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miércoles, 30 de enero de 2019

Training Wheels, gestión de las emociones, inteligencias múltiples y diversión ilimitada

He encontrado la extraescolar perfecta para Daniel. Es que parece pensada para él. En realidad, es tan completa que podría parecer que está hecha a medida de cada niño. Alucinante. La imparten en Training Wheels, un lugar dónde piensan que "Sin emoción no hay curiosidad, no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria" y en el que los niños pueden elegir entre seis zonas de aprendizaje diferenciadas y más de 150 actividades cada trimestre. Será mejor que empiece por el principio y os cuente cómo llegué a este mágico lugar.

Tengo un niño con problemas de autoridad y otro niño sin confianza en si mismo porque el primero lo anula con su personalidad arrolladora. Y, claro, esto lo llena de ira, aunque él aún no lo sabe porque sólo tiene siete años y todavía no interioriza correctamente conceptos tan abstractos.

Con esta situación entre manos, los papis hemos intentado apuntarles en extraescolares de su gusto, pero que a la vez les ayudaran en sus problemas de actitud y comportamiento. Algo extremadamente difícil.

A Daniel lo hemos tentado con artes marciales, talleres de creatividad, clases de dibujo, robótica o programación. Pero nada. Si conseguíamos que se apuntara, iba los primeros días encantado, pero al tercero ya se estaba quejando de que el profesor era un mandón o de que se aburría porque siempre hacían lo mismo.

Con el pequeño el problema es que ni siquiera quería dar una oportunidad a las extraescolares y yo soy de las que se niega a obligarles. Tienen que ir a gusto y disfrutar. De otra manera para mí es como torturarles. Otra cosa son los estudios y las clases de refuerzo. Si son necesarias, no hay más que hablar, por mucho que protesten.

El caso es que Iván sólo quería hacer actividades en familia y con mamá o papá bien cerquita, por si nos escapábamos. Hace muy poco, él sólo y sin que le dijéramos nada, se interesó por un arte marcial concreto y lo apuntamos muy contentos de que hubiera encontrado algo que le gustara.

Pero el mayor era harina de otro costal. También se apuntó con el hermano, pero a las dos semanas ya se había cansado. Le obligué a seguir asistiendo hasta las Navidades para que no se acostumbrara a abandonar ante el primer escollo, pero, tras las navidades, decidió que no quería seguir y así quedó la cosa. No me importó mucho que dejara esta actividad porque yo quería que Iván tuviera su espacio lejos de la influencia del hermano, pero veía que el mayor buscaba algo que le llenara y le frustraba mucho no dar con ello.

Pues bien. Un día que esperábamos a que el pequeño acabara sus clases descubrimos un lugar muy interesante. Al principio, Daniel entró con desconfianza al local, pero a los tres minutos ya se estaba enrollando como una persiana con la chica que lo llevaba y explicándole lo que le gustaba y lo que le dejaba de gustar. Porque en este sitio cada jornada es única y maravillosa. Eso le ha encantado a mi primogénito.

De repente te puedes encontrar con un reto de construcción, una gimkana deportiva, una manualidad en concreto, un escape room, doblaje de películas, stop motion, una aventura virtual, un experimento o un proyecto social, entre un sinfín de nuevas actividades que van desarrollando las monitoras, cada una experta en un área de las inteligencias emocionales.

Nada más llegar les ponen una pulsera a los peques que los geolocaliza y da información sobre el tiempo que invierten en cada rincón. Eso les sirve a los educadores para conocer sus preferencias y desarrollar actividades acordes a sus formas de ser, gustos y carácter.

Tras quitarse los zapatos y los abrigos visitan el emociómetro para indicar cómo se encuentran en ese momento y se juntan en una reunión para decidir en qué proyecto quieren participar ese día. Las monitoras les presentan cuatro, los peques eligen y se ponen manos a la obra. En esta ocasión, Daniel decidió hacer un informativo de lo que estaba sucediendo en la clase en ese momento junto con dos compañeros. Les quedó genial con los efectos especiales y las diferentes noticias. ¡Hasta publicidad metieron!

