Todos los días de la paz de todos los años mis chicos salen guerreros. Y no tengo ni idea de por qué es. Tiene una ceremonia muy bonita en la que cantan canciones y sueltan globos blancos llenos de helio que inundan en el cielo. Sé que ésto último es bastante contaminante, pero es impresionante de ver.
El primer año de Daniel en el cole de mayores llegué para verlos ascender y es todo un espéctáculo. Iba a recoger al niño y coincidió que, justo en ese momento soltaron los globos. No se ha vuelto a repetir porque hacen los actos antes para no tener a los padres esperando porque cada uno tiene sus circunstancias y no es plan.
En esta ocasión han cambiado el horario a después del recreo en vez de por la tarde. A mí me venía de perlas que fueran puntuales en la salida porque tocaba piscina y hay que volar para llegar. Como no les dejé casi ni respirar no les dio tiempo a liarla. Mientras uno estaba nadando al otro el enganché al móvil sin que sirva de precedente.
A la salida de la extraescolar me junté con el padre de las criaturas, que iba a llevarse a Daniel con él a la biblioteca mientras yo corría con Iván para llevarle a un cumple en el que le hermano no podía ir por razones de aforo.
Entre que el mayor estaba con el padre y el peque se desfogaba como quería con sus amiguitos en el castillo del McDonald no resultó un día demasiado bélico. Se puede decir que se ha roto la tradición de que el día de la Paz sea un día horribilis para la madre por exaltación desmedida de las fieras. Algo de lo cual me alegro infinitamente.
A ver si esto va a más y cada año me salen más y más pacíficos.
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domingo, 31 de enero de 2016
viernes, 29 de enero de 2016
Reto Blogger: ¿Con quien?
Animalitos Tu y Yo me ha retado y yo que enseguida me pico... Pues que aquí voy. Como me conoce Sonia que sabía que iba a entrar al trapo con lo divertido que es este reto. No os olvidéis pasaros por su blog. Es un rinconcito muy personal donde vierte sus reflexiones, recomendaciones, ideas, anécdotas... ¡Una maravilla!
P.D.: He tardado tanto en publicar esta entrada que ese rinconcito maravilloso está... ¡cerrado! Que penita. Me gustaba mucho. pero podéis encontrar a Sonia en Faceonthebox. Si te gusta el cine éste es tu blog.
¿Con quién te irías de fiesta? Con todas mis compis de Diario de Mujer. Como nos juntemos un día la vamos a liar parda seguro.
¿Con quién te irías de vacaciones? Con mi amada familia. Lo tengo clarísimo
¿Con quien jugarías en la nieve? Con mis fierecillas. De hecho, ya he jugado con ellos y pasados los escalofríos iniciales me lo pasé bomba
¿Con quién te pondrías de parto? Con mi marido para estrujarle bien la mano por el dolor de las contracciones. Que sufra el también juas juas juas (Una que es rencorosilla) ;)
¿Con quién compartirías el postparto? Con Maca, de Mamá por bulerías, que sabe mucho de lactancia y a lo mejor consigo por fin una lactancia prolongada y feliz como hubiera sido mi deseo con mis dos retoños y con por H o por B no pudo ser.
¿Con quién te irías de paseo por el campo? Con los perrillos de mi madre y mi hermana. da gusto verles disfrutar de la naturaleza.
¿Con quién compartirías blog? Con nadie. Es míoooo. Solo míoooo. Mi tesorooo...
¿Con quién irías a un evento o similar? Con todas las blogueras a la vez. Que divertido.
¿Con quién te irías a un spa? No sé porque seguro que me quedo grogui en cuanto sienda el agua calentita a mi alrededor y ya no sé ni con quien estoy jajaja
¿Con quién rodarías una peli? Con Mi Alter de Plagiando a mi alter Ego. Tiene una imaginación prodigiosa y se estudia los guiones de los anuncios más pesadillescos de la tele.
¿Con quién escribirías un libro? Con Mayte Esteban de El Espejo de la Entrada. Tiene muchísima experiencia en el tema.
¿Con quién trabajarías? Con mis amigas Mombies Olga, Cuéntamelo Bajito, y Vanessa, ¿Y de verdad tengo tres? Me han demostrado ser unas compañeras excelentes :D
¿Con quién te irías de cena? Con mi marido para tener algo de tiempo en pareja relajadamente y sin niños saltando en nuestras piernas o tirando la comida por doquier.
¿Con quién tendrías una tarde de café y charla? Con mi madre, hermanos y cuñados de Las Palmas. Cuando nos juntamos a desayunar o merendar lo pasamos muy bien
¿Con quién echarías unas risas? Con todo el mundo. Echarse unas risas es muy sano y necesario para vivir.
¿Con quién pasarías una tarde en el parque? Con Gololo y Toin. Ella es encantadora y sus niños son más o menos de la edad de los míos. Ya hemos coincidido en un evento y nos lo pasamos pipas madres y niños.
¿Con quién irías de campamento de verano? ¿Yoooo? ¿Los adultos también tenemos campamentos de verano?
¿Con quién irías a un cuentacuentos? Con Sara Flores de Tribu Creciendo juntos. Me encantaría asistir de una vez a uno de sus Signacuentos, pero nunca me coinciden las fechas snif snif
¿Con quién compartirías casa? Pues ya la comparto con marido, hijos y gato.
¿Con quién dejarías a tus hijos un finde? Con mi madre, que tiene muy buena mano y sabe como llevarles.
¿Con quién cocinarías? Con Cookita Tamara que hace unas cosas deliciosisimas.
¿Con quién irías a dar un mitin? Buf, con nadie. Que pereza.
¿Con quién te irías de boda? Otra cosa que me da mucha pereza. ¡las bodas!
¿Con quién saldrías a tomar fotos? Con mi marido porque le encanta.
¿Con quién te irías a una isla desierta? Pues... Con mi marido también jajajaja.
Nomino a:
Paso de ti mama
Princess and Owl Stories
Mamá se escribe con K
Cuéntamelo bajito
¿Y de verdad tengo tres?
Koamama
Las historietas de mamá
La parejita de golpe
Padres Frikis
Gololo y Toin
Y ahora romperos vosotros la cabeza para ver con quien...
P.D.: He tardado tanto en publicar esta entrada que ese rinconcito maravilloso está... ¡cerrado! Que penita. Me gustaba mucho. pero podéis encontrar a Sonia en Faceonthebox. Si te gusta el cine éste es tu blog.
¿Con quién?
¿Con quién te irías de fiesta? Con todas mis compis de Diario de Mujer. Como nos juntemos un día la vamos a liar parda seguro.
¿Con quién te irías de vacaciones? Con mi amada familia. Lo tengo clarísimo
¿Con quien jugarías en la nieve? Con mis fierecillas. De hecho, ya he jugado con ellos y pasados los escalofríos iniciales me lo pasé bomba
¿Con quién te pondrías de parto? Con mi marido para estrujarle bien la mano por el dolor de las contracciones. Que sufra el también juas juas juas (Una que es rencorosilla) ;)
¿Con quién compartirías el postparto? Con Maca, de Mamá por bulerías, que sabe mucho de lactancia y a lo mejor consigo por fin una lactancia prolongada y feliz como hubiera sido mi deseo con mis dos retoños y con por H o por B no pudo ser.
¿Con quién te irías de paseo por el campo? Con los perrillos de mi madre y mi hermana. da gusto verles disfrutar de la naturaleza.
¿Con quién compartirías blog? Con nadie. Es míoooo. Solo míoooo. Mi tesorooo...
¿Con quién irías a un evento o similar? Con todas las blogueras a la vez. Que divertido.
