El agua mágica

Un día que vi a los niños demasiado abducidos por la tele, se me ocurrió llamar su atención con un truco "de magia".

"Chicos, ¿Queréis ver algo mágico?", capté la atención de ambos inmediatamente. No como cuando les pido que recojan sus juguetes, se vistan o se laven los dientes que lo tengo que repetir veinte veces y aun así juran y perjuran que no me han oído.

"Mami, la magia no existe", me contestó muy seguro el mayor.
"¡¡¡¿Comooooo?!!! ¿Que no existeeeeee? ¡Claro que sí!" le contesté yo muy digna, "Y os lo voy a demostrar. Tengo una agua mágica con un poder increíble". Ambos abrieron los ojos como platos.

"Sabéis que el agua apaga el fuego... ¡Pues esta agua puede arder!" Toma, toma. Alucinados los tenía.

Los conduje al baño, creé un perímetro seguro y les dije que tenían que ponerse lejos para evitar accidentes.

"¿Estáis listos para presenciar algo únicooooo?" les pregunté enardecida.

"Síiiiiii", chillaron impacientes.

Derramé un poquito de alcohol en una baldosa, encendí una cerilla y... ¡uala! el agua mágica (ejem, ejem) comenzó a arder de una forma espectacular.

"Ualaaaaa!, chilló el pequeños.
"Eso es alcohol", aseguró el mayor desinflando la emoción del momento.

Ainsss que mayores se hacen. Lo bueno es que lo vivió tan emocionado como el mayor, aunque supiera de magia nada monada.

Hasta les dejé hacer el truco con muuuucho cuidado. Pusieron un poco de alcohol en las baldosas y dejaban caer la cerilla con mi ayuda de seguridad.

"Oooooh", exclamaban. Vale. No sería agua mágica. Pero efecto de caritas flipadas fue el mismo. Aunque vaya pena que el mayor ya no crea en la magia...