Iván, por su parte, se decidió por el teatro de sombras. Tuvo que inventarse una historia en la que el valor principal era la justicia, recortar los personajes que iba a utilizar e interpretarla en el escenario del teatro de sombras. En su historia, unos gamberros incendiaban un pueblo y acababan siendo atrapados por la policía.

Cuando terminan con sus proyectos tienen libertad para jugar y manipular todo lo que hay en las estancias. Eso sí, respetando los objetos y a sus compañeros. El respeto es lo primero. En eso estoy completamente de acuerdo. La primera vez que fui con ellos no paraba de reñirles porque cogían las cosas sin permiso o se ponían de pie en lugares extraños. Entonces las monitoras se reían y me explicaban que en realidad sí que podían hacer todo eso, porque la regla ahí era que podían jugar libremente. Ya os podéis imaginar lo feliz que estaba Daniel con esa regla.

Ese día que fuimos a pedir información y a conocer el lugar, mi niño mayor le contó maravillas a su hermano sobre las actividades que desarrollaban en Training Wheels con lo que, al final, ambos se han apuntado muy entusiasmados a esta extraescolar de monitoras encantadoras y diversión sin fin.

Por cierto, que este lunes que viene hacen una clase de puertas abiertas de 17.15 a 18.15 por si os queréis apuntar. Tendríais que confirmar asistencia como muy tarde el jueves para que puedan organizarla si agobios. Os lo recomiendo porque los niños se lo pasan fenomenal y aprenden muchísimo con estas actividades.






martes, 29 de enero de 2019

El Parque de atracciones en invierno

Uno de los regalos estrella de estas Navidades ha sido el bono parque. El fin de siguiente a Reyes ya lo estábamos estrenando con el parque de atracciones. Para qué perder el tiempo.

En un principio andábamos un poco agobiados porque teníamos muchas cosas que hacer e invertir todo un día fuera de casa lo veíamos difícil, pero enseguida cambiamos el chip. Pero, ¡vamos a ver! ¡Si tenemos el Bono Parques! No hace falta aprovechar cada segundo del día porque podemos volver cuando queramos. Si es que...

Así que decidimos ir sólo un par de horas por la mañana. Vaaaale, al final fueron tres, pero es que los niños querían montarse en todo. ¡Qué le vamos a hacer!

Ir al parque en invierno es una gozada. La única cola que hicimos duró poco más de 15 minutos. Solo acordarme de la última vez que fuimos, un Halloween hace un par de años, me pongo a temblar con las horas que pasamos en las colas.

Es verdad que no hacen espectáculos en estos días, pero, lo cierto, es que mis hijos sólo tenían ojos para las atracciones así que nos da un poco igual.

La verdad es que lo disfrutamos muchísimo. Íbamos muy relajados de una atracción a otra. En una de ellas Daniel se empeñó en subirse ¡tres veces! Y claro, sin colas, no había problema. Era bajarse por un lado y subirse de nuevo por el otro.

Cuando se hizo la hora de comer y les dijimos que era hora de ir a casa protestaron un poco, pero sabiendo que pueden volver en cualquier momento los convencimos rápido. Me parece que vamos a darle mucho uso al Bono parques.

jueves, 24 de enero de 2019

Alex Colt. Cadete espacial

He de confesar que la colección de Alex Colt me ha atrapado. A mis hijos les han flipado las aventuras y desventuras espaciales del protagonista, un niño con una vida muy dura, que resulta que es especial y, justo por eso, acaba en una academia para jóvenes cadetes de la Confederación, la inestable unión de las razas que han logrado evolucionar lo suficiente como para tomar contacto con otras razas y que se han unido contra un enemigo común y terrible.

Si pensáis que ahora que su vida ha dado un giro de 180 grados le va a ir mejor... os equivocáis. En realidad le va peor, pero en compañía de amigos. Ya sólo por eso vale la pena enfrentarse a los peligros más terroríficos.

Desde luego, que hay muchos giros que no ves venir, aunque hay otros que te los hueles, te los hueles.

