Por la Ermita de Mamblas

Esta Semana Santa nos dimos el salto a Covarrubias con muchos planes en la cabeza, de los que al final hicimos la mitad por falta de tiempo. Suele pasar.

El primer día nos dedicamos a deshacer maletas y tomarnos las cosas con calma, pero al segundo ya estábamos en danza. Raúl planeó una ruta tomando como punto de inicio la Ermita de la virgen de Mamblas y allá que nos fuimos.

El paraje era precioso. Estuvimos un buen rato por la Ermita admirando el paisaje mientras los niños correteaban. De repente, Daniel vino corriendo hacia mi con cara de asustado y apuntando su dedito a la edificación de piedra me aseguró que había oído algo en el interior y se preguntaba si no serían unos cuantos zombis sanguinarios. Le aseguré que eso era del todo imposible (¡No existen los zombiiiiis!), pero tanto insistió que ya me sugestionó y yo misma sugerí que comenzáramos la senda. Hay que ver el poder que tiene la imaginación.

Enseguida se nos fueron los malos rollos porque los niños empezaron a descubrir maravillas de la naturaleza en cada rincón. Vimos muchísimas mariquitas y eso fue casi un tesoro para la mirada infantil. En esas estábamos cuando nos encontramos a un vecino del pueblo y nos indicó dónde podíamos encontrar un montón de fósiles de conchas para gran alborozo de los peques. Les regalo unas cuantas que había recogido el mismo y se marchó dejándonos con una plan increíble. Mientras buscábamos les contamos a los niños que hace millones de años esa zona tenía que estar debajo del nivel del mar para que ahora estuviera plagado de fósiles marinos. Los chiquillos no se hacían a la idea que eso hubiera podido ocurrir tan lejos de la costa y no paraban de hacer preguntas. Sobre todo el mayor.

Muy contentos con el tesoro que cargábamos dimos media vuelta y nos encaminamos de nuevo hacia la Ermita (menos mal que Daniel se había olvidado de sus historias de terror) para coger el coche y regresar.

Una vez en casa, los hombres de la familia se lo pasaron pipa limpiando los fósiles.