Fuente de chorros y mucha imaginación

Con estos calores tenemos pocas opciones: quedarnos en casa jugando, ir a la piscina o... meternos de cabeza a la fuente de chorros cercana a casa.

Y eso hemos hecho hace poco. Por variarles de la piscina nos acercamos a la susodicha fuente. Los peques iban con sus bañadores y sus chanclas porque me conozco el cuento y sé como acaba. Un día que no fui preparada se empeñaron en meterse en un parque de arena después y me llevé dos croquetas rebozadas a casa.

Pero ya iba yo preparada con mi mochilón para cualquier eventualidad. El sol pegaba fuerte, pero entre los chorros mimos niños no parecían notarlo. Habían unido sus fuerzas para luchar contra el terrible monstruo de agua y lo atacaban alegremente entre gritos y saltos.

Pronto se les unieron otros niños y también quisieron acabar con tan terrible y fresquito monstruo. Y así estuvimos hasta que Iván se me acercó para hacerme saber que él quería ir al parque a jugar. Miré el reloj y decidí que iban ahora o nunca porque tenía que llegar a casa para hacer la comida, comer e irme al curso.

Les sequé, les cambié y nos acercamos a los juegos. Tienen unos muy originales: una tirolina y dos que se suben y les puedes dar vueltas de tamaños diferentes. Les encanta, pero yo acabo para el arrastre porque soy la fuente de energía para que los cacharrejos se muevan.

Cuando ya no podía aguantar más el calor (yo no había luchado contra el monstruo de agua) di por terminada la excursión. Protestaron mucho, muchísimo, todo el camino de vuelta, pero no les valió de nada y pronto estaban descansando frente a la tele tranquilamente y yo sudando la gota gorda en la cocina. No hay justicia.