A mí me ha recordado muchísimo a uno de mis libros favoritos de ciencia ficción: El juego de Ender. En ambos tenemos a un niño que, aparentemente, es poca cosa, pero que sus profesores y tutores llevan al extremos porque piensan que es especial. Además es menospreciado por la mayoría de sus compañeros que no entienden muy bien como alguien inferior puede estar allí. Por otro lado, forja lazos de amistad con los que serán compañeros en la batalla que hace que confíen entre ellos ciegamente y los prepara para lo que va a venir... El ataque de un enemigo del que no saben nada o casi nada.

Cuando os lo leáis (no se los quitéis a vuestros hijos. Esperad turno... O leedlo juntos y comentad la jugada. Eso también mola mucho)... Como decía, cuando os lo leáis ya me contaréis si veis las mismas similitudes.

El juego de Ender tiene un final impresionante, muy impresionante. Y este tomo de Alex Colt... Pues no acaba. Vamos a ver... Acaba la subtrama que te plantean, peor la principal se queda muy muuuy emocionante. Que te dan ganas de salir corriendo a por el segundo tomo.

En Cadete espacial, sobre todo, se presentan personajes. Lo que no quiere decir que caiga en tediosas descripciones sin fin. Que va. Pasan muchísimas cosas, muchísimas. Algunas muy inquietantes, otras tremendas, algunas emotivas... Y encima conoces a un montón de gente, digo extraterrestres, interesantes, cada uno con su personalidad. Sobre todo, los protagonistas, porque algunos ya se ve que sólo están para hacer bulto o de comparsa.

Los dibujos son muy chulos. A mis hijos les encanta verlos una y otra vez pasando las páginas hacia atrás y hacia delante. Sobre todo hay uno que les fascina, pero no voy a decir cual para no contar nada más de la historia. Nos es que sea algo vital, pero es mejor leer los libros sabiendo lo menos posible.

¿A que ya te han dado ganas de leerlo?

Si te gusta Alex Colt (a tu hijo le flipará, seguro), no te olvides de leer también el Juego de Ender. Imprescindible, pero éste es sólo para adultos.


miércoles, 23 de enero de 2019

Ciclo Animales de Cine: Ferdinand

Fuente 20th Century Fox
En la Biblioteca Rafael Alberti han empezado este viernes un ciclo de cine infantil sobre Animales de cine con "Ferdinand", la historia de un toro de lidia sensible y pacifista. A mí la verdad es que las plazas de toro me ponen mala. Intento respetar las opiniones de todo el mundo y no voy a despreciar a nadie porque le gusten las corridas, pero un deporte en el que se maltrata a un animal hasta su muerte no me cabe en la cabeza. Nada de la lucha entre el hombre ya la bestia. ¡Aquí el toro siempre lleva las de perder! Éste es uno de los mensajes que transmite la película.

En fin, que el trailer les hizo mucha gracia a mis churumbeles y, aunque la biblioteca no nos queda muy cerca, allí que nos plantamos el viernes. Como llegamos muy pronto nos metimos a leer libros. Tienen muchos muy interesantes. Las bibliotecas públicas son los lugares más maravillosos del mundo. Entiendo que los niños alucinen con tantos tesoros a su alrededor.

Al rato de estar allí dejé a los niños leyendo y fui a recoger las entradas que te daban en recepción. Y de allí al salón de actos. La verdad es que nada que ver con una sala de cine doble surround y toda la pesca, pero mucho más entrañable.

Me encantó ver cómo se emocionaban los niños. Y cómo sufrían y se alegraban y casi bailaban en sus asientos... Aunque había partes de la película que no se oyeron muy bien. A mi hijo pequeño, que es más serio con estas cosas, se lo llevaban los demonios. De vez en cuando le oía susurrar con rabia: "No se callarán estos maleducados...". Y yo me ponía de todos los colores porque uno de los maleducados que tanto criticaba era precisamente su hermano que estaba viviendo la película a todo pulmón. Los padres nos matábamos en chistar a los pequeños, pero algunos eran incontrolables. Normal.