¿Con quién te irías a un spa? No sé porque seguro que me quedo grogui en cuanto sienda el agua calentita a mi alrededor y ya no sé ni con quien estoy jajaja
¿Con quién rodarías una peli? Con Mi Alter de Plagiando a mi alter Ego. Tiene una imaginación prodigiosa y se estudia los guiones de los anuncios más pesadillescos de la tele.
¿Con quién escribirías un libro? Con Mayte Esteban de El Espejo de la Entrada. Tiene muchísima experiencia en el tema.
¿Con quién trabajarías? Con mis amigas Mombies Olga, Cuéntamelo Bajito, y Vanessa, ¿Y de verdad tengo tres? Me han demostrado ser unas compañeras excelentes :D
¿Con quién te irías de cena? Con mi marido para tener algo de tiempo en pareja relajadamente y sin niños saltando en nuestras piernas o tirando la comida por doquier.
¿Con quién tendrías una tarde de café y charla? Con mi madre, hermanos y cuñados de Las Palmas. Cuando nos juntamos a desayunar o merendar lo pasamos muy bien
¿Con quién echarías unas risas? Con todo el mundo. Echarse unas risas es muy sano y necesario para vivir.
¿Con quién pasarías una tarde en el parque? Con Gololo y Toin. Ella es encantadora y sus niños son más o menos de la edad de los míos. Ya hemos coincidido en un evento y nos lo pasamos pipas madres y niños.
¿Con quién irías de campamento de verano? ¿Yoooo? ¿Los adultos también tenemos campamentos de verano?
¿Con quién irías a un cuentacuentos? Con Sara Flores de Tribu Creciendo juntos. Me encantaría asistir de una vez a uno de sus Signacuentos, pero nunca me coinciden las fechas snif snif
¿Con quién compartirías casa? Pues ya la comparto con marido, hijos y gato.
¿Con quién dejarías a tus hijos un finde? Con mi madre, que tiene muy buena mano y sabe como llevarles.
¿Con quién cocinarías? Con Cookita Tamara que hace unas cosas deliciosisimas.
¿Con quién irías a dar un mitin? Buf, con nadie. Que pereza.
¿Con quién te irías de boda? Otra cosa que me da mucha pereza. ¡las bodas!
¿Con quién saldrías a tomar fotos? Con mi marido porque le encanta.
¿Con quién te irías a una isla desierta? Pues... Con mi marido también jajajaja.
Nomino a:
Paso de ti mama
Princess and Owl Stories
Mamá se escribe con K
Cuéntamelo bajito
¿Y de verdad tengo tres?
Koamama
Las historietas de mamá
La parejita de golpe
Padres Frikis
Gololo y Toin
Y ahora romperos vosotros la cabeza para ver con quien...
jueves, 28 de enero de 2016
Día de trenes y rebeldía
El domingo nos dimos un salto al Museo del Ferrocarril por expresa petición de los peques. Ya hemos estado allí varias veces, así que lo conocen bastante bien. Pensé que les apetecería ir a algún sitio nuevo, pero no. De repente les entraron unas ganas locas de ver trenes y no pararon hasta que consiguieron que papá y mamá les prometieran que iríamos ese mismo fin de semana.
Los chiquillos iban entusiasmados y comentando todo lo que querían hacer: que si montar en el tren del jardín, que si meterse en la locomotora del carbón, que si tocar todos los botones de la maquinaria que tienen expuesta para ese uso... Y nosotros asentíamos a todo. pero lo que no nos esperábamos era que querían ir exclusivamente y directamente a lo que habían enumerado ignorando el resto de la exposición.
Como siempre, nos tocó esperar cola porque es un museo que tiene mucho éxito entre la población infantil. Y no me extraña, porque está fenomenal y los niños flipan corriendo entre las vías y descubriendo sorpresa tras sorpresa.
Nada más cruzar el umbral de la puerta empezaron los problemas. Bueno, para ser sincera, ya les habíamos llamado la atención varias veces porque, de tantas ganas que tenían de entrar, casi se cuelan sin pagar. El caso es que salieron disparados hacia el tren de carbón sin seguir el orden de la visita, ni comprobar si sus padres les seguíamos o no (que sí que les seguimos... a toda velocidad para no perderlos de vista). Allí se lo pasaron bomba dándole a las manivelas, palancas, abriendo la puerta del carbón... hasta ahí bien. Pero es que se negaban a hacer una visita en condiciones y pasábamos por los trenes sin darnos tiempo a reparar en nada.
Casi sin darnos cuenta ya estábamos en la cola del trenecito del jardín. Nos encanta esa atracción. Dejas que te lleve por unos espacios estrechísimos y vas saludando a la gente y a los viajeros del otro trenecito. Y de allí estaban dispuestos a seguir la maratón hacia la sala de las maquinas que se pueden manipular, pero el padre se plantó y dijo que allí mandaba él y que íbamos a verlo todo con calma y sin perder ni un detalle.
Fue casi una misión imposible llena de protestas, lloros, gritos, enfados... Yo al menos tuve un descanso cuando Iván se enganchó al taller de Chuggington que habían montado en la zona infantil. En realidad lo habían llenado de juguetes de esta marca para que los peques jugaran libremente. La proporción entre juguetes y niños era bastante desigual y habían tortas para conseguir un trenecito.
Un padre que convenció a su hijo para seguir la visita me dio uno casi de casualidad. Encantada de la vida se lo llevé a mi chico, pero ¡oh! ¡sorpresas de la vida! Para qué quería un tren si podía mover por las vías un cuadradito de las mercancías. ¡Anda mamá! ¡Que no te enteras! Ojiplática le cedí el tren a otro chiquillo que lo miraba con ojos de deseo, segura de que Iván lo querría más adelante y me la montaría. Pero no, me la montó por otro millón de cosas, pero por el trenecito no. Algo es algo.
El caso es que ves las fotos y parece que fue la visita más feliz del mundo. Ese es el poder del objetivo. Te pones delante y sonríes casi automáticamente.
Al final Raúl salió enfadado porque no le dejaron ver la sala de maquetas, Daniel salió aullando porque no le dejábamos hacer su propio circuito, Iván salió gruñendo porque le apartamos de sus Chuggington y yo salí histérica de aguantar tantos conflictos.
Pero si les preguntas a los peques te dirán: "Lo hemos pasado genial. ¿Cuando volvemos?
Los chiquillos iban entusiasmados y comentando todo lo que querían hacer: que si montar en el tren del jardín, que si meterse en la locomotora del carbón, que si tocar todos los botones de la maquinaria que tienen expuesta para ese uso... Y nosotros asentíamos a todo. pero lo que no nos esperábamos era que querían ir exclusivamente y directamente a lo que habían enumerado ignorando el resto de la exposición.
Como siempre, nos tocó esperar cola porque es un museo que tiene mucho éxito entre la población infantil. Y no me extraña, porque está fenomenal y los niños flipan corriendo entre las vías y descubriendo sorpresa tras sorpresa.
Nada más cruzar el umbral de la puerta empezaron los problemas. Bueno, para ser sincera, ya les habíamos llamado la atención varias veces porque, de tantas ganas que tenían de entrar, casi se cuelan sin pagar. El caso es que salieron disparados hacia el tren de carbón sin seguir el orden de la visita, ni comprobar si sus padres les seguíamos o no (que sí que les seguimos... a toda velocidad para no perderlos de vista). Allí se lo pasaron bomba dándole a las manivelas, palancas, abriendo la puerta del carbón... hasta ahí bien. Pero es que se negaban a hacer una visita en condiciones y pasábamos por los trenes sin darnos tiempo a reparar en nada.
