La Fiesta del Cine: Hotel Transilvania 2

¡Viva la fiesta del cine! Tres días entre semana en el que ver una peli en la sala grande cuesta tan sólo 2.90 euros. Gracias a este gran evento puedo llevar a mis hijos al cine sin pedir un préstamo al banco. Y ellos deseando porque llevan días y días poniéndonos ojitos para que les llevemos a ver Hotel Transilvania 2.

Nos presentamos en el cine con dos niños muy emocionados, pegando botes de la alegría y enamorados del cartelón en el que aparecían los famosos personajes de la película.

No les tuve que decir dos veces que se sentaran en sus butacas. Los dos muy formalitos tomaron asiento y se empaparon de toda la publicidad y trailers que tuvieron a bien meterles por los ojos. Al final ya protestaban un poco, porque ¡hay que ver la de publicidad que te cuelan!

Por fin empezó la película. Para entonces ya no había quien les tuviera quietos, porque los alzadores de peques son lo menos ergonómico que me he echado en cara y los pobres, a esas alturas, ya no sabían como ponerse. Daniel resistió como un jabato, pero Iván cambió su asiento por mis piernas, luego decidió que de pié se veía perfectamente (menos mal que con cuatro años tiene una altura poco molesta para los de atrás) y, finalmente, tiró el trasto a sus pies y terminó sentado en la silla sin aditivos.

Los dos brincaban en su sitio con cada escena trepidante y se partían de la risa, Aunque mis carcajadas superaban a las suyas, tengo que admitirlo. La película está muy bien porque está dirigida tanto a niños como a adultos y los chistes y situaciones trepidantes se suceden muy rápido. No da lugar para el aburrimiento, aunque a mis niños el principio les pareció un poco lento y el final un pelín impresionante. Acabaron los dos escondidos bajo sus butacas en ciertas escenas realmente "monstruosas".

Con ayuda de cantidades ingentes y muy poco saludables de chuches conservamos el orden y la paz en nuestra fila, pero, la verdad es que estaba muy cómoda porque allí todo éramos familias con madres, cargadas hasta el cuello de mochilas escolares y bolsas de la merienda, y niños berreantes y ruidosos que hacían que los tuyos no llamaran la atención de nadie ni molestaran el buen curso de la proyección. De todas formas, el volumen estaba tan alto que haría falta la sala llena de peques para que lograran imponerse al sonido del cine.

Lo pasamos muy bien, aunque los chiquillos acabaron bastante cansados nada más comenzar la semana. Eso fue lo único malo de la escapada cinéfila, que luego arrastraron el cansancio hasta el viernes.