Además había mucho bebé. También lo entiendo. Cuando tienes más de un hijo y no tienes quien te cuide a una parte de tu prole te vas a los sitios con toda la manada, sean de la edad que sean. Y, porque disfruten los mayores, a veces vas con un bebé al que ni le va ni le viene la sesión de cine, e incluso se asusta de las escenas más ruidosas. ¡Yo he estado en esa situación!

La película es tan simpática como ingenua. Nos habla de un toro que lucha por salirse del camino que le han fijado, que, por cierto, es terrible: o morir en la plaza o en el matadero. Su triste historia está salpicada de escenas graciosas, enternecedoras, emocionantes y vibrantes que ensalza el amor y la amistad hasta el extremo con tópicos bastante recurrentes. Aunque he de admitir que el concurso improvisado de baile se sale. Mis hijos aseguran que es la parte que más les gustó.

Las cosas llegan a ponerse muy negras. De hecho mis hijos (y el resto de niños), se giraban de vez en cuando hacia los progenitores para preguntar angustiados: ¿Pero va a morir? ¿Van a matarlo? Pero cómo van a matar a nadie en una película de niños. En esas sólo nos matan a los pobres y sufridos padres. Que inquina nos tienen. Será para que los peques sientan más pena y empatía por los personajes principales pero ¡jolín! En cuanto sale una escena tierna entre padre (o madre) y churumbel... ya sabemos lo que viene a continuación.

Por supuesto, la película acaba bien y los niños salieron dando botes de contento de la sala y preguntándose cual será la próxima. Todos menos Iván que seguía refunfuñando porque no le habían dejado oír la película.

Consulta la programación de tu biblioteca más cercana porque he visto que este ciclo lo están haciendo en varias por Madrid.

martes, 22 de enero de 2019

Panda Painter Kit de Flexbot

Tenía este post pendiente y muy poco tiempo para escribirlo. Gané un Panda Painter Kit, de Flexbot, en un sorteo de Ocio para peques hace un montón de tiempo. Vaya alegrón me llevé. A mis hijos les encanta todo lo que tenga que ver con circuitos eléctricos. Ya los han dado en el cole y les fascinan. De hecho no paraban de pedirme que comprara materiales para construir uno en casa. Lo intentamos con un kit de Boolino muy chulo, pero tuvo que venir el padre a ayudar porque yo era negada para el tema de conectar los cables y que el juego de conectar preguntas con respuesta funcionara.

Así que me quedé con esa experiencia de que me superaba y tardé mucho en atreverme con el pack de Fletbox. El detonante se produjo en SIMO Educación, cuando visité su stand y me convencieron que sus packs eran muy sencillos y divertidos. Y si no salía bien, pues se vuelve a empezar y se aprende de nuestros errores. Además son totalmente inofensivos. Lo niños no se llevarán calambrazos inoportunos, ¡ni lo mayores!

El caso es que me convencieron. Yo estaba esperando a que el padre de las criaturas andara por casa para tener apoyo experto (él es un crack con todas estas cosas). Pero si no estaba trabajando, estábamos por ahí fuera o los que no estaban eran los críos.

Nada, nada. Que abrí el pack con dos niños muy ilusionados alrededor. Casi no me dejaban leer las instrucciones porque querían empezar ya. Les pedí que eligieran uno de los dibujos que vienen en la caja (hay un montón). Iván quiso el fantasma y Daniel la momia.

Recortaron sus monstruos y los pegamos en un cartón.

Lo mejor de este pack es el rotulador de tinta conductora de electricidad. Se lo di a Iván y le pedí que siguiera el dibujo del libro. El chiquillo hizo el circuit con mucho esfuerzo, porque al boli hay que cogerle el truco para que eche la tinta justa.

Luego pegó los elementos con mi torpe ayuda. Los zumbadores se pusieron a zumbar como locos, pero no había manera de que hiciera caso el interruptor. ¿Qué hemos hecho mal, que hemos hecho mal? Me preguntaba una y otra vez, pero los chiquillos estaban encantados con su fantasma zumbador y les daba igual que el conector no funcionara. Tras mucho investigar y trastear, si doblaba un poco el fantasma dejaba de zumbar y si lo ponía en la posición inicial se volvía a oír el sonido. Me conformé por el momento.