Casi sin darnos cuenta ya estábamos en la cola del trenecito del jardín. Nos encanta esa atracción. Dejas que te lleve por unos espacios estrechísimos y vas saludando a la gente y a los viajeros del otro trenecito. Y de allí estaban dispuestos a seguir la maratón hacia la sala de las maquinas que se pueden manipular, pero el padre se plantó y dijo que allí mandaba él y que íbamos a verlo todo con calma y sin perder ni un detalle.
Fue casi una misión imposible llena de protestas, lloros, gritos, enfados... Yo al menos tuve un descanso cuando Iván se enganchó al taller de Chuggington que habían montado en la zona infantil. En realidad lo habían llenado de juguetes de esta marca para que los peques jugaran libremente. La proporción entre juguetes y niños era bastante desigual y habían tortas para conseguir un trenecito.
Un padre que convenció a su hijo para seguir la visita me dio uno casi de casualidad. Encantada de la vida se lo llevé a mi chico, pero ¡oh! ¡sorpresas de la vida! Para qué quería un tren si podía mover por las vías un cuadradito de las mercancías. ¡Anda mamá! ¡Que no te enteras! Ojiplática le cedí el tren a otro chiquillo que lo miraba con ojos de deseo, segura de que Iván lo querría más adelante y me la montaría. Pero no, me la montó por otro millón de cosas, pero por el trenecito no. Algo es algo.
El caso es que ves las fotos y parece que fue la visita más feliz del mundo. Ese es el poder del objetivo. Te pones delante y sonríes casi automáticamente.
Al final Raúl salió enfadado porque no le dejaron ver la sala de maquetas, Daniel salió aullando porque no le dejábamos hacer su propio circuito, Iván salió gruñendo porque le apartamos de sus Chuggington y yo salí histérica de aguantar tantos conflictos.
Pero si les preguntas a los peques te dirán: "Lo hemos pasado genial. ¿Cuando volvemos?
martes, 26 de enero de 2016
Desesperada visita a grandes tiendas de muebles
Tenemos que hacer algo con la habitación de los chiquillos para que quepa una mesa de estudiar doble. Daniel ya tiene deberes y exámenes y la mesita de la habitación de los juguetes no nos sirve para que estudie. Ahora mismo va dando tumbos del salón al estudio, pero no siente ninguna mesa como suya, ni tiene su material a mano... ¡Vamos! Que tenemos que hacer desaparecer una cama en pro de la mesa de estudio y la mejor solución es una litera. Toca visita a las tiendas de muebles.
Al principio la cosa empezó bien. Fuimos de cabeza a Ikea y les llevamos sin pensarlo dos veces a la zona infantil. Nos las prometíamos muy felices peeeero, resulta que el mayor ha pegado un estirón y ¡ups! se pasa por los pelos. La chica, que era muy maja, volvió a medir al peque sin los zapatos puestos y le dejó pasar haciendo la vista gorda con el par de milímetros de más. Se lo agradecimos en el alma, porque el pobre Daniel estaba deseando entrar.
Los dejamos allí una hora que se nos hizo muy corta recorriendo casi sin aliento dormitorios infantiles, estudios, la sección de almacenaje...
Nos hinchamos a coger folletos y corriendo a por los peques. Se lo habían pasado bien, creo, porque Iván salió berreando y acusando a su hermano de haber estado fastidiándole todo el rato. Seguimos nuestra visita, pero ya mucho más despacio porque para los niños todo era una fuente de diversión: las mullidas alfombras, los improvisados instrumentos musicales (que peligro), las divertidas láminas, las alucinantes lámparas de mil formas y colores, el espejo mágico de la bruja de blancanieves... Casi no los sacamos de allí. En ese momento teníamos la paciencia a tope y les seguimos un poco el juego.
Pero en la siguiente tienda ya empezamos a perderla paulatinamente con: ¡No te subas a las literas de arriba! ¡Eso no es un juguete! ¡No os escondáis en los armarios! ¡Eso no es un tambor! ¡Bastaaaaaa!" Y allí estábamos. Dos padres al borde de un ataque de nervios y dos peques sobrexcitados y ávidos de emociones que ya ni nos escuchaban. "¡¡Castigado, castigado, castigadooooooooo!!", nada, como quien oye llover. Allí seguían los dos saltando en los sofás y trepando por las estanterías. Mejor que en un parque de atracciones, pero su padre y yo ya nos temíamos que nos pusieran en la lista negra para siempre. Sobre todo yo, que ya quería terminar aunque no hubiéramos cumplido el plan de acción. En cambio, el papá estaba dispuesto a aprovechar el viaje a tope y nos llevaba de tienda en tienda sin tener en cuenta que el tope de mis pobres nervios llegaba a su fin. Así acabamos todos: ¡como el rosario de la aurora!
Yo pensando que una retirada a tiempo vale más que que un cabreo monumental y el padre pensando que no tengo ni el más mínimo aguante. ¡Ah! Y los niños castigados, requetecastigados y muertos de la risa.
Por cierto, seguimos sin litera, sin escritorio y sin cambios en las habitaciones infantiles.
Al principio la cosa empezó bien. Fuimos de cabeza a Ikea y les llevamos sin pensarlo dos veces a la zona infantil. Nos las prometíamos muy felices peeeero, resulta que el mayor ha pegado un estirón y ¡ups! se pasa por los pelos. La chica, que era muy maja, volvió a medir al peque sin los zapatos puestos y le dejó pasar haciendo la vista gorda con el par de milímetros de más. Se lo agradecimos en el alma, porque el pobre Daniel estaba deseando entrar.
Los dejamos allí una hora que se nos hizo muy corta recorriendo casi sin aliento dormitorios infantiles, estudios, la sección de almacenaje...
Nos hinchamos a coger folletos y corriendo a por los peques. Se lo habían pasado bien, creo, porque Iván salió berreando y acusando a su hermano de haber estado fastidiándole todo el rato. Seguimos nuestra visita, pero ya mucho más despacio porque para los niños todo era una fuente de diversión: las mullidas alfombras, los improvisados instrumentos musicales (que peligro), las divertidas láminas, las alucinantes lámparas de mil formas y colores, el espejo mágico de la bruja de blancanieves... Casi no los sacamos de allí. En ese momento teníamos la paciencia a tope y les seguimos un poco el juego.
Pero en la siguiente tienda ya empezamos a perderla paulatinamente con: ¡No te subas a las literas de arriba! ¡Eso no es un juguete! ¡No os escondáis en los armarios! ¡Eso no es un tambor! ¡Bastaaaaaa!" Y allí estábamos. Dos padres al borde de un ataque de nervios y dos peques sobrexcitados y ávidos de emociones que ya ni nos escuchaban. "¡¡Castigado, castigado, castigadooooooooo!!", nada, como quien oye llover. Allí seguían los dos saltando en los sofás y trepando por las estanterías. Mejor que en un parque de atracciones, pero su padre y yo ya nos temíamos que nos pusieran en la lista negra para siempre. Sobre todo yo, que ya quería terminar aunque no hubiéramos cumplido el plan de acción. En cambio, el papá estaba dispuesto a aprovechar el viaje a tope y nos llevaba de tienda en tienda sin tener en cuenta que el tope de mis pobres nervios llegaba a su fin. Así acabamos todos: ¡como el rosario de la aurora!
Yo pensando que una retirada a tiempo vale más que que un cabreo monumental y el padre pensando que no tengo ni el más mínimo aguante. ¡Ah! Y los niños castigados, requetecastigados y muertos de la risa.
