La Ermita de San Olav, el único y muy peculiar santo de Noruega

No sé si sabéis que Covarrubias está hermanada con Noruega porque en su colegiata alberga los restos de la desdichada princesa Kristina, que, por alianazas de poder, acabó casada con el hermano de Alfonso X, el sabio y fue obligada a cambiar su fresquito nórdico por los cuarenta grados a la sombra de Sevilla. Antes de morir (asada, suponemos), le hizo prometer a su marido que le construiría una ermita al único santo de Noruega, un rey vikingo que se dedicaba a saquear y quemar aldeas, y otras tareas propias de su oficio, alegremente hasta que fue expulsado del país por su amplia lista de fechorías. Cuenta la leyenda que soñó que si volvía a su tierra volverían a coronarle rey y lo que hicieron fue acabar con su vida con un hacha, una espada y una lanza. Tres motivos que adornan, hoy en día, la peculiar ermita que se levantó en su nombre hará unos cinco o seis años.

Y ¿por qué nombraron santo a este hombre de dudosa moral? Porque los cristianos necesitaban un santo para extender la religión por tierras nórdicas y este señor tuvo la buena fortuna de morirse a la vez que acontecía un eclipse. ¡Milagro, milagro! Ya tenemos un santo que además fue rey y vikingo. Con pedigrí y famoso. Por lo visto no necesitaron más porque resulta que es el único del santoral noruego, así que si alguien de allí quiere tener santo no le queda más cáscaras que llamarse Olav. No como aquí que tenemos más santos que días en el calendario.

El maridín de la pobre princesita prometió el oro y el moro, pero la cosa se quedó en standby hasta que, ya metidos en el siglo XXI, una asociación sin ánimo de lucro, la Hermandad de San Olav, se puso manos a la obra y... Habemus centro de religión ecuménica de lo más original y reseñable. A mí, personalmente, me encanta el resultado. Se lo han currado. Y a mis churumbeles les fascina. No les va a molar si el edificio está inspirado en una armadura por fuera y en un barco vikingo al revés en el interior. Sólo por eso ya atrae la atención de cualquier niño de las edades de los míos. Encima tiene los símbolos de las armas que acabaron con la vida del santo en la fachada y en el interior. Ese detalle les maravilla.

Otra gracia de la ermita es que no es católica, porque, claro, los noruegos son protestantes y el santo es suyo. Pero tampoco podían hacerla sólo protestante porque España es católic... estooo... laica tirando para la Biblia... Y no era cuestión de meter un santuario protestante en un pueblo burgalés, así que decidieron hacer un centro de culto abierto a todas las religiones y asunto arreglado. Por lo visto, allí se han celebrado todo tipo de ritos religiosos. Aunque no me quedó claro si el término "Ecuménico" se refiere sólo a las cristianas (que ya son un porrón) o a todas. Y no sólo se limitan a ritos. También acogen festivales y eventos chulísimos. Alguna vez he leído carteles por el pueblo sobre conciertos y obras de teatro organizadas en la ermita, pero no las he visto muy adecuadas a la edad de los churumbeles y no hemos podido asistir. Con gran pena, porque tiene que molar mucho.

Mientras, nosotros oíamos la amena charla del guía sobre las curiosidades de la ermita, Daniel e Iván ya se imaginaban en Rohan preparándose para la batalla contra los orcos. Daniel incluso me pidió que lo alzara hasta la escalerilla de la original torre exenta de la ermita para avistar al ejército enemigo, pero no se salió con la suya por varios motivos. El primero de todos un cartel enorme que ponía: "Prohibido subir a la torre".

Y en esta ermita terminaron las emociones fuertes para mí ese sábado de maratón turístico porque alegué que no podía con mi alma y me quedé tranquilamente en casa mientras la comitiva daba punto final a un día más que intenso con un paseo por Covarrubias. No sé de donde sacan las fuerzas estos chiquillos, pero ya eran más de las nueve cuando volvieron de sus correrías. Esa noche cayeron como troncos en sus camitas.