Lo dejamos a un lado para hacer la momia de Daniel. Aquí Daniel se flipó con el rotulador e hizo un circuito generoso. Pusimos los elementos y ahí no había manera de que el bicho encendiera sus ojos. Miramos y remiramos. Probamos muchas cosas, pero nada. Justo en ese momento llegó el padre y nos hizo ver que no habíamos seguido el dibujo del libro de instrucciones por lo que se producía un cortocircuito. Me sugirió que probásemos con otro monstruo, pero a Daniel le hacía tanta ilusión ver la momia encendida después de todo el tiempo invertido que me hice con unas tijeras y corté el sobrante. Se me despegaron los elementos, pero los volví a pegar. Tuve que poner más tinta... ¡Vamos! Un trabajo de chinos, pero por fin lo logramos y los ojos se encendían. De nuevo el interruptor no funcionaba, pero yo ya me daba con un canto en los dientes.

Y de nuevo Raúl dio con el fallo: "A ver Dácil. La tinta tiene que ir sólo por un conector del interruptor, no por los dos e incluso sobrepasarlo. La electricidad va por los lados y el conector no funciona. ¡Normal!", jolín, que torpe soy para estas cosas.

Pero los niños eran felices con sus monstruos, así que ya no me preocupé más. De todas formas, tenemos para hacer muchos más. Ya iremos depurando la técnica.

lunes, 21 de enero de 2019

Dinosaurios de Gomaeva

Los Reyes han sido muy generosos este año, sobre todos los "externos". Estos peques han visto colmadas todas sus expectativas con creces. Se han tocado todos los palos: lo digital, Spiderman, libros, juegos, la vena bélica, manualidades, centros de ocio... Ahora hay que darle uso a todo. ¡No hay horas en el día!

En casa de las abuelas les trajeron algo que me llamó especialmente la atención: Unos troquelados de gomaeva para construir un dinosaurio. Lo guardé hasta que tuviera un ratito de tranquilidad para ponerme con ellos manos a la obra, pero ese ratito no llegaba y no llegaba...

Una tarde, Daniel me hizo un comentario que me dejó un poco triste. A pesar de saber que no era del todo verdad:

"Yo no quiero ser mayor nunca", aseguró muy serio.
"¡Anda! Como Peter Pan." , exclamé yo, "¿Y eso?"
"Porque Papá y tú estáis toooodo el tiempo trabajando", me soltó enfurruñado.

Vamos a ver. Hay rachas y rachas. Y ahora pasamos una racha de mucho trabajo los dos, pero ¡acabamos de tener una semana de vacaciones en Las Palmas de Gran Canaria con todos nuestros sentidos puestos en los pequeñajos! Es que nunca van a estar contentos. Y aunque estemos muy muy muy liados. Siempre busco el hueco para ellos.

Es verdad que nunca es suficiente porque tengo dos churumbeles muy creativos y a todas horas quieren que pruebes el nuevo juego que se han inventado, o que leas su nuevo cómic, o que te expliquen el videojuego que se les ha ocurrido, o que juegues a su juegacuento, o a su partida de rol... Es maravilloso lo que discurren, pero no hay horas en el día para limia, comprar, ordenar, trabajar, llevarles al parque o a cualquier otro sitio chulo, leerles cuentos y libros (porque siguen queriendo que les leamos), ver pelis con ellos (que también quieren), organizarles actividades, jugar con ellos...). ¡Son muy exigentes!

Pero vamos, que me tienen pillado el truco porque me faltó tiempo para sacar el juego de montar un dinosaurio de gomaeva.

Y ahí nos pusimos con el tema. Primero uno y luego el otro porque mi mente no da para más. Y las instrucciones no me parecieron precisamente sencillas. Venía el dibujo de cada lámina con las piezas que incluía y números en las cavidades dónde había que encajar la pieza que tuviera el mismo número. Ponte a buscar, a destroquelar y dar la pieza al niño de turno para que la colocara. Luego se caía al colocar otra y así continuamente.

Pero finalmente tuvimos nuestros dinos y los peques estaban felices. Esa noche me acosté bastante más tarde, pero valió la pena.