Por cierto, seguimos sin litera, sin escritorio y sin cambios en las habitaciones infantiles.
lunes, 25 de enero de 2016
El proyector de hologramas
Estaba yo navegando por twitter tranquilamente cuando, de repente, un tuit llamó poderosamente mi atención. Era de Lydia, de Historia de Pitufines, y anunciaba una manualidad de lo más curiosa y alucinante: Un proyector de Hologramas casero.
¿En serio? ¿Eso se puede hacer? ¡Vamos a comprobarlo! Y acto seguido atraqué a mano armada el armario de Cd's de Raúl y me hice con cuatro tapas de sus cajas. Recorté un triángulo en un papel sin uno de sus picos para que me sirviera de plantilla, cogí el cutter y a marcar y remarcar hasta conseguir la figura del triángulo en el plástico transparente de las tapas.
¿Fue fácil? No, ¿Se tarda poco? Yo, desde luego, tardé bastante. Me cargué uno de los triángulos y tuve que mangarle al marido otra caja de Cd, dejando huérfano al contenido (Si no lo ha usado en años ya sería mala suerte que lo necesitara justo ahora. ¿No?).
Por fin, por fin, por fin me había construido una cutre y tambaleante pirámide invertida uniendo mis cuatro triángulos de plástico con celo cutremente. Evidentemente, la pobre no era capaz de permanecer en pie dos segundos, así que le puse la pantalla del móvil debajo, lista para emitir vídeos de hologramas para pirámides en youtube, y la sujeté a la mesa a base de celo.
Cuando vi que los hologramas empezaban a desfilar por la pirámide me volví loca de contento y fui a llamar al resto de la familia muy emocionada: "¡¡¡Lo conseguíiii!!!", gritaba como una posesa. Muertos de la curiosidad el padre y los dos chiquillos me siguieron hasta el estudio. Y allí ¡Tachán, tachán! Nos saludaban minihologramas bailando y girando.
Raúl lo miró un segundo con asombro y en un segundo había cambiado el móvil por la tablet. Ahora sí. Ahora los hologramas se veían a buen tamaño y con todos los detalles.
Mis hijos flipaban, tanto que se cargaron la pirámide más de una vez. pero no les culpo porque de soplarla se caía. Medusas, tiburones, planetas, ovnis, rayos... Estuvimos un buen rato con la mirada fija en la pirámide y a oscuras como en el cine.
Es una actividad ideal para hacer con niños y con adultos, que los papis también lo disfrutamos a tope.
¿En serio? ¿Eso se puede hacer? ¡Vamos a comprobarlo! Y acto seguido atraqué a mano armada el armario de Cd's de Raúl y me hice con cuatro tapas de sus cajas. Recorté un triángulo en un papel sin uno de sus picos para que me sirviera de plantilla, cogí el cutter y a marcar y remarcar hasta conseguir la figura del triángulo en el plástico transparente de las tapas.
¿Fue fácil? No, ¿Se tarda poco? Yo, desde luego, tardé bastante. Me cargué uno de los triángulos y tuve que mangarle al marido otra caja de Cd, dejando huérfano al contenido (Si no lo ha usado en años ya sería mala suerte que lo necesitara justo ahora. ¿No?).
Por fin, por fin, por fin me había construido una cutre y tambaleante pirámide invertida uniendo mis cuatro triángulos de plástico con celo cutremente. Evidentemente, la pobre no era capaz de permanecer en pie dos segundos, así que le puse la pantalla del móvil debajo, lista para emitir vídeos de hologramas para pirámides en youtube, y la sujeté a la mesa a base de celo.
Cuando vi que los hologramas empezaban a desfilar por la pirámide me volví loca de contento y fui a llamar al resto de la familia muy emocionada: "¡¡¡Lo conseguíiii!!!", gritaba como una posesa. Muertos de la curiosidad el padre y los dos chiquillos me siguieron hasta el estudio. Y allí ¡Tachán, tachán! Nos saludaban minihologramas bailando y girando.
Raúl lo miró un segundo con asombro y en un segundo había cambiado el móvil por la tablet. Ahora sí. Ahora los hologramas se veían a buen tamaño y con todos los detalles.
Mis hijos flipaban, tanto que se cargaron la pirámide más de una vez. pero no les culpo porque de soplarla se caía. Medusas, tiburones, planetas, ovnis, rayos... Estuvimos un buen rato con la mirada fija en la pirámide y a oscuras como en el cine.
Es una actividad ideal para hacer con niños y con adultos, que los papis también lo disfrutamos a tope.
domingo, 24 de enero de 2016
Las responsabilidades de Daniel
Hay ejercicios del cole que me encantan. Como el que trajo un día Daniel a casa sobre sus responsabilidades.
En un folio lleno de dibujos de zombies rockeros (vaya contraste) desgranaba cuales eran sus tareas y responsabilidades diarias. Y a mí me entraba la risa floja.
Algunas cosas las ha hecho una vez en la vida o muy pocas veces y otras me temo que se las ha oído a algún compañero. Pero él afirmaba muy serio que hace todo lo que incluye la lista, que para eso lo ha puesto:
- Vigilar mi desayuno (para que no se lo coma el gato)
- No perder la goma (ya ni me acuerdo la de gomas que ha perdido)
- Ordenar mi cuarto (una cosa es que sea su responsabilidad y otra que lo haga)
- Echar comida a fantasma (nuestros gato. Podría contar con los dedos de una mano las veces que lo ha hecho)
- Ducharme (oponiendo resistencia, claro está)
- Hacer mi cuarto (ejem, ejem)
- Hacer mi cama (esto un vez en la vida, creo recordar)
- Poner la mesa (con esta tarea sí que está muy comprometido)
- Ayudar a mi madre a cocinar (le encanta)
- Guardar mi estuche (espero que no se le olvide meter nada)
- Saludar (saluda a troche y moche conozca al aludido o no)
- Portarme bien (A veces...)
Lo dicho, me ha parecido una actividad genial.
En un folio lleno de dibujos de zombies rockeros (vaya contraste) desgranaba cuales eran sus tareas y responsabilidades diarias. Y a mí me entraba la risa floja.
Algunas cosas las ha hecho una vez en la vida o muy pocas veces y otras me temo que se las ha oído a algún compañero. Pero él afirmaba muy serio que hace todo lo que incluye la lista, que para eso lo ha puesto:
- Vigilar mi desayuno (para que no se lo coma el gato)
- No perder la goma (ya ni me acuerdo la de gomas que ha perdido)
- Ordenar mi cuarto (una cosa es que sea su responsabilidad y otra que lo haga)
- Echar comida a fantasma (nuestros gato. Podría contar con los dedos de una mano las veces que lo ha hecho)
- Ducharme (oponiendo resistencia, claro está)
- Hacer mi cuarto (ejem, ejem)
- Hacer mi cama (esto un vez en la vida, creo recordar)
- Poner la mesa (con esta tarea sí que está muy comprometido)
- Ayudar a mi madre a cocinar (le encanta)
- Guardar mi estuche (espero que no se le olvide meter nada)
- Saludar (saluda a troche y moche conozca al aludido o no)
- Portarme bien (A veces...)
Lo dicho, me ha parecido una actividad genial.
sábado, 23 de enero de 2016
Colorines
Llegó a casa blanca y negra y ahora está llena de color por todos lados. Por eso mi chiquitín ha decidido llamarla colorines. Colores que le puso él con los rotuladores que acompañaban al simpático peluche de tela.
