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sábado, 9 de enero de 2016

Vegueta, Santa Ana y Pérez Galdós

No podía faltarnos un paseo por el barrio antiguo de Las Palmas de Gran Canaria, Vegueta. Allí que nos fuimos una mañana con la clara idea de visitar una vez más a los perros de la Plaza de Santa Ana, pero se nos cruzó por el camino el Museo de Benito Pérez Galdós y decidimos descubrir tan ilustre figura a nuestros peques.

A Iván no le hizo mucho tilín la casa museo del escritor, pero Daniel disfrutó cada segundo. Preguntaba todas las dudas que le surgían, se interesaba por todo, respondía a las cuestiones que le planteaba nuestra guía... Nos dejó asombrados con tanta curiosidad que sentía por cada objeto en el que reparaba su vista.

Gracias a él vimos una sacapuntas del siglo XIX, reparamos en un bastón con cabeza de perrito, en los murciélagos que coronaban uno de los muebles diseñados por Benito Pérez Galdós, alucinamos con todos los detalles de la cocina antigua... Fue una visita muy aprovechada.

El más pequeño se paraba de vez en cuando en alguna cosilla que le llamaba la atención, pero él lo que quería era salir a la calle para seguir corriendo y jugando. Lo que más le gustó fueron los patios típicos canarios con pozo incluido. Por cierto, para colar el agua del pozo y quitarle las impurezas usaban una piedra porosa.

Y lo que más les llamó la atención fue el aparatoso timbre de la puerta que sonaba cada vez que alguien entraba y tenía un peso para que se cerrara mecánicamente. Algo muy curioso. La guía dejó que los dos chiquillos abrieran y cerraran la puerta para hacerlo sonar. Lo de participar les encanta.

A mí me encantó la estatua erosionada de la que el autor comentaba que sólo el mar y el viento podían imbuirle la tristeza que él no podía darle. Me pareció muy poético.

Antes de irnos, Daniel se empeñó en dejar su huella en el libro de visitas con un dibujo y la frase "Me ha gustado mucho". Cada día que pasa escribe mejor este chiquillo.

Nos despedimos efusivamente de nuestra guía y nos fuimos directos a ver a los perros de metal. A los niños les faltó tiempo para montar en sus lomos. Después de jugar un trato con las estatuas, saqué las galletas que había traído y les dieron de comer a las palomas, que se mostraron muy felices de garrapiñar todo lo que pudieran.

De camino a casa nos encontramos un jardín vertical muy curioso. Lo formaban la frase Vive Vegueta. Nos encantó. Para volver decidimos pasar por Triana, la calle comercial más antigua y famosa. Olía a Navidad y estaba llena de gente y jolgorio canarión.

No se nos olvidó comprar un roscón relleno de nata y chocolate porque esa noche era la más mágica y no podíamos irnos a la cama sin el típico postre en el estómago. No sería lo mismo.





7 comentarios:

  1. Me encanta conocer casas de escritores. Aún recuerdo cuando estuve en la casa de Neruda y pelos como escarpias, oye. Sigo muriendo de envidia, que lo sepas.

    Besotes!!!

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    1. Tú también me das envidiaaaa con tus viajes al otro lado del charco ;) jajaja

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  2. q super plan!!!!!!!!!!! ¡disfrutando a tope os veo ¡me alegro!

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    1. La verdad es que siempre que vamos solemos hacer casi lo mismo jajaja
      Es que nos encanta

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  3. Que chulada, reconozco que a mi esas cosas me encantan, yo visite la de Rosalia de Castro y me pareció asombrosa, pensar que allí vivió, escribió, me gusta fantasear jaja.

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    1. A mí también me encantan. Hace ilusión compartir gustos con tus hijos. Al menos con uno de ellos jajaja

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  4. Que chulada, reconozco que a mi esas cosas me encantan, yo visite la de Rosalia de Castro y me pareció asombrosa, pensar que allí vivió, escribió, me gusta fantasear jaja.

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