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martes, 16 de julio de 2019

El mercado Medieval de Covarrubias

Este año iba con ilusión doble al mercado medieval de Covarrubias porque venía la madre del pollo y nos íbamos a encontrar allí. Le había contado maravillas y justo ese sábado flojeó bastante, supongo que por culpa de la amenaza de tormenta que al final se hizo efectiva y comenzó a llover a la tarde noche.

Menos mal que nos pilló en el soportal que cubre las mesas de unos de los bares. Nos comprimimos en nuestras sillas todo lo que pudimos para que cupiera el mayor número posible de gente que corría a resguardarse mientras los chicos de los puestos protegían su mercancía a toda prisa. También habían caído cuatro gotas en diferentes momentos del día, pero no impedían para zascandilear entre los puestos a ver qué se cocía.

Tanto tiempo sin llover y se pone a jarrear el día de la Fiesta de la Cereza, que, por cierto, cereza también poca porque este año la cosecha ha sido escasita por culpa de unas heladas. Había ambientillo y ganas de pasarlo bien, pero los nubarrones eran nuestra espada de damocles. Menos mal que para ese día teníamos prevista una chuletada bajo techo y que nos lo pasamos genial más por la compañía que por ser un día tan señalado en el calendario rachelo.

A pesar de todo, logramos ver una clase de cómo se luchaba en la edad media (ya me puedo defender si me atacan con espadón, que lo sepáis. Sólo necesito otro espadón) y de las charangas que recorrían las calles con música y alegría.

Al día siguiente la cosa mejoró bastante, que pena que Isabel sólo fuera el sábado, pero quién lo hubiera previsto. A lo mejor también fue porque nos disfrazamos para ir acorde con el ambiente.


El caso es que amaneció soleado y el mercado se llenó de espectaculillos itinerantes, como uno de brujas y monstruos en el que uno de los personajes daba bastante miedito y se dedicaba a asustarnos de una forma muy graciosa. La gente salía corriendo al verle a pesar de que todos sabíamos que era un actor. Daniel e Iván les siguieron durante todo el recorrido con sus amigos hasta verlos cambiados y me dijeron que en realidad no era nada feo jajaja.

Los niños se compraron poderosos amuletos para el cuello y yo les regalé unos gatitos kawaii (significa mono en japonés) antiestrés que espero que les quiten nervios porque están que se suban por las paredes con tantas emociones. Les encantó. Se pasan el día estrujándolos y oliéndolos, porque encima huelen de forma diferente, uno a vainilla y otro a frambuesa.

Paseamos por el pueblo, perdimos a los niños, los encontraron sus primos y nos avisaron, vimos los puestos tranquilamente, disfrutamos del ambiente... y buscamos a la muerte, que todos los años da un toque lúgubre divertido al mercado, pero que este año brilló por su ausencia y anda que se notó. Encima era la protagonista del cartel de esta edición. La echamos de menos. Todos los años les hago una foto a los peques con ella, por lo menos a Daniel, que es muy fan. Pero en esta ocasión nos hemos quedado sin foto.

Lo más importante es que lo pasamos genial.





















2 comentarios:

  1. Vaya familia del medievo estais hechos!!! me encanta la foto y el perro!!! total!!! lo máximo!!!!! las tormentas.... bueno tienen una cosa son breves y refrescan el ambiente (x darles toque positivo) :D

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  2. El perro iba graciosisimo! Es verdad qie hay que pensar en positivo

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