Desde el primer día, quiso que le acompañara en su sueño, pero a papá y a mí nos dio miedo que la pintura, aún fresca, hiciera estragos en las sábanas, así que tuvo que esperar un día más para acogerla entre Perrito, Bambú y Natillas, los peluches habituales a la hora de ir a dormir.
viernes, 22 de enero de 2016
El huerto de Knorr y la fascinante compra en el hipermercado
Una visita al supermercado se puede convertir en una alucinante aventura. Dispuesta a llenar la nevera, pedí a mis hijos que me acompañaran a la compra porque sabía que habían montado un puesto de Knorr con actividades para niños. Normalmente no hay que insistirle mucho a estos peques para que se unan a tus planes, así que los tres y el carrito nos dirigimos hacia el centro comercial la mar de contentos.
El stand era fácil de ver y allí estaban unas chicas majísimas ayudando a los niños a plantar sus propias plantitas. Al principio Iván se hizo el remolón y se escondió tras de mí. Pero al ver tan decido a su hermano acabó por imitarlo y ambos se sentaron a rellenar su tetra bricks de tierra. Cuando acabaron eligieron una plantita cada uno y la metieron en sus macetas improvisadas. El mayor remolacha y el pequeño apio.
La monitora les puso unos cartelitos monísimos con sus nombres en sus plantitas y los dos estaban entusiasmados con la idea de que pronto se estarían hinchando a apio y a remolacha. Antes de irnos los peques cogieron sendos globitos y probaron un puré al que llaman Alicia. Les gustó tanto que tuvimos que incluirlo en nuestra lista de la compra.
Tras nuestra experiencia botánica, llegó la hora de dedicarnos al deber, pero estos niños se lo pasan bien hasta en el supermercado. Nada más entrar se engancharon a una pantalla que tenían en la puerta de una nevera con refrescos, admirando las vertiginosas imágenes que danzaban ante sus ojos. Se lo estaban pasando tan bien que les dejé un ratito, pero tuve que ponerme seria porque se les veía claras intenciones de echar allí la tarde y yo tenía que completar mi lista para llenar la despensa.
Me siguieron cual perrillos falderos interesándose por todo lo que veían. Tras un rato de negarme a comprar lo que me pedían, cositas bastante poco sanas, por cierto, avistaron la pescadería a lo lejos. "¿Podemos ir?" me preguntó el mayor con ojitos brillantes, "Cla..." y ni tiempo tuve de acabar la frase con ...ro que sí, porque ya estaban allí muertos de la risa señalando un pez enorme, un pulpo, o los langostinos. No sé que le veían al puesto, pero ellos estaban encantados, así que aproveché para asaltar la frutería, que estaba justo al lado, sin perderles de vista.
Por fin logré terminar las compras, pero si pensaba que la excursión se había acabado estaba muy equivocada. Todavía se pararon a jugar en la fuente y en las pantallas táctiles de información un buen rato.
Mucho tiempo después llegamos a casa de una salida que iba a ser "cuestión de una horita o así", según mis últimas palabras cuando me despedí de mi marido antes de cerrar la puerta a mis espaldas. Nunca se sabe...
El stand era fácil de ver y allí estaban unas chicas majísimas ayudando a los niños a plantar sus propias plantitas. Al principio Iván se hizo el remolón y se escondió tras de mí. Pero al ver tan decido a su hermano acabó por imitarlo y ambos se sentaron a rellenar su tetra bricks de tierra. Cuando acabaron eligieron una plantita cada uno y la metieron en sus macetas improvisadas. El mayor remolacha y el pequeño apio.
La monitora les puso unos cartelitos monísimos con sus nombres en sus plantitas y los dos estaban entusiasmados con la idea de que pronto se estarían hinchando a apio y a remolacha. Antes de irnos los peques cogieron sendos globitos y probaron un puré al que llaman Alicia. Les gustó tanto que tuvimos que incluirlo en nuestra lista de la compra.
Tras nuestra experiencia botánica, llegó la hora de dedicarnos al deber, pero estos niños se lo pasan bien hasta en el supermercado. Nada más entrar se engancharon a una pantalla que tenían en la puerta de una nevera con refrescos, admirando las vertiginosas imágenes que danzaban ante sus ojos. Se lo estaban pasando tan bien que les dejé un ratito, pero tuve que ponerme seria porque se les veía claras intenciones de echar allí la tarde y yo tenía que completar mi lista para llenar la despensa.
Me siguieron cual perrillos falderos interesándose por todo lo que veían. Tras un rato de negarme a comprar lo que me pedían, cositas bastante poco sanas, por cierto, avistaron la pescadería a lo lejos. "¿Podemos ir?" me preguntó el mayor con ojitos brillantes, "Cla..." y ni tiempo tuve de acabar la frase con ...ro que sí, porque ya estaban allí muertos de la risa señalando un pez enorme, un pulpo, o los langostinos. No sé que le veían al puesto, pero ellos estaban encantados, así que aproveché para asaltar la frutería, que estaba justo al lado, sin perderles de vista.
Por fin logré terminar las compras, pero si pensaba que la excursión se había acabado estaba muy equivocada. Todavía se pararon a jugar en la fuente y en las pantallas táctiles de información un buen rato.
Mucho tiempo después llegamos a casa de una salida que iba a ser "cuestión de una horita o así", según mis últimas palabras cuando me despedí de mi marido antes de cerrar la puerta a mis espaldas. Nunca se sabe...
jueves, 21 de enero de 2016
Super Zero
Cuando Iván y sus compañeros salieron de clase ese día parecían pollitos emocionados. Y no lo digo porque salieron en tropel dando saltitos, que también, sino por las llamativas camisetas amarillas siete tallas más que la suya que lucían tan contentos.
"¿Y esa camisetaaa?" le pregunté cuando se tiró a mis brazos.
"Ha venido a vernos super zeroooooo", exclamó feliz, "Nos ha regalado la camiseta y un comiiiiiic", gritó agitando el tebeo con una mano. "¡¡Nos ha contado cómo se usan los ascensores y las escaleras mecánicas y los pasillos que se mueven!!"
Por el camino hacia la piscina, que ese día tocaba, no paró de contarme tooodo lo que les digo yo siempre y no me hacen caso. Pero, claro, como se lo había dicho super Zero... ¡Que morro tiene! Que no se juega en las escaleras, que no se corre, que no se salta en los ascensores, que no se tocan los botones compulsivamente... A ver si es verdad que empieza a comportarse y me ahorro algunos gritos en la siguiente ocasión en la que nos encontremos un ascensor o una escalera mecánica.
En esas estábamos cuando se fue directo al suelo tras pisar mal en un bordillo Pensé que se levantaría como si nada, pero se levantó quejándose a voz en grito. Tanto que le remangué el pantalón para ver que se había hecho. En cuanto vió la sangre se puso nerviosito y a gritar "Agua oxigenada, nooooooo". En realidad era un rasponcillo sin importancia y así se lo hice ver, pero nada. Él seguía berreando que no quería agua oxigenada. Como veía que no llegábamos le prometí que no le pondría la dichosa agua oxigenada en la heridita y se calmó lo suficiente como para seguir andando, digo cojeando porque el chiquillo estaba haciendo un teatro...
"Total", le solté casi en la puerta del polideportivo, "Seguro que el cloro de la piscina algo te la desinfectará. Craso error. En ese momento, el chiquillo no dijo ni mu. Pero se quedó bastante callado. Supongo que rumiando mi contestación.
En el vestuario se portó muy bien y estuvo de lo más sonriente... Hasta que se dio cuenta de que ya tenía puesto el bañador y mami tenía toda la intención de lavarle la herida con el agua del grifo. Entonces se me puso bastante histérico. Le limpié un poquito con un clinex mojado, pero la cosa iba a peor, así que decidí cambiar de táctica y le tranquilicé con uno de sus amados vídeos de zombies contra plantas en el móvil.
