Fin de semana nevado en Covarrubias

Hay dos niños que han sido muy felices este fin de semana. El viernes tuvimos el juego de los magos y el sábado pusimos rumbo a Covarrubias porque había previsiones de nieve y para matarnos con la multitud en Cotos, preferimos recorrer más kilómetros y disfrutar tranquilamente en el pueblo de Raúl.

Como salimos temprano y no era un finde como para salir de casa no encontramos nada de tráfico y enseguida no plantamos en la casa. Nieve, lo que se dice, nieve no había mucha, pero la suficiente para hacer batallas de bolas y un muñeco de nieve.

Los peques se lo pasaron fenomenal jugando con la nieve. Sólo fuimos una noche pero dio para mucho. Además de la nieve disfrutamos de ratos de calma frente a la chimenea mientras los chiquillos jugaban con los juguetes que tenemos allí que hacía mucho que no veían.

También hubo largos paseos por el pueblo. El río era un campo de minas con tanto charco y barro, pero puedo asegurar que fue dónde mejor lo pasaron. Se pusieron finos y hubo que volver corriendo a casa para cambiarles la empapada ropa, pero ¡vaya sonrisas lucían! Espero que no se pongan malos, pero a ellos les valió la pena. Saltaron en los charlos, se subieron a los muros, se metieron en el río, tiraron piedras y palos... Un despiporre...

También hubo espacio para el arte y la música. Daniel hizo unas creaciones chulísimas con los palos y piñas que teníamos para alimentar el fuego de la chimenea. Arte en estado puro.

En cuanto a la música, intentamos asistir a un espectáculo de ópera que se celebró en la colegiata, pero Iván nos lo puso tan difícil que desistimos. no podía estar parado en la silla y no le interesaba nada la preciosa música del coro de Covarrubias, así que me lo llevé a ver la colegiata que es digna de visitar. Estuvimos un rato admirando frescos, retablos y relieves, mientras yo intentaba disfrutar un poco de la música, pero justo cuando empezaba la ópera se cansó también el arte sacro y ya no hubo manera de convencerle para que se quedara lo más en silencio posible. Así que nos fuimos con mucha pena.

Raúl fue todo el camino pensando que a los niños hay que acostumbrarles a que cuando tiene que estar quietos y en silencio tienen que estar quietos y en silencio y yo en mis trece de que a los espectáculos que no son apropiados para las edades de los niños no hay que llevarlos por muy bonitos e impresionantes que nos parezcan.

Fue un fin de semana muy completo porque también cayó una incomprensible perreta de Iván. Todavía no sabemos que pasó. Yo creo que no lo sabe ni él. A lo mejor estalló porque ya era domingo y últimamente no quiere ver el cole ni en pintura. Pero se le pasó en cuanto llegamos al río y vio que salía más a cuenta saltar en los charcos que ponernos morros.

Cuando llegó la hora de irnos los dos peques estaban desolados. No me extraña. Se lo han pasado mejor que en un parque de atracciones. Tanto que ni han echado de menos su adorada tablet.