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martes, 23 de septiembre de 2014

Ludo Ergo Sum

El domingo, a pesar del cansancio acumulado del día anterior por la celebración del cumple del mayor, papá no quiso que no perdiéramos las jornadas Ludo Ergo Sum que se celebraban en Alcorcón. Para algo tenemos un fanático de los juegos de mesa en casa.

Después de una noche infernal con Iván, que no paró de despertarse y hablar dormido (en una ocasión me lo encontré de cara a la pared señalando un imaginario póster de juguetes y exclamando "quero ete, y ete, y ete tamben...", me levanté un poco tarde, pero mi maridín lo comprendió y no me metió ninguna prisa a pesar de su patente emoción por llegar lo antes posible.

Preparé los desayunos, la mochila de mudas de Iván, agua y algo de picar por si acaso y nos fuimos pitando al pabellón del vicio de los juegos.

La verdad es que estuvo muy bien. Tenían torneos, en lo que no quisieron participar los peques, y una ludoteca de la que hicimos buen uso. Daniel estaba feliz porque también fueron los primos de "Covarrubias" y son unos expertos en estos juegos. Así que desde que llegaron ellos se lo pasó bomba con la selección de lujo que les hizo su tío.

Iván en cambio, entre que estaba cansado de la mala noche y que últimamente se porta fatal, me lo hizo pasar francamente mal. Se escapaba, tocaba las cosas de las tiendas, se tiraba al suelo poniéndose en peligro él y a los que iban y venían, no hacía caso de nada... Tal fue la cosa que me lo tuve que llevar al parque de enfrente del polígono donde se celebraban las jornadas más de una vez. Menos mal que los columpios estaban tan bien que hasta Daniel se animó a venir con nosotros para descansar un poco de estar sentado.

Los grandes descubrimientos fueron El Aviador Loco, clara apuesta para estas Navidades, y Super Rino, para ejercitar la psicomotricidad fina de una forma muy divertida.

Además, nos encontramos con el autor de Ikonikus, un juego que me parece sensacional. Se lo trajo a los niños su padre cuando fue a unas jornadas "ludópatas" este verano y les encantó. Es un juego para trabajar las emociones muy original y efectivo. Además a mí me ayudó a conocer más profundamente a mis hijos: sus miedos, preocupaciones, ilusiones... Daniel se volvió loco de contento cuando lo conoció en persona. Tanto que le pidió un autógrafo y casi lo mata a achuchones.

En el acto de fin de las jornadas, regalaron muchos juegos y uno le tocó a Daniel, así que el domingo también fue un día muy especial para él. "Mira mamá, otro regalo de cumple" me dijo agitando una caja enorme. En cuanto llegó a casa se puso a ver su juego nuevecito con el papá y parece que promete.

Iván y yo, como contraste, llegamos enfadados el uno con el otro y acabamos el día de gresca. Después de mucho llorar (por una parte y por otra), hicimos las paces justo antes de meterle en cama. Como siempre me prometió que se iba a portar "beeeeeeen", se dio la vuelta y se quedó frito.


4 comentarios:

  1. Hay que ver cómo os lo pasáis!!! Pobre Iván, es que es pequeño todavía para disfrutar esas cosas... Un besote!!!

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    1. Pienso igual, pero el papi se empeña en meterles desde peques en este mundillo jajaja

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  2. Pero bueno... ¿existen tantos juegos de mesa?? Me estás descubriendo un nuevo mundo, que lo sepas ;)
    Besos

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