Cuando llegó la hora de entrar, volvió a ponerse a berrear como un becerro que no quería ir a la piscina. Le abracé armándome de paciencia y le propuse una cosa: "Mira. Ahí está tu profe. ¿Por qué no le preguntas si te puedes meter en la piscina con la heridita?". Se calmó en el acto. "Bueeeno", me contestó con un hilito de voz. Le sequé las lágrimas y le vi reunirse con el grupo y enseñarle la rodilla a su profesora. No sé que le diría, pero el chiquillo parecía haberse tranquilizado por completo, así que me retiré de la puerta segura de que ya no me llamaría.
Cuando salió volvía a lucir su sonrisa profident y aseguraba encantado que ese día se lo había pasado bomba en la piscina. Al final te alegras por él, pero te entran unas ganas de estrangularlo..
Por cierto, al día siguiente fuimos por una escalera mecánica y... ¡Ya se le habían olvidado todos los consejos de super zero! Ainsss
"¿Y esa camisetaaa?" le pregunté cuando se tiró a mis brazos.
"Ha venido a vernos super zeroooooo", exclamó feliz, "Nos ha regalado la camiseta y un comiiiiiic", gritó agitando el tebeo con una mano. "¡¡Nos ha contado cómo se usan los ascensores y las escaleras mecánicas y los pasillos que se mueven!!"
Por el camino hacia la piscina, que ese día tocaba, no paró de contarme tooodo lo que les digo yo siempre y no me hacen caso. Pero, claro, como se lo había dicho super Zero... ¡Que morro tiene! Que no se juega en las escaleras, que no se corre, que no se salta en los ascensores, que no se tocan los botones compulsivamente... A ver si es verdad que empieza a comportarse y me ahorro algunos gritos en la siguiente ocasión en la que nos encontremos un ascensor o una escalera mecánica.
En esas estábamos cuando se fue directo al suelo tras pisar mal en un bordillo Pensé que se levantaría como si nada, pero se levantó quejándose a voz en grito. Tanto que le remangué el pantalón para ver que se había hecho. En cuanto vió la sangre se puso nerviosito y a gritar "Agua oxigenada, nooooooo". En realidad era un rasponcillo sin importancia y así se lo hice ver, pero nada. Él seguía berreando que no quería agua oxigenada. Como veía que no llegábamos le prometí que no le pondría la dichosa agua oxigenada en la heridita y se calmó lo suficiente como para seguir andando, digo cojeando porque el chiquillo estaba haciendo un teatro...
"Total", le solté casi en la puerta del polideportivo, "Seguro que el cloro de la piscina algo te la desinfectará. Craso error. En ese momento, el chiquillo no dijo ni mu. Pero se quedó bastante callado. Supongo que rumiando mi contestación.
En el vestuario se portó muy bien y estuvo de lo más sonriente... Hasta que se dio cuenta de que ya tenía puesto el bañador y mami tenía toda la intención de lavarle la herida con el agua del grifo. Entonces se me puso bastante histérico. Le limpié un poquito con un clinex mojado, pero la cosa iba a peor, así que decidí cambiar de táctica y le tranquilicé con uno de sus amados vídeos de zombies contra plantas en el móvil.
Cuando llegó la hora de entrar, volvió a ponerse a berrear como un becerro que no quería ir a la piscina. Le abracé armándome de paciencia y le propuse una cosa: "Mira. Ahí está tu profe. ¿Por qué no le preguntas si te puedes meter en la piscina con la heridita?". Se calmó en el acto. "Bueeeno", me contestó con un hilito de voz. Le sequé las lágrimas y le vi reunirse con el grupo y enseñarle la rodilla a su profesora. No sé que le diría, pero el chiquillo parecía haberse tranquilizado por completo, así que me retiré de la puerta segura de que ya no me llamaría.
Cuando salió volvía a lucir su sonrisa profident y aseguraba encantado que ese día se lo había pasado bomba en la piscina. Al final te alegras por él, pero te entran unas ganas de estrangularlo..
Por cierto, al día siguiente fuimos por una escalera mecánica y... ¡Ya se le habían olvidado todos los consejos de super zero! Ainsss
miércoles, 20 de enero de 2016
Días de perros
Una tarde, Daniel salió emocionada del colegio: "Mami, hoy ha sido el mejor día de clase. Ha venido Violeta Monreal, nos ha dibujado con la imaginación y nos ha firmado Días de perros.
Días de perros es el libro que se leyeron en clase el trimestre anterior y del que Daniel me contaba muchas cosas. Raro en él que nunca me quiere contar nada del cole. Le gustó muchísimo. Y ahora para rematar, la autora iba a verlos. Y por lo que contaba debe ser muy maja.
Según lo que me contó les hizo un dibujo con diferentes materiales aceptando las sugerencias del público infantil y luego les regaló la ilustración para la clase. Me lo contó muy ilusionado y con todo tipo de detalles mientras me enseñaba la firma en su ejemplar, que, por fin traía a casa. Confieso que me moría de curiosidad por echarle un vistazo. Se compró por cooperativa y hasta ese momento no lo había tenido en mis manos.
Me lo leí en nada y a mí también me encantó. Me enamoré de Sevino, igual que Daniel, y de todos los demás perritos, con sus diferentes personalidades y nombres simpáticos. Es un relato muy tierno que viene acompañado por preciosas imágenes de la autora, que además de escritora también es ilustradora y artista.
Lo tenemos entre los preferidos del mayor, que asegura que todos los libros que llegan a casa hay que compartirlo. Todos menos Días de Perros que es suyo porque se lo ha firmado violeta a él. ¡Anda que no es listo!
Días de perros es el libro que se leyeron en clase el trimestre anterior y del que Daniel me contaba muchas cosas. Raro en él que nunca me quiere contar nada del cole. Le gustó muchísimo. Y ahora para rematar, la autora iba a verlos. Y por lo que contaba debe ser muy maja.
Según lo que me contó les hizo un dibujo con diferentes materiales aceptando las sugerencias del público infantil y luego les regaló la ilustración para la clase. Me lo contó muy ilusionado y con todo tipo de detalles mientras me enseñaba la firma en su ejemplar, que, por fin traía a casa. Confieso que me moría de curiosidad por echarle un vistazo. Se compró por cooperativa y hasta ese momento no lo había tenido en mis manos.
Me lo leí en nada y a mí también me encantó. Me enamoré de Sevino, igual que Daniel, y de todos los demás perritos, con sus diferentes personalidades y nombres simpáticos. Es un relato muy tierno que viene acompañado por preciosas imágenes de la autora, que además de escritora también es ilustradora y artista.
Lo tenemos entre los preferidos del mayor, que asegura que todos los libros que llegan a casa hay que compartirlo. Todos menos Días de Perros que es suyo porque se lo ha firmado violeta a él. ¡Anda que no es listo!
martes, 19 de enero de 2016
La bipolaridad de Daniel con Natación
Alucino con los cambios tan radicales que tiene Daniel con su predisposición hacia las clases de Natación.
Pero será mejor que empiece por el principio. Cuando cogieron a Iván para dar clases de Natación en un polideportivo cercanos los dos dieron saltos de alegría, el pequeño porque le daba mucha envidia su hermano el año pasado y el mayor porque a él no le habían cogido. Ya sabemos que nunca le hizo mucho tilín ir a sus clases.
