora tengo un niño que lo primero que hace es preguntarme que le voy a dar si hago lo que le digo. Cuando le digo que mas bien le voy a quitar ya la tenemos montada. Así que con Iván opté por no hacerlo y enseñarle que las cosas hay que hacerlas porque hay que hacerlas y ya está. Los premios se los doy gratis. Creo que sale ganado.
Aunque si mi madre quiere poner en práctica su plan no seré yo quien le frene. Los niños son muy listos y saben quien da chuchis y quien no. De hecho, cuando le llevo yo al orinal, enseguida sale corriendo en pos de su abuela para informarle de que el calzoncillo "está zequito" y recibir su Lacasito.
Por ahora sigue yendo cuando le llevamos y no lo pide. Pero la novedad está en que va camino del baño con una sonrisa en vez de pataleando.
Las chuches de la foto son un regalo de una amiga de mi madre a los chiquillos que las recibieron entusiasmados.
Cuando le conté a mi madre los escasos progresos del más pequeño de la casa le pareció fatal y decidió tomar cartas en el asunto. "Iván, si haces pis en el orinal te doy una chuchi" le propuso "¡¡Chuchi, chuchi!!" contestó el peque entusiasmado.
Me suena que con Daniel he puesto en marcha muchas tablas de premios por objetivos y ahora tengo un niño que lo primero que hace es preguntarme que le voy a dar si hago lo que le digo. Cuando le digo que mas bien le voy a quitar ya la tenemos montada. Así que con Iván opté por no hacerlo y enseñarle que las cosas hay que hacerlas porque hay que hacerlas y ya está. Los premios se los doy gratis. Creo que sale ganado.
Aunque si mi madre quiere poner en práctica su plan no seré yo quien le frene. Los niños son muy listos y saben quien da chuchis y quien no. De hecho, cuando le llevo yo al orinal, enseguida sale corriendo en pos de su abuela para informarle de que el calzoncillo "está zequito" y recibir su Lacasito.
Por ahora sigue yendo cuando le llevamos y no lo pide. Pero la novedad está en que va camino del baño con una sonrisa en vez de pataleando.
Las chuches de la foto son un regalo de una amiga de mi madre a los chiquillos que las recibieron entusiasmados.
miércoles, 23 de julio de 2014
Una tarde con tía Silvia
Una tarde, tía Silvia vino a buscarnos después del trabajo y nos propuso un plan muy atractivo: Piscina y parque con supercastillo molón. Los niños se apuntaron enseguida y la madre se dedicó a preparar el mochilón con todo lo necesario.
Primera escala: piscina de la tía. Casi no podían esperara a que les hinchara los manguitos para chapotear a gusto. Entre que la piscina no es muy grande y que tiene unas escaleras muy útiles para niños que no saben nadar pude dejarles evolucionar por el agua a ellos solitos. La disfrutaron a tope. Yo me di un bañito porque estaban deseando pegarse a mí como lapas y no paraban de pedirme que me diera el chapuzón de una vez. Les encanta jugar con mamá y papá.
Cuando empezaron a liarla, decidí que era el momento de ir al parque. Mi hermana les había comprado cruasanes de chocolate para merendar. Daniel los llevaba de una manera muy entusiasta que dio como resultado un agujero en la bolsa y un desparramamiento de cruasanes. Como yo soy muy poco asquerosita y bastante práctica, les dije que los soplaran un poco y para dentro. Que lo que no mata engorda.
Una vez en el parque, descubrimos que habían montado unas camas elásticas a las que enseguida quisieron subirse. Les dimos el gusto y se pusieron a saltar de una a otra como locos. Cuando no había nadie era estupendo, pero empezaron a subirse niños y los míos no hacían más que invadir terreno, así que, aunque no se les había acabado aún el tiempo, les hice bajar para enfilar a los columpios antes de que tuviéramos un accidente. Al llegar al supercastillo molón nos encontramos con que estaba cerrado por obras para gran desilusión de los peques. Sobre todo de Iván, al que le costó recuperarse bastante mimos. Se tuvieron que conformar con otros columpios más pequeños.
De todas formas se nos hacía tarde y ya iba tocando tocar la retirada e ir a casa a cenar y dormir. nos costó convencerlos porque son incombustibles, pero no les quedó otra que ceder.
Primera escala: piscina de la tía. Casi no podían esperara a que les hinchara los manguitos para chapotear a gusto. Entre que la piscina no es muy grande y que tiene unas escaleras muy útiles para niños que no saben nadar pude dejarles evolucionar por el agua a ellos solitos. La disfrutaron a tope. Yo me di un bañito porque estaban deseando pegarse a mí como lapas y no paraban de pedirme que me diera el chapuzón de una vez. Les encanta jugar con mamá y papá.
