Jornadas familiares en Zacatrus

El sábado por la mañana nos dimos una salto hasta Zacatrus para participar en las demostraciones de dos juegos que la autora había creado con el fin de potenciar la imaginación de los niños: Thinko, para niños de 8 a 99 años, y Pequeños exploradores, a partir de cuatro años.

En cuanto llegamos los peques entraron en tromba a la tienda. Les encantan estos saraos. Se sentaron en una mesa dispuestos a buscar todos los botones escondidos en la imagen de Pequeños exploradores, pero enseguida se aburrieron un poco del juego de atención. Una pena porque era todo un reto.

Daniel se sentó a probar Thinko, un juego que consiste en imaginar diferentes funciones para un objeto dentro de un ambiente determinado en el que no pega ni con cola. Iván por su parte se acercó a una mesa en la que descansaban una piezas del Katamino en versión gigante. Eran taaan bonitas y coloridas que era imposible resistir la tentación. Enseguida se puso a hacer construcciones maravillosas.

El de la tienda se acercó en cuanto se percató de nuestra actividad para explicarnos las reglas y la verdad es que mola mucho. Se trata de sacar puzles con mayor o menor superficie y colocando un número concreto de piezas con unas formas determinadas. Nos encantó.

Lo pasamos genial haciendo los retos que nos proponía el juego. Al final, los peques de Miren, que también vino con sus niños, se unieron e hicieron el puzle completo con un gran trabajo en equipo.

El de la tienda nos dijo que podíamos coger unos juegos que estaban al lado de la mesa del Katamino y abrimos uno que se llamaba Bloqs y que llamaba la atención por su colorido. Los peques estaban tan ansiosos por empezar a jugar que no nos dio tiempo a leer las reglas y nos tuvimos que inventar alguna sobre la marcha.

Se lo pasaron genial intentando hacer el cubo de colores más perfecto. Una pena que tuviéramos que irnos y ya no pudiésemos probar ninguno más. El padre tenía una cita con otro evento temático de Arkham Horror y pensábamos acompañarle hasta el sitio en el que se celebraba, Goblintrader. En cuanto los niños entraron ya no querían volver a salir. Lo habían ambientado muy bien y hasta tenían una cafetería en la planta de arriba que te vendía batidos Cthulhu y humano, el preferido de Cthulhu. Como no los chiquillos clamaban por beberse uno o los dos, pero ya se hacía tarde y me los quería llevar a comer a casa.

Se fueron entre protestas por no tener la suerte de su padre, pero con un premio de consolación porque se llevaban el sobre que le habían regalado a Raúl con una carta Lovecraftiana, que Daniel tuvo a bien leernos en voz alta en el vagón del tren para vergüenza mía (la gente me miraba un poco mal cuando llegaba a las partes más inquietantes) y un medallón maldito. Para colmo de males el pequeño no tuvo mejor idea que entonar el rap de las Legendarias. Con lo que el tren en peso flipaba con tanta destrucción en labios tan inocentes (Inocentes, ja).