El caso es que la carita de ilusión de Iván cada vez que tocaba piscina debió remover algo en la consciencia del mayor, porque empezó a preguntar si le iban a coger a él algún día. Viendo su interés, decidí presionar un poco para ver como iba la lista de espera. Cual no fue mi sorpresa cuando me comunicaron que para la edad de Daniel había que hacer una prueba de nivel ese mismo día y, una vez pasadas las Navidades volver con el papelito para pedir plaza. Evidentemente no había traído bañador para mi hijo mayor porque no me lo esperaba, pero el profesor, que era encantador y me vio la cara de angustia, decidió creer en mi palabra y firmar un papel en el que decía que debía empezar en el nivel básico. A todo esto, mi chico me seguía berreando que él no quería ir y que no quería ir. Casi tiro la toalla, pero pocos días después me preguntó con ojillos luminosos si ya tenía plaza. Así que nada más llegar a Madrid me presenté en el polideportivo con el papelito del nivel a ver que me decían. Y lograron volver a sorprenderme. Ni sorteo, ni listas de esperas, ni nada. Me dijeron los horarios que quedaban con plazas libres, elegí uno, me lo matricularon y ya está. Mi niño mayor empezaba al día siguiente.
Pensé que daría saltos de emoción cuando se lo dijera, pero lo que hizo fue rasgarse las vestiduras y pedirme cuentas por haberle apuntado. Le confesé que me tenía totalmente desconcertada con su comportamiento dual y extremo y que ya no sabía que hacer. "Mira Daniel. Ya me estoy cansando. Si no quieres ir anulo la matrícula y listo", dictaminé. A lo que el chiquillo me contestó que probaría el primer día.
No me puso muchos problemas para ir, entró tan feliz y salió encantado. A los dos días me preguntó cuando volvía a tener natación porque le apetecía mucho. "Pues hoy mismo" le contesté encantada. No le iba a llevar para no agobiarle, pero en vista del entusiasmo... ¡Pues bien! Cuando le dije que se preparara para irnos torció el gesto y me soltó: "¿Piscinaaaa? ¡Que asco!". Con todo el equipo preparado y mis encajes de bolillos hechos para poder llevarle no le di muchas opciones y diez minutos después estábamos en el vestuario un chico de lo más sonriente y yo. "Que bien mami. Me lo paso genial en Natación"
¿Alguien lo entiende?
Pero será mejor que empiece por el principio. Cuando cogieron a Iván para dar clases de Natación en un polideportivo cercanos los dos dieron saltos de alegría, el pequeño porque le daba mucha envidia su hermano el año pasado y el mayor porque a él no le habían cogido. Ya sabemos que nunca le hizo mucho tilín ir a sus clases.
El caso es que la carita de ilusión de Iván cada vez que tocaba piscina debió remover algo en la consciencia del mayor, porque empezó a preguntar si le iban a coger a él algún día. Viendo su interés, decidí presionar un poco para ver como iba la lista de espera. Cual no fue mi sorpresa cuando me comunicaron que para la edad de Daniel había que hacer una prueba de nivel ese mismo día y, una vez pasadas las Navidades volver con el papelito para pedir plaza. Evidentemente no había traído bañador para mi hijo mayor porque no me lo esperaba, pero el profesor, que era encantador y me vio la cara de angustia, decidió creer en mi palabra y firmar un papel en el que decía que debía empezar en el nivel básico. A todo esto, mi chico me seguía berreando que él no quería ir y que no quería ir. Casi tiro la toalla, pero pocos días después me preguntó con ojillos luminosos si ya tenía plaza. Así que nada más llegar a Madrid me presenté en el polideportivo con el papelito del nivel a ver que me decían. Y lograron volver a sorprenderme. Ni sorteo, ni listas de esperas, ni nada. Me dijeron los horarios que quedaban con plazas libres, elegí uno, me lo matricularon y ya está. Mi niño mayor empezaba al día siguiente.
Pensé que daría saltos de emoción cuando se lo dijera, pero lo que hizo fue rasgarse las vestiduras y pedirme cuentas por haberle apuntado. Le confesé que me tenía totalmente desconcertada con su comportamiento dual y extremo y que ya no sabía que hacer. "Mira Daniel. Ya me estoy cansando. Si no quieres ir anulo la matrícula y listo", dictaminé. A lo que el chiquillo me contestó que probaría el primer día.
No me puso muchos problemas para ir, entró tan feliz y salió encantado. A los dos días me preguntó cuando volvía a tener natación porque le apetecía mucho. "Pues hoy mismo" le contesté encantada. No le iba a llevar para no agobiarle, pero en vista del entusiasmo... ¡Pues bien! Cuando le dije que se preparara para irnos torció el gesto y me soltó: "¿Piscinaaaa? ¡Que asco!". Con todo el equipo preparado y mis encajes de bolillos hechos para poder llevarle no le di muchas opciones y diez minutos después estábamos en el vestuario un chico de lo más sonriente y yo. "Que bien mami. Me lo paso genial en Natación"
¿Alguien lo entiende?
lunes, 18 de enero de 2016
Moldes de monstruos y sellos de animales
Antes de irnos a Las Palmas de G.C. nos dio tiempo a estrenar los flamantes moldes de monstruos y los sellos de repostería con formas de animales que le había traído Papa Noel a Daniel. Lo que no me dio tiempo es de contarlo en el blog, así que a ello voy.
Yo iba bastante escasa de tiempo, pero los niños se morían por probarlos, así que hice hueco como pude y lo preparé todo para hacer la masa de las galletas de mantequilla. Los peques estaban entusiasmados mezclando ingredientes y comiéndose la masa cuando no miraba. tardamos muy poco en tenerla lista y envuelta en su papel transparente. Teníamos que esperar una hora con la masa en la nevera para que cogiera la consistencia justa, pero se nos complicó la cosa y permaneció allí dos días.
La consecuencia fue que la masa se endureció como una piedra al enfriarse la mantequilla. Sin perder el ánimo la metí en el microondas para ver si podía recuperarla. Parecía que sí, así que llamé a mis churumbeles para que se pusieran sus delantales, pero ¡oh! Sorpresa, estaban demasiado ocupados en sus juegos y declinaron mi invitación.
Como era ahora o nunca decidí ponerme manos a la obra más sola que la una. Empecé bien con los moldes de monstruos, pero a la tercera galleta la cosa se torció y los mosntruitos no salían de los moldes como debieran sino a cachitos y aún más monstruososde los que deberían. no sé si se debía a el abandono de la pobre masa en la nevera y posterior exposición a las microondas o que yo soy bastante paquete en la cocina, pero el caso es que no me hacía con ellas. Las reconstruí como pude y las dejé lo más aparentes posibles. pronto me cansé de los moldes y mis churros y pasé a los sellos. Hacía galletas redonditas y ¡ploch! sellito de elefante o león. Eso era muuucho más fácil. Dónde va a parar. Con harina hasta las cejas y la cocina hecha un auténtico desastre metí el proyecto de galletas en el horno y me dediqué a limpiar y recoger el desaguisado.
Hacerlas no quisieron, pero comérselas bien que se las comieron los pequeños granujas. De una sentada acabamos con todas, porque estaría chuchurrías de forma, pero buenísimas de sabor, que es lo que importa.
Yo iba bastante escasa de tiempo, pero los niños se morían por probarlos, así que hice hueco como pude y lo preparé todo para hacer la masa de las galletas de mantequilla. Los peques estaban entusiasmados mezclando ingredientes y comiéndose la masa cuando no miraba. tardamos muy poco en tenerla lista y envuelta en su papel transparente. Teníamos que esperar una hora con la masa en la nevera para que cogiera la consistencia justa, pero se nos complicó la cosa y permaneció allí dos días.
La consecuencia fue que la masa se endureció como una piedra al enfriarse la mantequilla. Sin perder el ánimo la metí en el microondas para ver si podía recuperarla. Parecía que sí, así que llamé a mis churumbeles para que se pusieran sus delantales, pero ¡oh! Sorpresa, estaban demasiado ocupados en sus juegos y declinaron mi invitación.