Cuando empezaron a liarla, decidí que era el momento de ir al parque. Mi hermana les había comprado cruasanes de chocolate para merendar. Daniel los llevaba de una manera muy entusiasta que dio como resultado un agujero en la bolsa y un desparramamiento de cruasanes. Como yo soy muy poco asquerosita y bastante práctica, les dije que los soplaran un poco y para dentro. Que lo que no mata engorda.
Una vez en el parque, descubrimos que habían montado unas camas elásticas a las que enseguida quisieron subirse. Les dimos el gusto y se pusieron a saltar de una a otra como locos. Cuando no había nadie era estupendo, pero empezaron a subirse niños y los míos no hacían más que invadir terreno, así que, aunque no se les había acabado aún el tiempo, les hice bajar para enfilar a los columpios antes de que tuviéramos un accidente. Al llegar al supercastillo molón nos encontramos con que estaba cerrado por obras para gran desilusión de los peques. Sobre todo de Iván, al que le costó recuperarse bastante mimos. Se tuvieron que conformar con otros columpios más pequeños.
De todas formas se nos hacía tarde y ya iba tocando tocar la retirada e ir a casa a cenar y dormir. nos costó convencerlos porque son incombustibles, pero no les quedó otra que ceder.
martes, 22 de julio de 2014
Casita rural en Fataga
Al día siguiente tocó hacer la maleta de nuevo, aunque en esta ocasión sólo para el fin de semana. Mi madre nos invitaba a todos los hermanos a una casa rural de ensueño que había encontrado mi hermana en Fataga. No lo tenía fácil porque las condiciones eran muchas: tenía que albergar a cinco adultos, tres niños y tres perros en unas fechas algo complicadas.
Pero lo logró y lo pasamos fenomenal. Llegar nos costó. Y encima Iván se mareó e hizo el numerito de niña del exorcista dejando el coche hecho una asquito. Nada más llegar al lugar les puse el bañador a los chiquillos y los metimos en el jacuzzi bajo la vigilancia de mi madre para poder arreglar el desaguisado en la medida de lo posible. Los niños encantados con las burbujitas y los chorros.
El lugar era impresionante. Además del jacuzzi, tenía piscina, zona de columpios, sofá al aire libre, barbacoa, una pista de petanca, una mesa enorme para disfrutar de las comidas y las cenas, unas vistas impresionantes, habitaciones grandes...
Para dos días que íbamos a pasar allí no salimos de la casa ni para dar un paseo por la zona. Los niños lo único que querían era bañarse en la piscina, en el jacuzzi o jugar con los superhéroes y las naves de Lego que les regalaron sus tíos Fernando, Marian y su prima Natalia.
La nota mala la puso Daniel aplastando el pie de su prima con una pelota de petanca con alevosía y mucha mala idea. Me puse como una loca furiosa con él y luego estuvo un buen rato sin querer acercarse a mí.
Por las noches dormíamos los tres en una cama, así que aprovechó la coyuntura para abrazarse a mí y pedir mimitos. Un par de horas después, los dos chiquillos decidieron que les agobiaba y me hicieron saber de una forma poco sutil y no verbal que sobraba en la cama. Menos mal que tenía una sofá cama estupendo al que acudir en la misma habitación. Esa noche dormí mucho mejor que la primera, en la que llegué a pensar que Daniel era epiléptico nocturno, porque movía las piernas y los brazos sin descanso despertando a su hermano y a su madre a cada minuto.
El fin de semana pasó volando y tuvimos que abandonar la casa agotados pero felices.
Pero lo logró y lo pasamos fenomenal. Llegar nos costó. Y encima Iván se mareó e hizo el numerito de niña del exorcista dejando el coche hecho una asquito. Nada más llegar al lugar les puse el bañador a los chiquillos y los metimos en el jacuzzi bajo la vigilancia de mi madre para poder arreglar el desaguisado en la medida de lo posible. Los niños encantados con las burbujitas y los chorros.
El lugar era impresionante. Además del jacuzzi, tenía piscina, zona de columpios, sofá al aire libre, barbacoa, una pista de petanca, una mesa enorme para disfrutar de las comidas y las cenas, unas vistas impresionantes, habitaciones grandes...
Para dos días que íbamos a pasar allí no salimos de la casa ni para dar un paseo por la zona. Los niños lo único que querían era bañarse en la piscina, en el jacuzzi o jugar con los superhéroes y las naves de Lego que les regalaron sus tíos Fernando, Marian y su prima Natalia.
La nota mala la puso Daniel aplastando el pie de su prima con una pelota de petanca con alevosía y mucha mala idea. Me puse como una loca furiosa con él y luego estuvo un buen rato sin querer acercarse a mí.
Por las noches dormíamos los tres en una cama, así que aprovechó la coyuntura para abrazarse a mí y pedir mimitos. Un par de horas después, los dos chiquillos decidieron que les agobiaba y me hicieron saber de una forma poco sutil y no verbal que sobraba en la cama. Menos mal que tenía una sofá cama estupendo al que acudir en la misma habitación. Esa noche dormí mucho mejor que la primera, en la que llegué a pensar que Daniel era epiléptico nocturno, porque movía las piernas y los brazos sin descanso despertando a su hermano y a su madre a cada minuto.
