Una noche se abrió el cielo y cayó una tormenta terrible en Madrid. Pronosticaban violentas lluvias todo el día siguiente. Los peques habían pasado el miércoles en casa, menos un par de horas jugando en la casa castillo de la McDonalds de al lado de casa un par de horas, mientras su madre charlaba con una amiga como podía, porque las interrupciones eran constantes.
Había decidido tener un lapso de tiempo de tranquilidad lleno de tele, cuentos y mucho relax porque habíamos visitado la piscina tres días seguidos en sesiones larguísimas y los chiquillos estaban acusando una cansancio extremo que me preocupaba (vale, yo también). ¡Y justo venían las lluvias y teníamos horas y horas de estar en casa por obligación! Me eché temblar sólo de pensarlo. Pero un post de Desarrollo del Talento vino en mi ayuda. En él propone unos juegos para desarrollar la imaginación de los hijos. Con lo que les gusta a los míos poner en práctica la suya. Me fui a la cama más tranquila y con la cabeza llena de planes para poner en práctica una mezcla de los tres: Una historia inventada, una situación imaginaria y disfraces. ¡Que divertido!
Tras la noche pasada por agua, amaneció bastante bien, así que no perdí la oportunidad de sacarles a la calle por si acaso luego nos resultaba imposible.
Se me ocurrió llevarles a la biblioteca, una opción genial para los días de mal tiempo. Pero, después de darnos la caminata nos encontramos con que la zona de infantil estaba cerrada y no la habrían hasta las tres de la tarde. Teniendo en cuenta que estamos en plenas vacaciones escolares me parece un horario infame. Así no creo que se fomente de forma muy eficaz la lectura de los chiquillos. El caso es que mis fieras no se conformaban con irse de allí con las manos vacías y Daniel me llevó al lugar dónde él sabía que estaban los comics de superhéroes porque había visto a su padre coger alguno de vez en cuando. Con dos tomos enormes para cada uno me acerqué al mostrador, dónde me indicaron, mas o menos amablemente, que sólo me podía llevar tres. "¡¡Pero si son dos niños!! ¡¡Dos carnets!! No entiendo nada". Según la trabajadora el carnet de los niños, no valía en la zona de adultos (me gustaría aclarar que los de niños y los de adulto son exactamente iguales). Como los niños no protestaron, abandoné la lucha sin empezarla y presenté el mío para realizar el préstamo, pero se me quedó la espinita clavada de que, según esa chica, mis hijos no pueden sacar comics de su gusto hasta que cumplan los quince años. Me parece una real estupidez. Yo leía Superman, Batman, Flecha Verde y Los Cuatro Fantásticos con siete u ocho años.
Estaba indignadísima cuando me encontré ya con la guinda. En un cartel de la puerta leí que los sábados no habrían la zona infantil. ¡Vaya forma de poner facilidades a los niños para iniciarse en el uso de las bibliotecas! ¡Y vaya servicio público asqueroso que daban en ese centro!
Menos mal que los chiquillos se lo pasaron pipa saltando en todos los charcos de agua que encontraron por el camino y no compartieron mi mal humor en ningún momento. Al llegar a casa los metí en la bañera de cabeza, porque acabaron de barro hasta las orejas.
Tras la siesta del pequeño, y después de estar asomados a la ventana viendo llover y caer granizo totalmente fascinados durante más de media hora, puse en marcha el juego de Desarrollo del Talento. Entre los tres construimos un camión de bomberos con sillas, juguetes, el tubo del aspirador... Iván introdujo el maletín de médico y me convirtió en el médico bombero. Usamos los disfraces para caracterizarnos como más nos gustó a cada uno. El mayor se inventó una emergencia en la que los dragones incendiaban todo lo que pillaban a su paso, así que Iván tenía que apagar el fuego desde la escalera del camión con la manguera, mientras él conducía haciendo sonar la sirena y yo curaba muñecos de trapo a toda prisa. La cosa acabó, como siempre, en una lucha de zombis contra plantas. Daniel tiene mucho ascendiente sobre Iván y lo convence enseguida para que se pase a su juego. Aunque yo soy más dura y acabé con los zombis entregando unas perchas que nos sirvieron de arco y unos limpiapipas "flechas" y cambiando de nuevo la historia. Lo cierto es que llegó un momento en el que ya no sabía a qué estábamos jugando, pero ellos parecían estar divirtiéndose mucho, así que los dejé tirar pelotas y bloques blanditos por el aire para golpearlos con el hacha del bombero o las perchas arco a su gusto y sin ningún objetivo aparente. Hasta que hubo un accidente y acabé con un dedo machacado y finalizando el juego definitivamente. ¡Estaba agotada!
Me pidieron ver la tele y les di el gusto para aprovechar y recoger algo mi pobre hogar. Al poco salió el sol y mis remordimientos por tenerlos idiotizados en vez de jugando. Solté la fregona, les vestí y los saqué a la calle a rastras y con la promesa de un helado. Se pusieron, y me pusieron finos a chocolate. Les hice andar muchísimo porque nos íbamos de exploración para ver lo que había hecho el granizo con el entorno. Estuvieron recogiendo ramas, plantas, semillas y hojas destrozadas del suelo asombrados y encantados. Y jugaron con el granizo que aun no se había derretido. Daniel quería comérselo, pero le convencí de lo contrario cuando le expliqué que estaba muy sucio y que la gente lo había pisado.
Cuando ya iba a desandar el camino, encontramos un parque que nunca antes habíamos visitado. ¡Y encima era chulísimo! No tuve corazón para no dejarles jugar un buen rato. Después de mucho trepar por las cuerdas de los columpios y jugar con otros niños que encontraron allí, una nube negrísima y enorme les convenció de que era hora de regresar. Menos mal que no nos pilló ninguna tormenta porque no había tenido el detalle de cogerles los paraguas en esa ocasión y hubiéramos llegado como sopas. Además, Iván parecía un poco asustado con la perspectiva de que le cayeran rayos y truenos sobre su cabecita y más que correr volaba hacia su casa. Tardamos casi la mitad en volver que en ir.
Antes de dormir tocó leerles un trocito de uno de los comics que cogieron en la biblioteca. Si por ellos hubiese sido me lo habrían hecho leer entero, pero como tenía más de trescientas páginas y ya era muy tarde, sólo disfrutaron de un capítulo... ¡ y a la cama!
Si es que cayeron pingüinos de punta. En la ventana de mi trabajo el granizo parecía que nos iba a partir un cristal. Un besote!!!!
ResponderEliminarQue miedo!!! Si es que fue algo increíble. A ver si nos metemos en un verano decente de una vez jajaja
Eliminar¡Madredelamorhermoso! No me extraña que termines agotada no ,lo siguiente , esos exploradores zombis te llevan corriendo con la lengua afuera. Es increíble lo que andamos y desandamos para arriba y para abajo con y por ellos , ¡si contáramos los kilómetros ! , ¡Una maratón!.
ResponderEliminarhttp://serendipeandoagusto.blogspot.com.es
Estos niños son demasiado activos como para quedarse en casa todo el día, pero yo hecho de menos los días de pijama y sofá jajaja
EliminarEs que los días de lluvia son fatal para los niños, yo esos dias aprovecho para leer, ver dibus en inglés, hacer pinchitos etc....lo de la biblio me parece fatal......la de mi barrio la abren precisamente por las mañanas ahora en verano por lo mismo, para que puedan ir los niños.
ResponderEliminarLa biblio de tu barrio es normal y los que la dirigen piensan con la cabeza y no con.... Grrr
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