Como era ahora o nunca decidí ponerme manos a la obra más sola que la una. Empecé bien con los moldes de monstruos, pero a la tercera galleta la cosa se torció y los mosntruitos no salían de los moldes como debieran sino a cachitos y aún más monstruososde los que deberían. no sé si se debía a el abandono de la pobre masa en la nevera y posterior exposición a las microondas o que yo soy bastante paquete en la cocina, pero el caso es que no me hacía con ellas. Las reconstruí como pude y las dejé lo más aparentes posibles. pronto me cansé de los moldes y mis churros y pasé a los sellos. Hacía galletas redonditas y ¡ploch! sellito de elefante o león. Eso era muuucho más fácil. Dónde va a parar. Con harina hasta las cejas y la cocina hecha un auténtico desastre metí el proyecto de galletas en el horno y me dediqué a limpiar y recoger el desaguisado.
Hacerlas no quisieron, pero comérselas bien que se las comieron los pequeños granujas. De una sentada acabamos con todas, porque estaría chuchurrías de forma, pero buenísimas de sabor, que es lo que importa.
domingo, 17 de enero de 2016
Volver al frío cuesta
Después de tantas aventuras navideñas, sólo nos quedaba hacer las maletas y volver a los fríos madriles. Muy pocas ganas teníamos de montarnos en el avión. Incluso Daniel sugirió que nos quedásemos a vivir en Gran Canaria, pero nosotros teníamos que volver al trabajo y ellos al cole, así que nos despedimos de la familia, de la playa, del sol, de las camisetas de manga corta... Y rumbo a la capital de España.
El vuelo se nos hizo bastante corto, pero entre que las maletas tardaron muchísimo en salir y que había que ir al parking de larga estancia en autobús llegamos a casa a las doce de la noche.
Por cierto, nos pasó una cosa curiosa mientras esperábamos las maletas. Daniel se puso a jugar con un niño, más o menos de su edad, y nosotros nos despreocupamos porque nos parecía algo normal. De vez en cuando le decía que no tocara la cinta o que no se subiera a algún sitio... Lo típico. De repente, oímos que la madre del chiquillo, compañero de juegos, le suelta a nuestro hijo mayor: "Eso se lo cuentas a quien lo quiera oir, pero a mí no". Desconcertados le preguntamos al peque qué le había dicho. "Nada, no sé..." nos contestaba todo el tiempo. "¿Pero le has dicho algo desagradable¿ ¿Has dicho una palabrota...?" y a todo negaba con la cabeza. Puede que mintiera, pero no sé qué le pudo decir un niño de seis años a esa señora para que diera tan abrupta contestación. Ahí no quedó todo, porque cuando Daniel se acercó a su hijo para seguir jugando, la señora agarró del brazo a su vastago y se colocó lo más lejos que pudo de nosotros. Al pasar a mi lado le dedicó una sonrisa forzada a mi cara de estupefacción y me soltó un escueto: "Es que se han juntado dos iguales..." Dos iguales ¿Qué? ¿Dos niños? ¿Pero qué le diría Daniel para causar tal reacción? Me temo que nunca lo sabré, pero ya me gustaría. Alucino.
En fin, que me voy por las ramas... El caso es que ya estábamos en nuestra casita. Calentita gracias a nuestra portera y amiga que es un amor y nos encendió la calefacción el día anterior. Y pensaréis que nos meteríamos de cabeza en la camita... ¡Pues no! ¡Pues no! Ya me hubiera gustado, pero es que en casa nos esperaban... ¡más Reyes! Buuuuf. Los papis ojerosos y agotados y los niños hiperactivos y emocionados: "Ábremelo mami, móntamelo papi".
Y así estuvimos hasta la una y media: jugando, montando, abriendo cajas, cortando alambres. Hasta que nos pusimos serios y los mandamos a la cama sin muchos miramientos.
Por fin en la camita, por fin a cerrar los oijtos... Y justo en ese momento el gato empezó a maullar... ¡Y no paró hasta las nueve de la mañana del día siguiente! ¡Vaya noche! Al día siguiente yo quería matarlo y mis hijos lo defendían a capa y espada: "No lo mates mamiiiiii, que es muy monooooo, que es muy buenooooo".
Menos mal, que el paquete de Bubble Gum que gané en el sorteó que organizó La Fábrica de los Peques nos endulzó la mañana y nos quitó el mal humor. Vaya dos tesoros el bote de sweeterapia y la tarta de corazón. Y estos que se lo querían comer todo. Tuvieron que esperar a la noche para degustar las deliciosas gominolas como postre de la cena. ¡Están buenísimas!
El vuelo se nos hizo bastante corto, pero entre que las maletas tardaron muchísimo en salir y que había que ir al parking de larga estancia en autobús llegamos a casa a las doce de la noche.
Por cierto, nos pasó una cosa curiosa mientras esperábamos las maletas. Daniel se puso a jugar con un niño, más o menos de su edad, y nosotros nos despreocupamos porque nos parecía algo normal. De vez en cuando le decía que no tocara la cinta o que no se subiera a algún sitio... Lo típico. De repente, oímos que la madre del chiquillo, compañero de juegos, le suelta a nuestro hijo mayor: "Eso se lo cuentas a quien lo quiera oir, pero a mí no". Desconcertados le preguntamos al peque qué le había dicho. "Nada, no sé..." nos contestaba todo el tiempo. "¿Pero le has dicho algo desagradable¿ ¿Has dicho una palabrota...?" y a todo negaba con la cabeza. Puede que mintiera, pero no sé qué le pudo decir un niño de seis años a esa señora para que diera tan abrupta contestación. Ahí no quedó todo, porque cuando Daniel se acercó a su hijo para seguir jugando, la señora agarró del brazo a su vastago y se colocó lo más lejos que pudo de nosotros. Al pasar a mi lado le dedicó una sonrisa forzada a mi cara de estupefacción y me soltó un escueto: "Es que se han juntado dos iguales..." Dos iguales ¿Qué? ¿Dos niños? ¿Pero qué le diría Daniel para causar tal reacción? Me temo que nunca lo sabré, pero ya me gustaría. Alucino.
En fin, que me voy por las ramas... El caso es que ya estábamos en nuestra casita. Calentita gracias a nuestra portera y amiga que es un amor y nos encendió la calefacción el día anterior. Y pensaréis que nos meteríamos de cabeza en la camita... ¡Pues no! ¡Pues no! Ya me hubiera gustado, pero es que en casa nos esperaban... ¡más Reyes! Buuuuf. Los papis ojerosos y agotados y los niños hiperactivos y emocionados: "Ábremelo mami, móntamelo papi".
Y así estuvimos hasta la una y media: jugando, montando, abriendo cajas, cortando alambres. Hasta que nos pusimos serios y los mandamos a la cama sin muchos miramientos.
Por fin en la camita, por fin a cerrar los oijtos... Y justo en ese momento el gato empezó a maullar... ¡Y no paró hasta las nueve de la mañana del día siguiente! ¡Vaya noche! Al día siguiente yo quería matarlo y mis hijos lo defendían a capa y espada: "No lo mates mamiiiiii, que es muy monooooo, que es muy buenooooo".
Menos mal, que el paquete de Bubble Gum que gané en el sorteó que organizó La Fábrica de los Peques nos endulzó la mañana y nos quitó el mal humor. Vaya dos tesoros el bote de sweeterapia y la tarta de corazón. Y estos que se lo querían comer todo. Tuvieron que esperar a la noche para degustar las deliciosas gominolas como postre de la cena. ¡Están buenísimas!