El fin de semana pasó volando y tuvimos que abandonar la casa agotados pero felices.
lunes, 21 de julio de 2014
un viaje más tranquilo de lo normal
Llegó el día y nos levantamos de madrugada para tomar el avión a Las Palmas. No tenía ninguna esperanza de que se durmieran durante el vuelo, la emoción les puede, y temblaba pensando en las perspectivas. Pero al final no se portaron tan mal como esperaba. Iván me la lió en algunos momentos clave como la cola para acceder al avión y el momento de esperara a que saliera la maleta por la cinta transportadora, pero no fue la locura que esperaba.
Pasamos el control sin problemas, aunque me tocó en suerte ser cacheada. Lo peques me esperaron muy entretenidos en trepar unas rejillas que habían por ahí. La vigilante me comentó que parecían unos niños muy movidos. ¡Si supiera ella!
Cuando íbamos a subir al avión casi me da algo al no encontrar las tarjetas de embarque. Menos mal que alguien las había encontrado en el baño y las había acercado a la puerta de embarque. De todas formas, la azafata me dijo que al tener la documentación tampoco nos hubieran puesto problemas.
Los chiquillos tomaron posiciones y se entretuvieron bastante mirando por la ventana. Pronto empezaron a removerse cual lagartijos y a hacerle la vida imposible a los sufridores pasajeros de los asientos de delante. Entre reganiñas, gritos y juguetes logré tenerlos más o menos controlados.
En medio de una bronca monumental por dar patadas al respaldo de alante se oyó una voz desde nuestras espaldas: "Danieeeeeel, portate bieeeeen". El chiquillo se quedó blanco. El pasajero de delante se volvió y le preguntó "¿Quien ha dicho eso, Daniel?". "¡El señor de atrás!" gritó el pequeño. Se ve que medio avión se sabía ya el nombre de mis trastos.
Al dirigirnos a las cintas para recoger el equipaje nos encontramos con el otro señor al que le hicimos el viaje imposible por haberse sentado delante nuestro. Les dijo unas cosas muy cariñosas a los chiquillos y Daniel acabó dándole un gran abrazo. desde luego, tuve muchísima suerte con los compañeros de viaje. Los normal en estos casos son caras largas y miradas de reproche.
Por fin en Las Palmas de Gran Canaria. Los niños estaban deseando llegar. En casa de la abuela fueron directos a la habitación de los juguetes y se lo pasaron muy bien con su primita que estaba esperándoles con ilusión.
Por la tarde, la abuelita les montó una piscinita en la terraza y les dio una gran sorpresa. Se lo pasaron bomba chapoteando.
Y después de tantas emociones... Tocó una noche de perros.
Pasamos el control sin problemas, aunque me tocó en suerte ser cacheada. Lo peques me esperaron muy entretenidos en trepar unas rejillas que habían por ahí. La vigilante me comentó que parecían unos niños muy movidos. ¡Si supiera ella!
Cuando íbamos a subir al avión casi me da algo al no encontrar las tarjetas de embarque. Menos mal que alguien las había encontrado en el baño y las había acercado a la puerta de embarque. De todas formas, la azafata me dijo que al tener la documentación tampoco nos hubieran puesto problemas.
Los chiquillos tomaron posiciones y se entretuvieron bastante mirando por la ventana. Pronto empezaron a removerse cual lagartijos y a hacerle la vida imposible a los sufridores pasajeros de los asientos de delante. Entre reganiñas, gritos y juguetes logré tenerlos más o menos controlados.
En medio de una bronca monumental por dar patadas al respaldo de alante se oyó una voz desde nuestras espaldas: "Danieeeeeel, portate bieeeeen". El chiquillo se quedó blanco. El pasajero de delante se volvió y le preguntó "¿Quien ha dicho eso, Daniel?". "¡El señor de atrás!" gritó el pequeño. Se ve que medio avión se sabía ya el nombre de mis trastos.
Al dirigirnos a las cintas para recoger el equipaje nos encontramos con el otro señor al que le hicimos el viaje imposible por haberse sentado delante nuestro. Les dijo unas cosas muy cariñosas a los chiquillos y Daniel acabó dándole un gran abrazo. desde luego, tuve muchísima suerte con los compañeros de viaje. Los normal en estos casos son caras largas y miradas de reproche.
Por fin en Las Palmas de Gran Canaria. Los niños estaban deseando llegar. En casa de la abuela fueron directos a la habitación de los juguetes y se lo pasaron muy bien con su primita que estaba esperándoles con ilusión.
Por la tarde, la abuelita les montó una piscinita en la terraza y les dio una gran sorpresa. Se lo pasaron bomba chapoteando.
Y después de tantas emociones... Tocó una noche de perros.